Calvo Pedrós, el dios de las pequeñas cosas
"Me gustaría tomar una foto del espacio, para ver qué hay más allá del cielo".
Antonio Calvo Pedrós, fotógrafo zaragozano, fallecido el miércoles a los 70 años.
Ya he contado alguna vez las tardes en que mi padre me llevaba al fútbol en los años setenta, los de los Zaraguayos, que fueron estrictamente el primer equipo del Zaragoza que aprendí a admirar y disfrutar, el primero que recuerdo con cierta nitidez. Siempre fui del Zaragoza y hace años del Barcelona. El tiempo ha preferido innegablemente al equipo de mi tierra. Cruyff, Arrúa, Diarte y Rexach (esta última filiación aún me sorprende) fueron mis jugadores preferidos, mis primeros ídolos. Premonitoriamente, de aquellas ocasionales visitas al campo me gustaban sobre todo las noches de Copa en La Romareda, porque lo más fascinante era descubrir el verdísimo rectángulo iluminado, como la visión ideal de un sueño. Una vez no pude resistirme y bajé al césped, animado por mi padre. La valla que rodeaba el campo tenía puertecitas cada tanto, así que abrí una, salté a la hierba y corrí para ponerme un instante delante de la portería. Fue en el gol Jerusalén.
El campo me pareció una extensión inmensa, y extrañamente se ondulaba un poco, como el mar. Ahí estaba Antonio, siempre estaba Antonio, reuniendo jugadores en parejas, tríos o en solitario, para retratarlos. El pecho sembrado de cámaras: "Usaba tres, cada una con un ángulo distinto, para luego vender las fotos a diferentes periódicos", contaría en alguna entrevista que he leído hoy, mientras buscaba palabras que lo alcanzaran en su gloriosa huida. De su cuello colgaban también unos anteojos atados con cordelito. Los futbolistas parecían tratarlo con afecto. Para mí, Antonio era una estrella más, y lo recuerdo en esos días con la misma claridad con la que veo en la memoria a Arrúa, a Diarte, a Antic, al torrencial Ocampos... Los años me han otorgado algunas pequeñas fortunas que hubiera deseado de chico: desde luego he conocido a esos y a muchos otros jugadores, y hasta los he abrazado ocasionalmente en algún triunfo. He sentido el afecto o un afecto parecido al que adivinaba para Calvo Pedrós (digo parecido porque Antonio siempre reclamó un afecto singular). Y además obtuve la posibilidad de conocer al hombre y tratarlo y ratificar su bondad, porque Antonio nos dio a todos los que pasáramos a su lado esa oportunidad generosa que era cambiar palabras con él, escuchar su devoción por las personas.
Guardo tres fotografías suyas: dos de Maradona en La Romareda, una con Boca Juniors y otra junto a Barbas, cuando el Diez ya jugaba en el Barcelona; y sobre todo, la que Antonio tomó de mi sobrina en brazos de Xavi Aguado, la primera vez que llevamos a Alicia a La Romareda. La escena, que para nosotros había tenido el valor de un rito de inicio, también la había retratado Antonio. Yo lo ignoraba, pero he dicho que Antonio me pareció siempre una suerte de dios modesto, atento a las pequeñas y las grandes cosas, capaz de fotografiar al vuelo instantes mínimos con un humilde espíritu de cómplice. Así, no le pasó por alto la niña luminosa que vivía su primera tarde de zaragocismo. Antonio me trajo la foto al Heraldo en un sobre sepia, una tarde, y mientras la desvelaba me sonrió como si fuera a mostrarme alguna piedra preciosa. Sabía que para mí lo era. La imagen está iluminada por ese estilo suyo que yo llamo el realismo bondadoso.
La frase que inicia este recuerdo de gratitud la he encontrado en una revista reciente y me ha parecido tan bella... Descubre en su condición de fotógrafo invisible al artista oculto que nunca quiso ser. A este hombre esencialmente bueno, y aquí sí que no hay literatura ni afectación, en verdad lo acoge ya el cielo.
[Foto: Antonio Calvo Pedrós, visto por Fernando García Mongay. La he tomado prestada de antoncastro.blogia.com. Antonio falleció el miércoles a los 70 años. Un 10 de mayo, undécimo aniversario de la Recopa: "El Zaragoza ganó, pero antes los aragoneses habían conquistado Francia", recordaba. Fue durante cuatro décadas fotógrafo oficial del Real Zaragoza, pero su cámara amiga retrató la ciudad al vuelo: partidos de regional, el secuestro de Quini, la liberación del doctor Iglesias Puga (su dentadura postiza en un vaso con agua), las chicas del Plata, bodas, siniestros, el autobús arrancado del pozo San Lázaro... Deja un archivo extraordinario de decenas de miles de imágenes que sintetizan medio siglo de la ciudad, y que ordenaba con gusto y paciencia desde su jubilación, hace cuatro años. El funeral por Antonio Calvo Pedrós se celebrará hoy viernes 12 de mayo, a las 12.50 en Torrero. Descansa en paz, Antonio].
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