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Somniloquios

Cuento de fútbol

Este ’Cuento de fútbol’ fue publicado en Heraldo de Aragón como contracrónica de un partido Sevilla-Zaragoza (3-2), de ahí la inconcreción del título y algunas realidades demasiado obvias. Pero siempre lo preferí como una ficción intuida en las entretelas de una lluviosa tarde de fútbol. Y así lo recupero ahora, con muy leves correcciones respecto al original periodístico. Con el tiempo, me parece que ha tomado la forma que siempre debió tener o con la que se presentó ante mí: un inconsciente homenaje al inasible virtuosismo de Carlos Lapetra, el mejor futbolista que jamás ha vestido la camiseta del Real Zaragoza).

Heraldo de Aragón, 8 de diciembre de 2003

¿Podría ser esa paloma el espíritu de Carlos Lapetra?

Nos gustaría jugar a un pequeño milagro mientras el fútbol va y viene, mientras ocurre algo o no ocurre nada. Antes del partido la vimos volar en vertical como una bengala, para ocultarse bajo una de las vigas de hierro que soportan la cubierta del Sánchez Pizjuán. Le prestamos a la escena una atención difusa, como a cualquiera de los otros detalles casuales de la tarde. Pero después, cuando empezó el juego, la paloma apareció en todas las jugadas de ataque del Zaragoza... y tenía actitud de extremo derecho consumado. Ahí fue cuando empezamos a observarla. No... no es que nos despistáramos; en realidad, es que a la paloma había que mirarla por obligación, porque formaba parte del encuentro igual que cualquiera de los 22 jugadores o el bendito Megía Dávila, el árbitro. Y atraía la vista su comportamiento indolente, como de un Ronaldo. Al alejarse la pelota, tomaba la forma estricta de un ave y se ponía a picotear el suelo girando en redondo, desdeñosa, sin importarle el partido. Pero cada vez que el balón aparecía por su lado en los ataques del Zaragoza, levantaba el vuelo para enredarse entre las piernas de Galletti, abriéndose en zig zag frente a los defensas, aplacando el aleteo para una pausa, planeando para buscarles el hueco. Por ejemplo, a David lo mató en la jugada del gol de Galletti: el defensa vio el centro del argentino, interpretó la comba del pie... pero la paloma voló hacia fuera mientras el balón iba hacia dentro. Confundido, David dudó entre pluma y cuero, tocó mal y la metió en su portería. Galletti abrió los brazos y la paloma subió el cuerpo gris inflamado de alegría por el aire.

Alguien dijo: “Tendrá forma de paloma, pero parece un futbolista”. Un siete rápido, ingenioso y genial. La culminación del modelo. De todos modos Garrincha fue un pájaro antes de ser uno de los jugadores más felices de Brasil. Ahora es primero el 7 y luego el ave. Así que intuimos que en este partido podríamos estar viendo otra cosa. Que esa escena contenía un cuento de fútbol o un guiño de eternidad. Apostado en la esquina del campo, el fotógrafo recibió una llamada: “¿Te has fijado en la paloma? -le dijeron-. Yo creo que podría ser el espíritu de Carlos Lapetra”. La contestación ratificó la posibilidad del imposible: “ Le vengo disparando hace un rato... pero no sé si la tengo”. Eran un par de dudas con sentido: ¿Pueden fotografiarse los espíritus? Y... ¿sería éste el de Carlos Lapetra?

Interrogamos a la memoria. ¿Por qué Sevilla? ¿Por qué ayer? ¿Había algún significado oculto en esa aparición, alguna señal? “¿Lapetra y Sevilla? Nada especial. En los 60, el Zaragoza acostumbraba a perder aquí”, apuntaron en la cabina de prensa. La paloma picaba distraída el verde, como si supiera que hablábamos de ella. Viéndola pensamos: ¿Y si no hay un motivo? Podestá había hecho el primero. Fastidiado, recordé que un amigo inglés me había hablado del fantasma familiar de un conocido suyo. Mi amigo es un tipo racional, ilustrado, nada sospechoso de alucinaciones. Y aseguró haber visto ese fantasma corporizado en la biblioteca, una noche en la que visitó la casa. “No parecía un fantasma, nada raro; era igual que una persona –contó-, tanto que estuve a punto de saludarlo. Acompañaba por las noches a la madre en algunas tareas comunes fuera de la finca, protegiéndola en la oscuridad”. Eso demostraría que los espíritus no requieren grandes motivos para manifestarse. Pueden aparecer por nada. Por espíritu protector. O por divertirse un rato en el fútbol.

Pero saberlo era imposible. El partido avanzaba extraño. Al marcar Villa, el pájaro ni lo celebró, se quedó quieto. Era una contradicción notable. Pero luego vino otra, la principal, admitida a regañadientes: Lapetra fue extremo izquierdo. Así que esa paloma, que subía por la derecha, no podía ser él. ¿Sería Juanito Ruiz? ¿O Canario? No, Canario aún está con nosotros. La vimos elevarse en el diluvio sobrevenido, volar por el aire de la tribuna. Alguien intentó atraparla, pero se le esfumó en un giro y después... ya no estaba. No la vimos más. Podestá había empatado. Más tarde, al cerrarse la farragosa cortina de agua, pareció que volvíamos de un sueño: había caído la noche, el Zaragoza era uno menos. Y el Sevilla había ganado el partido.

2 comentarios

cristina -

con esta crónica consigues que todos admiremos a Carlos Lapetra

cromwell -

Lástima que las palomas aparezcan tan pocas veces, y las veamos aún menos. Por La Romareda hace muchos años que da la impresión de que sólo se acercan animales de tenebroso pelaje y nobles intenciones. Nobles porque intentan hacer lo mismo que los de abajo: ser malos, incluso muy malos, y estropearnos la tarde.
Es curioso, me parece, que siempre mantengamos con tanto convencimiento que Carlos Lapetra ha sido el mejor. Si lo hubiésemos visto en directo, ni te cuento. Aunque hay cosas, obvio, que no hace falta ver.

PD: Ya me he acordado de 'El bazar de las sorpresas'. Seré gilipollas!