La ola de calor (antes llamada verano)
Todo el mundo le hace ascos al calor. No hablan de otra cosa: el calor, la calor, lo calor que hace. Y siempre peyorativamente: a ver cuándo se pasa este calor. Esta mañana en la peluquería (qué imágenes generan a veces por sí solas las palabras), los muchachos hasta se atrevieron a desear: "Podía llover un ratico". He tenido que saltar. Inevitable. Este tema siempre me ha herido gravemente la sensibilidad. He sentenciado: "El problema no es el calor, el problema es el trabajo". Clarísimo.
La verdad, con la cosa del europeísmo, el estado del bienestar, la sociedad de la información, los sistemas climatizadores y el carnet por puntos, digo, nos hemos aputonado gravemente. Ahora resulta que al verano de toda la vida, o sea, a los 35 grados de julio y sus ocasionales picos, a esas noches en las que cuesta dormir, al menos una semana al año, a los 40 grados de Andalucía que, en fin, yo creo que siempre han sido lo mismo, a la gente en las playas, a los abanicos, las mangas cortas, los escotes, los torsos al aire, las bermudas, el agua por la cabeza, las cervecitas en copa jarra helada, las chancletas y demás, a todo eso, ahora lo llamamos ola de calor. Salen ufanos los presentadores con americana en el aire climatizado de los estudios de televisión y largan: "¡Siete comunidades en alerta por la ola de calor!". Y empiezan las conexiones desde la arena, las imágenes de alegres fuentes en las ciudades, las señoras que se abanican con músculo rural, los barrenderos comentando lo jodido que es, oiga usted, mantener limpias las ciudades bajo este sol impío... El paisaje costumbrista de la canícula ahora se llama ola de calor. El antónimo del temporal u ola de frío polar. El verano y el invierno de toda la vida de Dios, como dice un amigo.
Nunca he entendido cómo lo obvio acaba por convertirse en noticia. Otro ejemplo: ¿Desde cuándo los exámenes de Selectividad dan para hacer páginas de periódicos y rellenar minutos de informativos? Yo siempre se lo decía a Gervasio Sánchez, el corresponsal de guerra de Heraldo: "Gervasio, el periodismo está muerto". Y Gervasio, que ha asistido a todas las guerras posibles y algunas de las probables, asentía castizo, porque él es de Córdoba: "Hace tiempo, macho". Que lo dijera yo valía como hipótesis bromista, o para hacerme el interesante. Que me lo ratificara Gerva, bueno... suponía casi lo irrefutable. Así que el periodismo se desangra en comunicaciones institucionales, directores de comunicación, reportajes de nevera, periodistas que hacen las guerras desde los hoteles (y aun así les pegan un cacharrazo, que el tema no va de broma), notas de prensa del estado mayor, la dirección general, la junta directiva, el consejo de administración, la junta de vecinos, la asociación de comerciantes, el negociado de tráfico, la portavocía del gobierno, la oficina de prensa de la abogacía, el colegio profesional, la empresa, el sindicato, la cooperativa, el alto mando de la revolución y, por fin, el despacho del propio director del medio, de donde siempre llegaron discos dedicados que había que pinchar sin decir ni mu, y además en página impar: "Esto me lo das bien... es un tema majo". El que es majo es el amigo del encargo o enjuague, chato, a mí no me vendas motoretas.
Bueno, que me he ido del tema. La ola de calor. El verano. La patria sudorosa que no quiere sudar ahora ni tiritar en invierno. El pueblo quiere ahora habitar en un duermevela aséptico en el que cualquier catástrofe, desgracia o incomodidad constituya un error de organización, y que alguien pague por ello. Se exigen responsabilidades. No puede hacer calor ni en Andalucía. Ni llover en Londres, ni helar en el Polo. Todo son máximas históricas y lugareños que no recuerdan tanto calor en muchos años. Hoy le han dado paso a un corresponsal en Bilbao que desde la playa ha dicho: "Los expertos no sólo están sorprendidos por las altas temperaturas de esta ola de calor, sino sobre todo lo están por las altas mínimas: anoche, en Bilbao, los termómetros no bajaron de 21 grados". Esta noche he mirado de soslayo el termómetro de la farmacia en la plaza Santa Engracia y decía 28,5º. Y se estaba la mar de bien. El periodista seguía, medio girado hacia una playa semivacía a las tres y media de la tarde: "Ante el calor reinante, el público ha optado por acercarse a la playa y la mayoría se aproximan a la orilla u optan por bañarse para de esa forma tratar de combatir las altísimas temperaturas que estamos teniendo que soportar". Qué sabia es la naturaleza humana: la gente combate el calor en las playas, bañándose. Igual que los hipopótamos en las charcas en recesión del Serengeti.
Yo creía que vivíamos en España. Yo pensaba que la gente iba en verano a la playa toda la vida. Yo pensaba que quienes se ponen cerquita del agua es para no tener que caminar ida y vuelta cada vez, pilotear a las pericas y, bueno, por la brisilla... Pensaba que uno se baña porque sí, porque es lo lógico, no como reacción preconcebida o atávica a la ola de calor. Yo imaginaba que los periodistas no seríamos gilipollas ni haríamos de los lugares comunes la materia de la información diaria, pero se ve que, una vez más, yo no me entero de nada.
La ola de calor es la ola de calor. Una cosa terrible, perversa, dañina incluso para la economía porque el pueblo enchufa el ventilete, los splits que tiene repartidos por la casa o la instalación sobre techo falso, y todo a todo trapo, batiendo récords de consumo de electricidad casi ruborizantes. Yo mismo escribo bajo un ventilador colonial de techo, de esos que giraban en los tugurios de Casablanca, the filme. Hay que combatir a la malvada ola de calor, y no sería raro que el Gobierno crease un ministerio o una dirección general y tratase de intervenir también en el clima. Y marcar máximas de siete grados, para que así todo el mundo durmiera bien, con frazada y mantita, que es lo que parece ser que les gusta. Manda huevos...
Les daría yo a todos éstos los veranos de tres días del norte de Inglaterra.
5 comentarios
Mario -
Mario -
pablo -
Andy -
Gonzalo -
Tú dale ideas a Rodriguez. De hecho, la culpa del calor es de Aznar.