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La mariposa Phelps

La mariposa Phelps


De haber podido elegir, como periodista me habría encantado escribir de atletismo, de boxeo y de natación. Lo he hecho sólo de forma ocasional, pero me fascinan. El boxeo, por su terrible épica, por los personajes, por las tramas. No es raro que haya sido uno de los deportes más visitados por el cine y por algunos de los escritores modernos más potentes. Respecto al atletismo y la natación constituyen, para mí, los más puros y bellos, los que recogen esta esencia: la lucha contra los propios límites, contra los límites del organismo, del cuerpo, de la mente. Diré esto mismo de otra forma algo más burda. Si un día tuviera un hijo, preferiría que le gustase practicar, por este orden, el atletismo, la natación, el baloncesto, el waterpolo, el rugby y el balonmano. He conocido muy de cerca a gentes que practican esas disciplinas o las he frecuentado yo mismo, y el ambiente siempre fue extraordinario, de formación, compañerismo, competición bien entendida, bravura, coraje y esfuerzo. El tenis también, aunque lo tengo por un juego de demoledora exigencia psicológica. ¿El fútbol? No lo querría... Yo me fui del fútbol porque no soportaba el ambiente que lo conforma; y no digo que lo rodea, digo que lo conforma. El fútbol es magnífico arriba, en las élites; pero en los periodos de formación me parece un juego envilecido.

La otra mañana me la pasé viendo nadar a Michael Phelps (y a los demás) en los Mundiales que se están celebrando en Melbourne. Australia es territorio de nadadores y cocodrilos: aunque parezcan realidades correlativas, no se trata de eso. Pero hay una larga tradición y una cultura que celebra el agua como medio natural. Un australiano aprende a nadar casi como aprende a andar. El vasto centro del continente es un desierto rojo y pedregoso, recorrido por dingos, canguros, wallabies y reptiles; la población se reúne en las costas, sobre todo en la suave costa este. Hay tanto territorio marítimo que los australianos tuvieron que apoyarse en Estados Unidos durante la Guerra Mundial para que las poderosas flotas yanquis protegieran su litoral; así que luego muchos australianos debieron servir años más tarde en Vietnam, como dramática contrapartida. Mucha gente aún recuerda la atroz lotería de nombres en la televisión nacional australiana: así se reclutaba a los soldados. Salía tu nombre por televisión, te ibas a la selva a hacer la guerra contra el charlie; aquí, sale tu nombre en televisión y hay un teléfono de aludidos; o bien ahora te convierten de adefesio acomplejado en adefesio tetudo. Libre de complejos.

Mike Phelps es americano y está triunfando en Australia, la tierra de Oz. Le tributo este pequeño homenaje con una foto hermosísima de su esfuerzo en los 200 mariposa, una carrera fascinante que vi en directo y en la que Phelps bajó alrededor de tres segundos su anterior plusmarca. Un bocado brutal, inhumano. La progresión de Phelps en los cuatro largos resultó incomprensible: su modo de sobreponerse al supuesto abatimiento del esfuerzo, la potencia creciente, la competitividad para enfrentar a sus contrincantes cuando le apretaron en el paso por el 150... Un nadador excepcional, en todos los órdenes. No me da tiempo a admirar lo suficiente a los nadadores: Michael Gross, el Albatros, por ese nado longilíneo, armónico y deslumbrante; Salnikov, Popov, Klymt, Thorpe, Van Elmsick, Klochkova, Van den Hoogenband, Manaudou, López Zubero, Hackett o Peirsol (lo acaba de destronar de los 200 espalda el americano Ryan Lochte, segundo tambien en los 200 estilos tras Phelps)... Olvido a muchos. Se les olvida rápido porque la regeneración es indetenible. Aún estamos a tiempo de ver a Phelps: tiene 21 años. Me pregunto cuánto durará. Dejo una bella imagen para mirarlo despacio.

1 comentario

ananula -

Felicitarte por el artículo sobre los mundiales de Melbourne y sobre Mike Phelps,puede que mi devoción hacia él me pueda pero estoy segura de que le disfrutaremos muchos años de sus hazañas en la pileta.Saludos! ^^