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Somniloquios

Puerta, con un niño en brazos

Puerta, con un niño en brazos


Creo que fue en marzo cuando viajamos con el fotógrafo Alfonso Reyes para ver un derbi sevillano en el estadio del Betis. Era otro episodio de nuestro proyecto de libro sobre el fútbol en el mundo (no encuentro forma de ponerle un epígrafe más concreto o cierto) y nos pareció que el clásico andaluz podía entregarnos alguna imagen que compusiera la imagen global que buscamos en las imágenes locales. Después de una tarde más bien tensa con los ultras del Betis en los alrededores del estadio -los fotógrafos poseen una naturaleza incauta, cuando no riesgosa, pensaba yo en medio del asedio de aquellos bravos muchachos...-, Alfonso se perdió en lo suyo nada más entrar al campo y yo me paseé despacio por la banda. Mirando, pero sin saber bien qué quería ver. En un momento dado me senté al pie del rectángulo, sobre el foso lateral, y me quedé observando distraído el rondo de los suplentes del Sevilla. Los ronditos siempre me han subyugado. Tienen un aquél.

Por mi posición, veía primero las piernas de los jugadores y luego, si miraba hacia arriba, el resto del cuerpo, las caras y más allá la creciente agitación del estadio, el borbotón de los hinchas, y los aleros de las tribunas que se hundían contra una noche presurosa. En el jueguecito con la pelota, los futbolistas del Sevilla se movían con gracia, tocaban, engañaban, vendían amagos al tipo del centro del círculo, bromeaban antes de tirar un caño y más aún después. De entre todos -y esto no lo digo ahora porque venga al caso, realmente era así-, de entre todos los pares de piernas que manejaban el balón en ese espacio mínimo de trileros, llamaba la atención una zurda. Existen jugadores de fútbol con una gracia especial para jugar los rondos. Mira que todos los profesionales tocan la pelota de un modo y a una velocidad especial cuando practican el juego favorito de los suplentes; pero algunos, insisto, parecen nacidos para jugar al fútbol y aún más para jugar al rondo. Recuerdo a Cani producirme una sensación similar en la pretemporada de 2002 en Holanda. Así que seguí esas piernas, esa zurda que describía los engaños como si los contara de palabra. Arriba de esas piernas, cuando levanté la cabeza, vi a Antonio Puerta. Quedón, canchero, sonriente, ventajista, riéndose a cada momento.

Por la mañana habíamos visitado el barrio de Nervión, horas antes del choque, cuando el Sevilla finalizaba su entrenamiento. Afuera aguardaban decenas de aficionados para obtener una fotografía, una firma o una palabra de los ídolos. La otra noche, cuando Puerta llevaba ya más de 48 horas en estado crítico, me fijé en la selección de fotografías que Alfonso Reyes ha hecho para exhibirlas en la gran exposición que Antón Castro prepara en el 75º Aniversario del Real Zaragoza. Nuestra partipación (sobre todo la de Alfonso, que es el artista del dúo) supondrá apenas un breve adelanto del volumen que estamos completando, y al que aún le quedan algunas etapas, algunos viajes; partidos, estadios, goles, hinchas, gestos, pasiones. En el combinado que extrajo Reyes hay imágenes desnudas de sol y sombra en Senegal, chicos descalzos, arena y porterías apenas dibujadas por maderos. También la fiera pasión argentina o la religiosidad laica con la que los británicos se relacionan con sus equipos preferidos. Y entre todas, una foto de aquellos dos días en Sevilla: en ella se ve a un futbolista que ha descendido de su automóvil para tomar a un bebé en sus brazos, a la salida del último entrenamiento del equipo sevillista; mientras el jugador sostiene al niño, lo fotografían el padre y varios aficionados más, con cámaras digitales y teléfonos. Enmarca la imagen, bien común, el estadio Sánchez Pizjuán, tomado con un objetivo angular que produce esa sensación de las fotos circulares, que integran todo el entorno. A simple vista, al mirarla la otra noche, me pareció que la silueta del futbolista era la de Antonio Puerta. Una de esas casualidades que alguien podría interpretar como morbosas. La selección de Alfonso es previa, por si hace falta decirlo. Amplié la imagen y, sí... era Antonio Puerta. Ahora ya muerto, mientras en el vientre de su madre lo sobrevive un hijo que ya no lo conocerá. Puerta, con un niño en brazos.

"¿Qué significado adquiere ahora esa foto?", le pregunté por mensaje a Alfonso Reyes. Me respondió: "A las fotos les da valor el tiempo y en ocasiones, la casualidad. Esa foto era la idolatría a un jugador; y ahora, ya ves...".

[Foto: Puerta, en un gesto de triunfo íntimo y colectivo. El equipo que ha ganado cinco títulos en 15 meses ha rodeado la leyenda para ingresar de manera trágica en los territorios del mito. Para siempre ya, por desgracia, este Sevilla portentoso de Juande Ramos será el Sevilla de los títulos y el Sevilla en el que murió Puerta, casi cuando jugaba un partido de fútbol. Este deporte no está hecho para el drama. Por eso las leyendas de dolor, victoria y muerte perduran hasta el simbolismo. Antonio Puerta será ya siempre un futbolista grande en el recuerdo y la leyenda lo enmarcará hasta mezclar realidades con promesas e hipótesis. Descanse en paz].

1 comentario

Jesús -

El profundo dolor por la muerte de un jugador en su momento más alto de su carrera .decisivo para llegar a la final de la UEFA EL AÑO 2006 CON SU GOL DE VOLEA AL sHALKE 04 Y TODO LO QUE VINO DESPUES.

Antonio Puerta será valorado como uno de los mitos del futbol español.LA afición sevillista y la bética han rendido un homenaje a este deportista que ha engendrado un hijo al que no va a conocer y ha contribuido a levantar el sentimiento unánime del deporte español en un ejemplo de solidaridad hacia su persona.Descanse en paz.