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Somniloquios

Un día cualquiera

Un día cualquiera


Sé que a estas horas ya debería dormir, pero no puedo. Hace tiempo que decidí agotar los días hasta que ellos me agotasen a mí. Ésta es una lucha desigual, pero debo decir sin vanidad que voy ganando.

Un día cualquiera. Un día cualquiera ganas o pierdes. La derrota es este silencio final de la noche, que puede vencerte o no, porque ya no hay palabras a las que aferrarte. Estos días no hay palabras. Yo he estado a punto de perder, de ceder a las pequeñas locuras, a las debilidades que acechan a quienes a estas horas no se han abandonado al sueño. A ellos no les importa la victoria o la derrota, quiero pensar, o tal vez ya tienen la victoria asegurada a la hora de dormir. Yo sigo aquí, peleando. Iba perdiendo. Luego, una palabra muy lejana, silenciosa, pero segura, me ha rescatado. Sólo una: "Precioso". Lejana pero tan próxima. Ahí estaba.

A veces el silencio me acoge y me protege. Otras veces el silencio me estrangula, como está a punto de hacer esta noche. Me aprisiona, me condena. Recuerdo largos días de silencio en horas oscuras, en los que la salvación era apenas una palabra lejana, como esta noche, o una llamada de teléfono que nunca acababa de llegar a tiempo, o me sobrepasaba. No llegaba ella o no llegaba yo. Era difícil encontrarse. Los pequeños silencios son apenas insectos en la pared, puedes aplastarlos con un dedo o meterles una fregona en la cabeza para que ya ni alienten. Si los silencios llegan a crecer, dan unos gritos horribles y pueden volverte loco. Hay demasiados silencios que ya no rellenan una sonrisa, una palabra, una brizna de luz, una caricia. El silencio nos está venciendo. Hemos confiado en él y nos puede matar. El silencio está sólo adentro. Fuera no existe. Fuera adquiere la forma de una tela transparente que te envuelve, un plastico flexible que no ves. La soledad es silenciosa como un huevo vacío.

He salido cuando la mañana estaba cediendo al mediodía, mi hora preferida. He caminado bajo la lluvia perezosa, una lluvia que bajaba arrastrándose por el aire, pegándose a las paredes. De camino he leído a Mark Twain y sus Viajes Siguiendo la Línea del Ecuador. Podría haber salido con música, como suelo hacer, pero este silencio se me ha metido ya en los huesos y apenas lo rellenan las músicas de cada día, no alcanzan a combatirlo. Son agua y aceite. Estamos callados hace días. Ya no sé cuántos. Ya no recuerdo mi propia voz. "Díme, ¿quién cojones soy?". "Otis". Tal vez tenga razón. Yo era Otis entonces, hace años. Era fácil ser Otis como era fácil todo lo demás. Meterla para abajo con las ruedas de las canastas en el canalillo de los desagües, por ejemplo. Eso era fácil. Tenemos una conversación transoceánica de silencios, a estas horas de la madrugada, y se está colando mientras escribo. Vuelvo a este día cualquiera. Estoy leyendo tres libros de forma simultánea: El Día de la Independencia, de Richard Ford; Luna de Lobos, de Julio Llamazares; y los viajes de Mark Twain. No tiene ningún merito, se trata de pura dispersión, ansiedad, indecisiones, huidas. Con Twain he hecho las transiciones de este día, me ha llevado de un episodio a otro sin que yo lo advirtiese.

He visitado a la doctora pero la doctora no estaba. Su consulta tenía la luz encendida pero nada más, no había nadie. Vacío. Vacía. Había una disensión en ese fluorescente que no iluminaba a nadie, como había una discordancia en la nota: Miércoles 30, 13 horas. No había miércoles 30, 13 horas. Había martes 30, 13 horas, y espero que haya miércoles 31, 13 horas. Tal vez yo estuviese en ese momento en un pliegue distinto de la realidad en el que era miércoles 30, 13 horas. Si ha sido así, dos niños chillones me han descubierto. Uno de ellos era rubio, otro moreno. El rubio gritaba congestionado y sudoroso para combatir la disciplina de su madre. Sus gritos tenían el perfil de los gritos del finado James Brown: cortos, estridentes, repetidos, como los de una comadreja encerrada en un armario. Un animal terrorífico. He escapado a la calle y seguía lloviendo. Hemos caminado, hemos comido, hemos tomado un café. He regresado a casa a primera hora de la tarde. Todo ese tiempo llovía la misma lluvia. Llovía el mismo silencio.

Me hubiera gustado dejar pasar la tarde mirando llover sobre el parque, desde el amplio ventanal de mi salón, con una taza de té en la mano. Pero mi ventanal mira sobre un amplio patio interior de muros encalados y ventanas que se repiten. Un gato inmóvil tras el cristal, una japonesa inmóvil tras el cristal, un hombre que escribe inmóvil tras el cristal, iluminado por la pantalla de un ordenador, un cristal que me refleja inmóvil tras el cristal. He pegado los dedos al cristal, llamando a alguien. A veces ella me pregunta: "¿Qué has hecho?". Y respondo: "Nada". Sabe que en ese paréntesis de nada hay en realidad muchas cosas, pero ninguna explicable, como este mismo texto. Esta tarde la he pasado viendo vídeos de Morrissey y los Smiths, una entrevista en la CBS americana a Morrissey, una vieja entrevista de 1985, hecha por Tony Wilson a los Smiths. He oído, he visto There's A Light That Never Goes Out, he visto This Charming Man, Suedehead (me encanta el vídeo de Suedehead), First of The Gang To Die, Girlfriend in a ComaHow Soon Is Now, uno increíble de Rusholme Ruffians, Headmaster Ritual, Hand In Glove y That Joke Isn't Funny Anymore, todas en un concierto en directo en Madrid. Definitivamente, internet va ya muy por delante de la televisión porque ofrece lo que parecía imposible: yo decido qué veo, nadie programa mi día por mí.

He hecho eso y he pensado en una historia que he de escribir para MediaPunta, sobre regates clásicos del fútbol y sus inventores. A última hora, muy tarde, he salido a correr por la ciudad, que ya había desfallecido. A la vuelta me he quedado mirando la noche en el parque, donde todo ocurre. Los árboles desnudos parecían escobones invertidos, que barrían una luz muy triste. Eran más de las once de la noche y aún estaba lejos de la frontera. El día había sido un día cualquiera. Todavía lo es. Hecho de silencio y lluvia que va pegándose a las paredes.

Un día cualquiera, ganas o pierdes, pero no lo sabes hasta el final.

8 comentarios

Andy -

He enconrado un video de tu boda. Terrible.

Gonzalo -

Mario dixit: "...YOUTUBE... Está todo ahí, TODO. Pero todo, todo. ¿Estaremos nosotros mismos?"
Espero que no, por nuestro propio bien. Hay cosas para las que el público aún no está preparado...

Mario -

Y por cierto... busca una entrevista de Tony Wilson en Granada TV a los Smiths. Para ti a lo mejor no significa nada; para mí ha sido como ver el desembarco de Normandía en directo!!!

Mario -

Que no me vengan con el puto Zara. El mayor invento del mundo era Google... y ahora es YOUTUBE!!!!! Desde que lo descubrí he enloquecido. Está todo ahí, TODO. Pero todo, todo. ¿Estaremos nosotros mismos?

Andy -

Nunca se me había ocurrido buscar videos de conciertos en YouTube. Eres un genio.
Acabo de ver tres veces seguidas 'The Queen is Dead', en directo desde Salford University (Manchester), año 1986. Estuve ahí tio. ¡Qué concierto! Y entonces ni sabía que existían las cámaras de video!!
http://www.youtube.com/watch?v=7bTs6197NrY

magerit -

Perdón por la falta ortográfica

magerit -

Ana, eres clarividente.

Hoy ha vuelto a llover (en Barcelona)

Hoy ha reaparecido el Zaragoza que anhelamos.

Hoy ha vuelto ha hacernos soñar.

No sé si deberías abrir un consultorio " ad hoc ".

Lo que sí te auguro es que con tu formacíón académica vas a ser una excelente periodísta deportiva. Sigue con el camino iniciado. Intuyo que es el adecuado y no dudo que será el que te lleve a la consecución de tus objetivos, a pesar de ser mujer.

Ana Lahoz -

¡Un intenso día, la verdad!

Hoy, quizás llueva otra vez. Quizás sea otro día silencioso, pero espero y confío en que el mejor Zaragoza reaparezca esta noche en el Camp Nou para devolvernos el sueño de la Copa...

Si esto ocurre, hoy no será un día cualquiera. :D

Ánimo.Un besote.