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Buenas noches y buena suerte, señor Clooney

Buenas noches y buena suerte, señor Clooney A George Clooney le importa el cine. De otro modo jamás habría rodado una historia como la de ‘Buenas Noches y Buena Suerte’, y desde luego no la habría rodado como lo ha hecho. Con tal austeridad, de un modo tan seco, con ese minimalismo narrativo y emocional, poblándola de un voluntario énfasis a la inversa, de héroes hieráticos. La película es de una intensidad entre adusta y nula, lo que a mí me la rebaja considerablemente. Mira que me gusta George Clooney, al que considero un actor magnífico (lo cual no tiene mérito por mi parte) y sugerente, lo suficientemente apuesto para ser un galán, lo suficientemente versátil para ser un cómico, lo suficientemente sólido para hacer casi cualquier tipo de protagonista. Mira que le tengo afecto a Robert Downey Jr., ese calavera adorable, sobre todo desde una entrevista en un talk-show inglés en la que entre risas suyas y de los demás lo confesó todo: lo que se metía, lo que se bebía, lo que se tiraba... Yo a los tipos imperfectos, a los que no se gustan frente al espejo, a los que recuerdan con su presencia excesiva que la corrección política es una mierda de hipocresía, yo a esos los quiero más que a mi vida. Y bueno, mira que me gusta Jeff Daniels...

 

También me gusta  David Strathairn, desde luego, en esta película. Él, en el papel de E. R. Murrow, legendario presentador televisivo (en los Estados Unidos, claro), y el senador Joseph McCarthy son la película. Dos antagonistas en un memorable debate sobre las libertades, sobre qué era ’un buen americano’, sobre la libertad de pensamiento, sobre los derechos civiles, sobre los recortes legales en tiempos de miedo, de guerras frías, sobre el poder y los recursos para controlarlo, sobre la entereza de un país y sus ciudadanos, sobre el papel de la televisión, sobre la dignidad de las empresas informativas... Mira que me gustan todas esas cosas, y el blanco y negro, y la inserción de algunas sesiones del Comité de Actividades Antiamericanas, y el humo que enmarca a los personajes (Murrow fumaba siempre en sus emisiones y fallecería por un cáncer de pulmón), y la mirada de acero Strathairn, y el modo en que Clooney filma los interiores, porque en la película todo son interiores.

 

Mira que me gustan esos hombres y sus convicciones (pero no se les juzga a ellos, sino a la película). Y me gusta la cantante negra que subraya cada transición interpretando piezas formidables, canciones de esos años sombríos y luminosos. Me gusta hasta el metraje, 90 minutos escasos, como las grandes de Woody Allen. Admito películas más largas, pero cuando me enfrento a una no puedo evitar acordarme de aquella frase de George Roy Hill, el director de ‘El Golpe’: “Si tu película va a durar más de dos horas, más te vale ser David Lean”. Bueno, pues a pesar de lo que me gustan todas esas cosas, a pesar de que estoy dispuesto a admitirle a George Clooney un buen número de méritos, a pesar de las nominaciones y el academicista aplauso de la crítica, yo me pongo en plan Robert Downey Jr., igual de calavera, y proclamo que mi recuerdo de ‘Buenas Noches y Buena Suerte’ va a ser mejor que la impresión que tuve mientras la veía y al terminar. Que estuvo cerca del aburrimiento.

 

Es una película poco convencional. Entendamos por 'poco convencional' un adjetivo favorable, salvo cuando se aplica a Almodóvar. Es casi un documental dramatizado. Yo le echo en falta emoción y emotividad. Le echo en falta intensidad en la narración: hay dos pasajes dramáticos (sobre el fondo de un argumento intenso pero no tenso) que uno ve como vería llover. También los personajes lo hacen. Hay momentos en que esos personajes parecen un decorado y nada más, la periferia descuidada de un guión. Sé que Robert Downey Jr. y Jeff Daniels están en la película, sí, aparecen ahí de cuando en cuando; los veo a ellos, pero no a sus personajes. Y echo de menos algo más de contexto en el episodio: “Está hecha para los americanos que se saben la historia de aquellos días al detalle”, dijo ella mientras caminábamos hacia el coche en medio de una noche helada. Tenía razón. Esto es como los titulares en prensa, que han de explicar todo porque no se puede dar por supuesto que el lector ya conoce el asunto. Puede haber llegado de otra ciudad u otro país, regresar de una amnesia de 15 años, haber caído esa mañana desde Marte... ¿Quién es ese señor que le enmienda la plana al canino McCarthy en el Comité de Actividades Antiamericanas? ¿Vencieron solos los periodistas de la CBS al senador de Wisconsin? Tenía más dudas pero ya no me acuerdo.

 

Le admito a Clooney la contención, si esa fue su voluntad, y le admito esta tesis: que los momentos históricos carecen de énfasis; que no están señalados por una partitura musical que los engrandezca; que a los grandes hombres no se les pone cara de grandes hombres cuando se convierten en uno de ellos por una palabra, por un acto, por un pensamiento. Siguen siendo normales, lo mismo que antes de ese cambio decisivo. Que mientras Joseph Kafka escribía sobre unas cuartillas las frases que confluyeron en la obra llamada ‘La metamorfosis’, nadie se detuvo en las calles de Praga a pensarlo, nadie lo supo, ni siquiera K., y probablemente alguien en su casa apartó con fastidio esas hojas desordenadas para limpiar el polvo de la habitación del genio cuando éste salió a merendar.

 

Sí, quizás la realidad fuera así, como la quiere Clooney. Yo prefiero un poco de artificio, y que me aspen por pedir algo así a una película como ésta o a cualquier película. Es que nunca me ha acabado de gustar que el cine sea como la realidad.

 

pd.: La película está nominada a Mejor Director y Mejor Película, entre otras categorías que ni recuerdo ni voy a mirar en internet. No querría que se llevara el segundo pero, como yo soy un aficionado antojadizo, ojalá le den el de Mejor Director. Total, Clint Eastwood ya lo tiene, Billy Wilder está muerto y a Woody le toca sesión de clarinete. Cualquiera menos Wayne Wang. Lo siento pero no le disculpo ’Tigre y Dragón’. Así que... buenas noches y buena suerte, señor Clooney.

 

(*) Foto: El señor David Strathairn, en su humeante papel de E. R. Murrow, el azote televisivo de Joe McCarthy desde su programa de la CBS ’Véalo Ahora’. La película es tan adusta como el actor.

 

 

 

3 comentarios

Mario -

Es, sin duda, buen cine. Pero eso no implica que sea una buena película. Creo que incido en eso en el texto. Y también en que quizá juzgamos más la altura moral de esta 'batalla' por las libertades que el relato. Pero a mí me importa el relato.
Lo, ve a verla. Mejor dar otras por vistas.

Parco -

A mí me encantó. Quizás por lo necesario que me parece hoy en día recordar ejemplos como los de Ed Murrow. O quizás porque el blanco y negro, la música y la actuación de ese duro de los de siempre que es en esta peli David Strathairn me transmiten -son sólo sensaciones, al fin y al cabo- buen cine.

lorena -

ojito con la pereza que me da ver esta peli...
yo qué sé... la doy por vista???