Resistencia
No se puede prohibir, ni se puede negar
el derecho a vivir, la razón de soñar...
No se puede prohibir, el creer ni el crear,
ni la tierra excluir, ni la luna ocultar...
No se puede prohibir, ni una pisca de amor,
ni se puede eludir que retoñe la flor...
Ni del alma el vibrar, ni del pulso el latir,
ni la vida en su andar... No se puede prohibir.
No se puede prohibir, la elección de pensar
ni se puede impedir, la tormenta en el mar...
No se puede prohibir, que en un vuelo interior
un gorrión al partir, busque un cielo mejor...
No se puede prohibir, el impulso vital,
ni la gota de miel, ni el granito de sal...
Ni las ganas sin par, ni el deseo sin fin
de reir, de llorar, no se puede prohibir.
No se puede prohibir, el color tornasol
de la tarde al morir, en la puesta de sol.
No se puede prohibir, el afán de cantar,
ni el deber de decir lo que no hay que callar...
Sólo el hombre incapaz de entender, de sentir
ha logrado, al final, su grandeza prohibir,
y se niega el sabor y la simple verdad,
de vivir en amor y en total libertad...
Si tuviese el poder de poder decidir...
Dictaría una ley... ¡Es prohibido prohibir!
Pd: Harto del furor ordenancista que ha atacado al Gobierno y adyacentes, del carnet por puntos (que considero una intolerable agresión reduccionista, un matar las moscas a cañonazos cometido con la anuencia de los medios, serviles con la corrección política), harto del soplapollas de Pere Navarro, de sus sermones, y de quienes proponen someter a terapia y a programas de ayuda a los niños gordos, y de la voz que por la megafonía recuerda cada tarde "que está prohibido jugar con globos de agua en todo el Centro y especialmente en los vasos (que antes se llamaban piscinas o piletas, joder)"; harto de todo... cuento hasta diez y largo por la vena lírica para encauzar el ardor que me acosa en este tango de Eladia Blázquez, titulado Prohibido prohibir, desoyendo las convenciones del género. Y no que abrace yo las consignas utópicas del Mayo francés. Pero a este niño al que sus padres nunca transportaron en coche en ninguna sillita homologada, y a este niño cuyo cuerpo se infló conforme se hacía adulto, a este niño que esquivó todos los traumas pese a las broncas ocasionales de sus padres y a alguna hostia que me calzaron en el colegio, a este niño heterosexual convencido, a este niño que jugó con globos de agua y jamás se duchó antes de entrar al vaso, a este niño al que nunca tuvo que rescatar socorrista alguno, a este niño que resistió con sus propias defensas y se hizo un hombre sin haberle dado a su cuerpo un solo Actimel... a este niño rompepelotas, la verdad, esta tropa de aburridos legisladores que venden humo y trafican con el supuesto del bienestar social, dedicados a joder al señor de a pie y meterle la mano en el bolsillo, de verdad que lo tienen hasta los mismos güevos.
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