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Somniloquios

El hombre que no cerró a tiempo las piernas

El hombre que no cerró a tiempo las piernas


Juan Domingo Cabrera falleció el 3 de septiembre pasado, a los 55 años. Fue un 8 de toque en Talleres de Córdoba, en los años setenta. Un futbolista modesto que apenas atisbó una gloria liviana y cuya vida compuso un largo epílogo de privaciones, combatidas en un taxi y en la memoria de un hecho legendario: Cabrera fue el hombre al que Maradona le hizo un caño en su debut en la Primera de Argentinos, el 20 de octubre de 1976.

“¿Y este pendejo quién se cree que es para tirarme un caño?”, se preguntó enseguida Juan Domingo Cabrera. Cabrera contaba que recogió en un hervor el orgullo de sus piernas chuecas y le gritó al Maradona de 15 años que acababa de mancillarlo: “Nene, una y no más. Ni se te ocurra porque no vas a pasar”. Pero en las fotos, alineado con la camiseta rayada de Talleres de Córdoba, sus rasgos anticipan a alguien más bondadoso que autoritario. El paso del tiempo y las apreturas de la vida aún suavizaron más ese perfil. Si aquella jugada del genio lo incomodó, Cabrera acabaría participando de la fantasía colectiva que representó Maradona. Puede que hasta agregase algún matiz que hiciera aún mejor la leyenda, a su costa. Como esta declaración en un libro conmemorativo de Clarín: “Hoy abriría las piernas, ni lo pensaría. De modo retrospectivo, celebraba no haberlas cerrado a tiempo: “No te está haciendo un caño un Ruggeri o un Giunta. Es un caño de Maradona, del mejor”.

Dicen que por lo menos una vez en la vida todos los hombres asisten a un milagro, pero que la mayoría no se da cuenta. Cabrera vio a Maradona pero no lo vio, en todos los sentidos. Ni anticipó el caño ni anticipó nada trascendental en esa figura morena y enrulada: “Yo ni sabía quién era. Se la dio al 3 y el 3 se la devolvió. Maradona recibió de espaldas y cuando se dio vuelta, como soy medio chueco, me tiró el caño. No sentí bronca porque íbamos ganando; si vamos perdiendo seguro que lo corría y lo bajaba de un patadón”.

Desde ese día y hasta su fallecimiento, el 3 de septiembre pasado, el Chacho sólo fue el objeto indirecto de un episodio mutado en frase, lugar común y mito perdurable: el caño de Maradona a Cabrera. La leyenda gira como una peonza sobre aquel 20 de octubre de 1976, tarde de primavera en La Paternal, la cancha de Argentinos Juniors. Y en cada elipse de esa órbita repetida alguien agrega un detalle incierto, no probado. Como la frase de Cabrera o ésta otra atribuida a Maradona: “Negro, no seas mala leche”, le habría dicho el pibe al ocho de Talleres. Hay más espacios vacíos que nadie ha conseguido llenar o llenar del todo. Por ejemplo, los dos futbolistas jamás hablaron de la jugada, ni siquiera cuando Menotti los reunió en la selección después del Mundial de 1978. Más aún… no hay imágenes televisivas ni fotos del caño. Y nadie se pone de acuerdo en si el truco se dio o no en la primera pelota que tocó Diego. “Dar con una versión fidedigna de la jugada es como escarbar en la mitología del fútbol argentino”, anotó un observador diferido. Recuperar el perfil de Cabrera, la cara oculta de la luna, aún resulta más difícil.

Algunas cosas se saben. Otras se cuentan. César Luis Menotti estaba esa tarde en la tribuna de La Paternal. También Miguel Bertolotto, un joven periodista de Clarín enviado para cubrir el partido con este único encargo: contar el debut del joven Maradona, si se llegaba a producir. Maradona supo unos días antes que iba a ir al banco con la primera de Argentinos y que podría salir. Le faltaban 10 días para cumplir 16 años. Se lo anunció el técnico Juan Carlos Montes. Camino del intermedio, con el 1-0 para Talleres, Montes enfrentó al Pelusa de un lado a otro del foso: “Diego, ¿se anima?”. Por toda respuesta, el 10 le aguantó la mirada. En el camarín, el DT le anunció a Rubén Giacobetti: “Usted se queda, Giacobetti, va a jugar el pibe”. Y luego se dirigió a Maradona: “Salga y haga lo que sabe. Y si puede, tire un caño”.

El sueño colectivo
En aquellos días, la Argentina contenía un horror latente, el de la sangrienta represión que traería el golpe militar de marzo del 76. La dictadura ya hacía su feroz trabajo de liquidación embozado en ese silencio del que hablaba Kapuscinski: “A menudo los historiadores se fijan en los periodos de mucho ruido; pero los sucesos más importantes y los más atroces suelen desarrollarse en un profundo silencio”. El país vivía en uno y varios planos, como suele ocurrir. Había varias argentinas dentro de la misma Argentina y alguna argentina fuera de Argentina. Esa paranoia resulta muy reconocible, pero no alcanza a explicar las fascinaciones religiosas del criollo con algunos de sus próceres. El 8 de octubre, unos días antes del debut de Maradona, la Justicia había entrado a inspeccionar la quinta 17 de octubre en Madrid, donde víva exiliado José López Rega, el secretario del finado Perón. Con Isabelita presa en Argentina, López Rega –aficionado a la brujería y al gobierno en la sombra, al manejo sibilino del país- tuvo que huir a Suiza. Era el último bastión del peronismo.
 

El país dormía un sueño tenso y largo. Y al fondo aparecía el pórtico del Mundial 78. Diego Armando Maradona pronto se integró en el espejismo nacional. Hacía de alcanzapelotas en los partidos de la Primera. Divertía a la platea con sus prodigiosos jueguitos en los descansos de los partidos y alcanzó la fama en el programa televisivo Sábados Circulares. Cabrera jugaba de ocho para Talleres de Córdoba. Si algo lo unía a Maradona era la pobreza: Diego nació en Villa Fiorito; Cabrera, en Villa Soledad. En el fondo, eran dos negritos que crecieron jugando con pelotas de trapo en los potreros.

La vida futbolística y privada de Juan Domingo Patricio Cabrera fue sencillamente eso: una vida futbolística y privada, exclusiva de quienes lo conocieron de cerca. Nació en San Miguel de Tucumán, en una familia modesta de siete hermanos, y lo bautizaron Juan Domingo como a Perón, campeón del justicialismo y la patria obrera. Siempre quisieron considerarlo salteño y él aceptó la adopción hasta subrayarla con su muerte en esa ciudad, al extremo noroeste de la Argentina. Esos detalles insisten en la periférica modestia de su existencia, como futbolista y como hombre.
Desde Belgrano Sur, Cabrera saltó de equipo a equipo con la cautela de un gorrión. Se formó en Joaquín Castellanos y pasó por los tres grandes de Salta: Gimnasia y Tiro, Central Norte y Juventud Antoniana. Antes estuvo en el Atlético Mitre. Luego salió del interior hacia la capital federal (Talleres, después Vélez Sarsfield, más tarde San Lorenzo) y a Europa. En el Burdeos jugó 16 partidos y pronto regresó a su país. Hasta los hagiógrafos tendieron al olvido. Jimmy Burns escribió una célebre biografía de Maradona (‘La Mano de Dios’) en la que ni siquiera menciona el nombre de Cabrera al contar la jugada. En Francia los aficionados del Burdeos guardan una memoria difusa del salteño. En un foro ironizaban: “En Argentina era bueno, pero yo creo que, por lo que mostró aquí, el que vino no debía ser él, sino algún primo”.

Su mejor vida transcurrió en la T. En 1974 el presidente Amadeo Nuccetelli le había arrebatado a River el fichaje del técnico Angelito Labruna, que le inoculó al equipo albiazul un fútbol de gusto y gambeta. Cabrera llegó entonces al club y se fabricó un espacio a medida de su fútbol vistoso en el callejón del ocho, donde gobiernan el toque, la combinación y la llegada por afuera. Participó de una semifinal perdida contra River en La Bombonera de Boca; y de la final que Independiente le ganó a Talleres en 1978, con sólo ocho jugadores en el campo, mucho oficio de equipo mayúsculo y el concurso decisorio de la bota gentil de Bochini.

Eso fue lo más cerca que estuvo Cabrera de la luz. Más allá, su figura se desvanece en la memoria privada de los próximos y en la sombra de Maradona. Agotó su fútbol en el Racing de Córdoba. Con los años compró un remís (así llaman en Argentina a los taxis privados) y durante años corrió las calles de Salta en una rutina de economía pantanosa, sin definitivas privaciones pero muy ajustada. Si salió de ese pasillo opaco fue para participar en un juego periodístico que siempre lo conducía al mismo destino: el recuerdo de la jugada con Maradona. En una llegó a pedirle dinero a Diego para comprar el taxi: “Se lo voy a devolver con trabajo”. Nadie sabe en qué terminó aquello.

Si la vida de Cabrera tuvo algún énfasis fue el énfasis invertido de una sombra que se recorta contra el piso. Durante 20 años, Maradona sería la imagen positivada del imaginario comunal argentino; Cabrera compuso el inevitable negativo de esa fotografía. Aceptó su papel en la leyenda con mucha generosidad y, en el fondo, con enorme amor por el fútbol y admiración a Maradona. Ambas cosas serían la misma. La vida se le agotó pronto, como si de repente una existencia tan humilde se hubiera quedado sin episodios. Aguardaba a ser operado de un tumor cerebral cuando lo venció una neumonía. Falleció en la mañana del 3 de septiembre pasado.

Para el mundo, Juan Domingo Cabrera sólo fue el primer hombre que quiso quitarle la pelota al genio.

MediaPunta, Septiembre de 2007
www.mediapunta.es

[Este artículo -qué poco me gusta la palabra artículo y cuánto más me gusta la palabra nota, usada en Argentina-, esta nota sobre el antihéroe Juan Domingo Cabrera, la publicó el pasado mes MediaPunta, revista en la que escribo, cada vez más, desde su aparición. MediaPunta (que se reparte gratuitamente en los principales campos de fútbol de España cada domingo o día de partido) merecería por sí misma un somniloquio completo, que tal vez escriba uno de estos días. Está concebida y hecha con tan inteligente valentía y tantisimo gusto gráfico, con una habilidad de gestión tan fascinante, es tan distinta y tan libre a su manera, sin artificios, con un equilibrado desequilibrio en los enfoques y en las historias, que la tengo por una de esas utopías del periodismo que uno ha imaginado cien o mil veces a lo largo de los años de ejercicio. Naturalmente yo debí imaginar MediaPunta de forma imprecisa en muchas ocasiones, pero jamás hubiera podido darle forma, ni planteármelo. Los hermanos Pablo y Alberto Fernández-Salido lo han hecho. El caso es que MediaPunta parece un espacio concebido a la medida de un diletante grafómano y de impulsos ciclotímicos como yo. Llevo ya más de 17 años escribiendo a diario por profesión, y cada día de esos 17 años ha sido una pelea sorda por ensanchar los límites de los sucesivos periódicos para los que he trabajado. Siempre me gustó escribir de Deporte, jamás me ha pesado esa obligación; pero siempre deseé escribir de otras muchas cosas. En realidad, de lo que me diera la gana cada día. Con extensión libre, sin hora de cierre ni opinadores sobre los titulares, y tema a mi elección. Cuando más se estrechaba el cerco a mi alrededor, apareció el binomio Somniloquios-MediaPunta, que me ha permitido ejercer de forma pública ese anhelo tan privado]. 

7 comentarios

tony -

ese independiente -talleres está colgado en la red.no es el partido entero pero es un resumen de la trayectoria de bochini en independiente y salen imágenes de ese encuentro contra talleres. en la mula os lo podeis bajar. yo me lo encontré por casualidad buscando videos del pocho insúa(del que los medios argentinos decían que era el heredero de bochini, pero no se le parece ni en el cagar).

bueno mario, espero que vengas mañana a la cena de toño. nos pondremos moraditos de guiness viendo el argentina-francia y divagaremos sobre rugby.

Un saludo.

Sergio -

Muy pero que muy buena nota. Para avivar la mitología agrego que Cabrera no era ningún matungo (traducción del lunfardo: caballo), jugaba bien al fútbol en defensa y en ataque. Aquel equipo de Talleres era un equipazo que no salió campeón de milagro, justamente por ese milagro llamado Bochini. La remontada de Independiente con ocho jugadores fue increíble, nunca volví a ver algo parecido; si mal no recuerdo el último gol lo metió Bertoni. Ahora me agarraron ganas de ver ese partido. ¿No lo conseguiremos en dvd? Hay que preguntarle al abuelo de los Milito (fanático de Independiente), que seguro lo tiene grabado en super 8.
Saludos!

Iñakil -

Me doy por respondido, y será mejor dejarlo así. ¿Qué hago con mi recuerdo si resulta que no hubo caño? Un abrazo Mario.

Mornat -

Los recuerdos se mezclan con facilidad. Y otros recuerdos se le superponen. Así, resulta difícil saber qué ha visto uno o qué no ha visto, en realidad. Maradona jugó en el verano del 81 en La Romareda con Boca Juniors, eso es seguro, pero no fue el Ciudad de Zaragoza sino un partido de pretemporada. El rival de ese año en el Ciudad de Zaragoza fue el Nottingham Forest. El Zaragoza ganó 2-0 a Boca Juniors, goles de Valdano, y Oñaederra le hizo un marcaje feroz para un amistoso. Yo no estuve en el partido, he visto imágenes posteriores y no recuerdo ningún caño de Maradona a Oñaederra, pero eso no significa nada. A Pedro Luis Ferrer (que sí estuvo en el estadio) le 'suena' que el caño existió, aunque no podría asegurarlo tampoco. Intentaré averiguarlo, si acaso... Lo que todo el mundo recuerda sin asomo de duda es el disparo exacto a la cruceta del 10 en una falta al borde del área. Siento no ser el trivial. Sería entretenido...

Iñakil -

Cada vez que se habla de Maradona recuerdo la primera vez que lo vi en la Romareda. Venía con Boca, supongo, a un torneo Ciudad de Zaragoza. Como crío que era, mi única ilusión era ver a Maradona y por otra parte no entrar al pique de los vecinos de localidad que se divertían pinchándome porque Maradona parecía no hacer nada. De aquel día quedó en mi memoria un triqui que le haría supongo a Oñaederra¿?. Ahora no sé si ocurrió o simplemente mi memoria también alimenta el mito. Aun a riesgo de que me contestes que este blog no es el trivial, ¿hubo caño o no hubo caño en aquel partido?

Mornat -

MediaPunta, a mi modesto entender, es una revista para cogerla en el estadio y leerla en casa. A ratos. Tranquilamente. Esa paradoja me parece lo más interesante de su naturaleza. En los contenidos verás de todo, nadie es perfecto. Es modesta pero muy entretenida; ni vulgar ni tópica pero tampoco vanidosa. La intención y los modos creo que coinciden con tu aprensión por las coletillas. Espero.
Abrazos

davicius -

Leí la "nota" el otro día en la Romareda, pero la verdad es que del resto apenas podría decir nada. Imaginé que sería una más de esas basurillas que entregan antes del partido y que sirven para poco más que limpiar el asiento en nuestro vetusto campo..... En la próxima ocasión la leeré con más detenimiento. A mi también me gustan los textos de deporte que van más allá de lo habitual (y los periodistas deportivos que no utilizan la coletilla "por banda" o "percutir")