El simple arte de Chandler
De las incontables veces que he visto El sueño eterno, la primera que recuerdo tiene que ver con una apagada tarde londinense en un cine de arte y ensayo, que programaba un feliz ciclo sobre Bogart. Inevitable. En Londres, para cualquier cosa hay que quedar una hora y media antes de la hora. No importa si vas al fútbol, al cine, a dar un paseo o a ningún lado: esa hora y media reglamentaria corresponde al tiempo preciso para la necesaria visita al pub y el par de pintas de rigor. Así que quedamos a la una y media, con Pablo desde luego, tomamos al menos el par y luego nos metimos al cine a ver El sueño eterno. Esa película resume a Raymond Chandler, el autor de la novela: uno sabe que apenas va a comprender la trama, que va a extraviarse seguro en la maraña de villanos que se superponen a otros villanos y que llevan a otros villanos. Que a partir de la visita de Marlowe al general Sternwood todo va a resultar confuso pero, sin embargo, emocionante, vigoroso, divertido, chispeante... ¿Misterioso? A quién le importa el misterio. Así es la novela de Chandler. Así es la escritura de Chandler. El sabio guión de William Faulkner (!) acentuó esas virtudes.
Ya he mencionado en alguna ocasión anterior que el exilio voluntario de agosto siempre exige la novela negra, los policiacos. Y que en la selección anual de la maleta siempre va incluida una de las novelas de Ray Chandler para su relectura. No sé cuántas veces habré leído cada una de ellas, pero vuelvo a hacerlo cada vez y con idénticos resultados. Este año le ha tocado a El sueño eterno, que no me parece la mejor ni es la que más me gusta. Adoro El largo adiós, que es mi campeona del mundo. Me encanta La dama del lago. Y las demás. Pero El largo adiós no admite comparación. Es tan negra, tan melancólica, tan disparatada, tan confusa, tan querible como Marlowe, el detective. Puede que Marlowe, de paso, sea uno de mis personajes favoritos de novela en toda la la Literatura. Puede que Chandler sea uno de mis autores favoritos. Y eso que a Borges y Bioy, que son un canon más que respetable, no les interesaba mucho y preferían a otros autores más cerebrales, de misterios más finos, más intelectuales. Chesterton por encima de todos. Quién va a enmendar a B y B, claro, y menos contra Chesterton. Pero Chandler me divierte tanto...
Transcribo algunas anotaciones propias acerca de la lectura de El sueño eterno estos días. Frases, costumbres literarias, métodos, pensamientos, diálogos. Si tienen algún valor será el de la admiración y el anhelo imposible de escribir así. Para quien comparta esa comezón, recomiendo con fervor la lectura de El simple arte de escribir, epistolario formidable de Chandler. Ahi van los fragmentos de El sueño eterno:
"El mayordomo se alejó a través de las abominables plantas. El general volvió a hablar, utilizando su energía tan cuidadosamente como una corista sin trabajo cuida su último par de medias nuevas".
"Encendí un cigarrillo y le eché una bocanada de humo, que él olfateó como un terrier el agujero de una rata".
"El anciano inclinó la cabeza como si el cuello estuviese asustado del peso de ésta".
"Ninguna de las dos personas que había en la habitación hicieron caso alguno a la forma en que había entrado, aunque solamente una de ellas estaba muerta".
Chandler aporta formidables descripciones físicas y morales de sus personajes:
"Un hombre de ojos fríos, con cara de cuchillo, tan flaco como una calavera y tan duro como el director de una casa de préstamos". "Tenía los dedos largos y nerviosos de un hombre con mente ágil. Parecía estar listo para una pelea".
También de los escenarios. Las comparaciones de las que Chandler se vale para ello son deliberadamente hiperbólicas, pero muy vivaces: "Había estanterías bajas y una gruesa alfombra china de color rosa, en la cual una ardilla podía pasar una semana sin asomar la nariz por encima de la lana".
La escritura de Chandler posee un singular vigor que define ese estilo negro en el que la trama no importa tanto como los arquetipos, el diálogo, las circunstacias, el fondo (negro) contra el que se proyecta la historia:
"Al día siguiente leí los tres periódicos de la mañana mientras comía huevos con jamón. El relato de lo sucedido se acercaba a la realidad lo que los relatos periodísticos suelen aproximarse: tanto como Marte se aproxima a Saturno".
Los diálogos brillan como joyas:
-Es pintoresco en los asuntos policiacos observar cómo una vieja mirando por una ventana puede ver a un individuo corriendo e identificarlo entre varios seis meses más tarde. Sin embargo, mostramos a los empleados de un hotel una buea fotografía y no están seguros al pedirles que lo identifiquen.
-Ese es uno de los requisitos precisos para los buenos empleados de hotel.
5 comentarios
Francisco Ortiz -
Mario -
Por otro lado, no diría que Chandler busque la frase sublime, aunque quizás ese matiz provenga de mi indulgencia. Yo creo que busca la frase eficaz y con un efecto deliberado. Es diferente: conozco periodistas, y escritores, en busca permanente de la frase sublime... y la diferencia es notable.
De Hammett, por otro lado, lo que más me gusta es su propia vida. Miembro de una agencia de detectives, la célebre Pinkerton, en cierta ocasión le encargaron la resolución de un caso en un barco atracado en la costa estadounidense que estaba a punto de partir hacia Australia. Hammett se frotó las manos: si no lo resolvía a tiempo, podría embarcarse para seguir sus pesquisas hasta el otro lado del mundo... Para su desgracia, encontró la solución antes de que zarpase el barco, y se quedó sin viaje. Su frustrada aventura lo deprimió tanto que abandonó su empleo, dejó casa y familia, y se largó a escribir. Su experiencia está impresa en sus novelas.
Jeremy North -
alex -
jcuartero -