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Jenkins, Blanco, Corleto: ensayos contra la tradición

Jenkins, Blanco, Corleto: ensayos contra la tradición

Hablemos del Mundial de rugby. En realidad, hablemos de Argentina, lo único que hasta ahora exige un comentario, porque lo demás han sido detalles más o menos previsibles: la excelencia de los All Blacks en las previas (esa superioridad incontestable ha de exponerse para ganar el Mundial de una vez), el aburrimiento mortal del juego inglés, la candidatura de Suráfrica, un pésimo cliente; y las dudas críticas de Gales y Escocia, que se han bajado del primer escalón hace rato y no regresan. Quiero ver a Irlanda, el mejor equipo europeo de los últimos años. La previsibilidad, decía, supone el gran problema del Mundial de rugby a estas alturas. El rugby no es el fútbol: no pasa cualquiera y les da un susto a los All Blacks. Con primitiva lógica, lo que suele pasar es que los All Blacks le dan una paliza al primero que pasa. Aunque sea Italia, equipo de larga emergencia. Demasiadas diferencias. Para quienes el rugby significa lo que sólo puede significar, algo inexplicable, este reproche no supone un gran problema. Hay diversión de una u otra forma. Pero hay que esperar a los cruces de los grandes, a las siguientes fases, para ver lo que en el Seis Naciones y, sobre todo, en el Tres Naciones del hemisferio sur, vemos cada día. Verdaderos partidos de rugby. El de Argentina y Francia lo fue. Volvamos a él. El ensayo de Corleto en el primer tiempo, en perspectiva, resolvió un choque que sólo tuvo un ganador y un merecedor. Al verlo me cruzó la cabeza esta línea supra temporal: Jenkins, Blanco, Corleto.

El ensayo de Corleto es delirante, en todos los aspectos. Es delirante el regalo de Remy Martin y, sobre todo, la ausencia de un francés (por encima de todas la del zaguero, desde luego) que interrumpa la huida de Corleto o si acaso la comprometa. Hay que notar también, y en el vídeo se observa de maravilla, la diferencia de la carrera de Corleto y la del resto. No la de finalización de la jugada (el Puma corre como un duque, las rodillas arriba, la pelota recogida sobre el costado externo, el más alejado de la defensa, para un hand off protector si hubiera hecho falta, y una agilidad de zancada inabordable para los franceses): una prestancia muy de número 15, esencial. Pero yo me refiero a la primera progresión de Corleto en el inicio de la jugada. Cuando Martin pierde la pelota, una nube de argentinos y franceses trotan a ritmo medio alrededor del Puma que la ha robado. Corleto no. Corleto, desde atrás, ve todo, todo el paisaje, toda la jugada, a todos los propios y sobre todo a los contrarios. Ve el horizonte, que no es otro que la línea de ensayo, y sabe que si la agarra hay ensayo. Por eso sale como una centella desde el fondo en una anticipatoria y potente aceleración.

El try de Corleto merece revisar una vieja jugada de los años 30 y otra de 1987. Todos los cambios del reglamento del rugby en los últimos doce años han querido liberar la pelota para que no quedase enterrada en confusos agrupamientos (eso que tan bien hicieron los argentinos en la segunda parte). Extrañará saber que el rugby profesional, el rugby al que las normas han modelado en un deporte mucho más veloz y televisivo, se lo inventó en realidad Rupert Murdoch, el magnate televisivo. Por la vía del negocio, claro. Él fue quien estuvo a punto de comprar a todas las estrellas del juego en el mundo en 1995 para montar una competición transnacional y pensada con el fin primordial de engordar el espectáculo, la publicidad y los derechos de televisión. El rugby era amateur hasta entonces... pero la federación internacional tuvo que variar reglamentos y filosofías para evitar que un deporte quedara en manos de un solo hombre.

Desde entonces, todas las variaciones en la normativa han tenido un fin concreto y varias consecuencias: han inflamado el juego de ataque y, en orden inversamente proporcional, han disminuido las barrigas de los delanteros. La velocidad y la confusión o mezcla de roles son ahora la norma. Los gordos corren como tres cuartos y los tres cuartos entran en agrupamientos y rucks como desaforados delanteros. Pero en el principio (y a mí me gusta ir al principio) todo fue bien distinto. Hasta finales del siglo XIX los equipos de rugby los formaban 20 jugadores, y nada menos que 13 de ellos eran delanteros: todos dedicados a un esfuerzo medieval en mauls interminables, en los que el balón raramente salía abierto. Y si lo hacía, el atrevido que intentaba correr era rápida y unánimemente aplastado. Los galeses, siempre atentos a la diversión con la pelota, fueron los primeros en aligerar el paquete de delanteros para agregar backs: un inteligente y premonitorio movimiento. Pronto todos lo copiaron.

Ahora lo vemos con absoluta normalidad, algo deliciosamente cotidiano, pero en aquellos días los zagueros nunca ensayaban: su trabajo consistía en placar, recoger las patadas ajenas y devolverlas a la banda. Corte y limpieza. Nada más. Fue así hasta que el galés Vivian Jenkins, centro de Oxford reconvertido al número 15, cambió la historia. En un partido frente a Irlanda en Swansea, en el año 1934, recogió el balón a la hora de juego en su zona. Cuando todo el mundo esperaba la rigurosa patada defensiva, a Jenkins le salió el alma de centro y avanzó con decisión, rompió la primera línea rival y combinó con Idwal Rees. En el impulso siguiente, Rees alcanzó la línea de 25 irlandesa y jugó con el ala Basset, quien a su vez transmitió la pelota antes de salirse por la banda. Jenkins, que había seguido toda la jugada con innovadora inspiración, hermana lejana de la de Corleto, recogió el óvalo y ensayó. Los puristas del juego se escandalizaron de inmediato: "Debería haber pateado. El trabajo de un zaguero no es ensayar", argumentaron con los rubicundos carrillos temblorosos. A continuación vaciaron otra pinta de cerveza. Hasta 1962 no se produjo otro ensayo de un zaguero en el 5 Naciones.

Los ensayos de los zagueros poseen una rareza original: a menudo traen escrita la victoria. De forma diferida, como en el caso de Corleto, o de modo directo, como sabe cualquiera que viese el ensayo de Serge Blanco, el legendario arrière francés nacido en Caracas, en la semifinal del Mundial 87 contra Australia. Si de algún modo vio a Corleto, Vivian Jenkins (fallecido en 2004) estará orgulloso de comprobar en qué ha derivado aquella locura suya en una tarde de rugby entre cinco naciones en Swansea. El señorial Blanco, por su parte, al ver al Puma comerse un gallo con esa jugada debió de removerse en su asiento.

[Foto: Vivian Jenkins, pionero en el juego, luego periodista, narrador de las hazañas de los British Lions en sus giras por el hemisferio sur -'Lions Down Under'-. El primer zaguero que metió un ensayo. El abuelo lejano de Corleto].

3 comentarios

Sergio -

Con respecto a tu reflexión sobre los All Blacks. Un periodista argentino no especializado, el típico entusiasmado por los triunfos recientes de Los Pumas, le preguntó a Pichot si en los próximos años el rugby argentino podría estar a la altura del neozelandés. La respuesta de Pichot fue: "Noooo, ni de casualidad. Con mucha suerte podemos ganarles algún partido, no sé, que nosotros juguemos perfecto y ellos mal. Nueva Zelanda es al rugby lo que Brasil al fútbol: se retira uno muy bueno y debuta uno mejor. Para formar una tradición como esa hacen faltan siglos, no años".
El periodista hizo mutis por el foro.

Mornat -

Era un homenaje debido. Envié una versión recortada al AS pero aún no apareció. Como las palabras no son de nadie, por ahora lo traigo aquí con comentarios adicionales. Los Pumas se ganaron el afecto por cojones, que es como se ganan en el rugby la mayoría de los afectos de los que miran. Y por saber jugar. Y por su loca devoción durante el himno, en los momentos previos. Contra Irlanda, sí, qué partido... Pedazo de partido.

Sergio -

Excelente, amigo Mario, excelente el artículo, tanto que seguramente interesará a quienes no les interesa mucho el rugby. Agradezco de paso el afecto por la blanquiceleste. El partido contra Irlanda será una cosa tremenda, el auténtico choque de trenes. Evidentemente la cuestión es evitar a los All Blacks en cuartos como sea. ¡Vamos Los Pumas!