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75 años de fútbol

José María Gayarre: El pionero del fútbol que nunca jugó al fútbol

José María Gayarre Lafuente nació en Zaragoza, en la calle San Pablo, el 8 de febrero de 1893. Cursó el Bachillerato en los Escolapios y llegó a matricularse en la Facultad de Químicas, aunque no se licenció; él mismo se definía como "un mal estudiante". Sin embargo, su contacto con la Universidad le permitió relacionarse con los ambientes más avanzados de la sociedad zaragozana y, sobre todo, empaparse de cultura deportiva. Figura cumbre y auténtico pionero del fútbol en Aragón, nunca jugó al fútbol, pero creó y dirigió el establecimiento de este deporte en Zaragoza: fundó y tuteló sociedades, organizó la Asociación Aragonesa de Cultura Física y creó e impulsó la Federación Aragonesa de Fútbol, de la que fue su primer presidente y también su primer seleccionador.

Gayarre fue un verdadero romántico del fútbol, un cerebro dirigente, un rector perpetuo, que ejercía el arbitraje, que asesoraba, contaba las novedades nacionales y extranjeras y poseía las reglas del juego traducidas del inglés, siendo el árbitro oficial y único de los partidos que se jugaban y verdadero caudillo de este deporte durante su edad de piedra en la ciudad. Supo orientar el fútbol sin dinero y supo buscarlo de los demás cuando hizo falta. Pero él, ayudado por su inseparable José María Muniesa, siempre tuvo en la mano los hilos de la trama, lo mismo en la Federación Aragonesa que en el Iberia, donde su actividad fue colosal: vocal, vicepresidente, director deportivo, consejero delegado de la Sociedad Anónima Campo de Deportes de Torrero, entrenador y también presidente. José María Gayarre fue el último presidente del Iberia y también el primero del Real Zaragoza. Lo fue todo en el fútbol aragonés.

En plena juventud, un viaje a las minas de Río Tinto, en Huelva, le permitió descubrir el fútbol, empaparse de ese veneno que habían exportado los ingenieros y operarios ingleses de la ‘Rio Tinto Company'. Allí compró dos balones viejos, que luego le remendaría un zapatero de la calle las Armas, y un reglamento en inglés. Y con una paciencia infinita comenzó su magisterio. Fundó en 1912 la Gimnástica y no decayó cuando ésta desapareció en 1915. Todas las tardes, en el campo del Sepulcro, mientras hacían instrucción los soldados, se pasaba Gayarre sus horas muertas de soñador en quiebra, viendo a los chicos de las escuelas disputarse casi a mordiscos el balón y marcar los ‘goals' en las porterías de ropa. José María Gayarre dejó que ese nuevo caldo fermentara un poco. Luego intervino. Su actuación fue de consejero y de árbitro. De tutor. De referente permanente y absoluto.

Tomémosle prestada la pluma al desaparecido periodista Miguel Gay Berges para comprender en toda su extensión la magna cruzada didáctica del señor Gayarre en ese proceso de fermentación del fútbol aragonés:

"Era alto, moreno, serio, reservado. Miraba sobre nuestras cabezas al infinito que se remontaba tras una empalizada de traviesas de ferrocarril, que limitaba, muy a lo lejos, el campo de juego. Tenía la silueta erguida y su aire de esfinge respiraba autoridad. Nosotros le mirábamos con respeto y admirábamos su constancia: todas las tardes estaba allí. Se agradecía que un señor no se riera de nosotros, en mitad de aquel desprecio de todos. Y, no solamente no se reía, sino que, de cerca, era afable y además entendía de fútbol, tanto, que muchas veces no le entendíamos nosotros..., que éramos futbolistas (?). De él escuchamos, por primera vez, sin entenderlo, qué era un ‘offside'. Se llamaba José María Gayarre.

Conducidos por él, con su apoyo, que nos prestó sin que se lo pidiéramos siquiera, porque pensábamos que nadie nos pudiera apoyar, penetramos en la calle de Bilbao, para alternar con el equipo de los alemanes. Él nos presentó a la afición zaragozana, si la había, desde las columnas del ‘Diario de Avisos'. Él eligió a sus colaboradores, y no admitió otros; el procuró que no se le desbordara y que las cosas siguieran la derrota que marcaba. Cuando las cosas iban mal, muchas veces, volvía a quedarse solo; pero siempre salía adelante".

Pero José María Gayarre fue un hombre de actividad múltiple. Por ejemplo, sus inquietudes políticas le impulsaron a fundar y presidir en 1921 el partido Acción Ciudadana, de clara inclinación maurista. Y a presentarse como concejal en las elecciones municipales del 5 de febrero de 1922. No resultó elegido, pero en junio de 1923, en los últimos comicios celebrados en España antes del golpe militar del general Primo de Rivera (13 de septiembre de 1923), alcanzó un acta de diputado provincial por el distrito Pilar-La Almunia. Y en ese cargo se mantuvo hasta el 20 de enero de 1924, cuando, por orden del gobernador civil, el general José Sanjurjo Sacanell, fue disuelta la junta de gobierno que presidía Mariano Pin Novella, destacadísima personalidad de la vida social y política zaragozana y durante 1928-29 presidente del Iberia.

Cruzada periodística
El periodismo fue otra de las grandes aficiones de José María Gayarre. Y durante una década fue colaborador deportivo de los periódicos ‘Diario de Avisos', ‘El Noticiero' y ‘Heraldo de Aragón', donde firmaba sus brillantes ‘Notas de Sport' con los seudónimos ‘Goal' o ‘XXX'. Tenía una pluma ágil, cultivada y muy amena, aunque el ejercicio del periodismo deportivo no era, al final, más que una parte obligada, acaso fundamental, de su cruzada por potenciar el fútbol, por ordenarlo, por consolidarlo.

Gayarre, representante comercial de diferentes bodegas de Haro y Jerez, era también un excelente conversador. Y un notable orador. Se hicieron famosas en todo Aragón sus conferencias en apoyo del deporte. Y no menos famosa fue su célebre tertulia futbolística, que recorrió sucesivamente los salones del Café de Europa, El Oriental, La Perla y Salduba.

El 1 de abril de 1932 fue nombrado vicepresidente segundo y presidente en funciones del recién constituido Zaragoza Fútbol Club, cargo que desempeñó hasta el 17 de agosto de 1934, cuando presentó su dimisión y la asamblea de socios eligió como segundo presidente del club a Felipe Lorente Laventana. Gayarre pasó de inmediato a la secretaría técnica, desde donde cocinó el célebre equipo de los ‘Alifantes', que lograría en 1936 el ansiado ascenso a Primera División. Un año y medio antes, en enero de 1935, la Federación Aragonesa de Fútbol le concedió su primera Medalla al Mérito Deportivo. Fue una recompensa merecida, con la que se le hizo justicia.

El prestigio de José María Gayarre en el fútbol español fue enorme. Y para comprobarlo bastan estos dos detalles: en mayo de 1937, participó activamente en las reuniones de San Sebastián para la creación de la Federación Española de Fútbol de la Zona Nacional, cuyo primer presidente fue el comandante Julián Troncoso Sagredo, amigo personal de Gayarre, directivo desde 1934 del Zaragoza y gran impulsor del atletismo aragonés. Cuatro meses después, ‘Goal' fue nombrado mediador, junto al ex presidente del Español Genaro de la Riva y al periodista bilbaíno José Luis de Isasi, en la negociación que se abrió en Francia con los jugadores y dirigentes de la Selección vasca para que se incorporaran a la España Nacional.

También Gayarre, pese a su adhesión al Movimiento Nacional, sufrió en sus carnes la Guerra Civil. Y en 1938 tuvo que abandonar Zaragoza al destaparse su condición de homosexual. Se le hizo la vida imposible. Marchó primero a San Sebastián, donde siguió colaborando con Troncoso, y acabado el conflicto se instaló en Madrid, lejos de su familia y de sus amigos, y desapareció de la escena futbolística. El Zaragoza pagó muy cara su ausencia y en 1947 estaba otra vez en Tercera División, arruinado y sin futuro, al borde de la desaparición.

Regreso fugaz
El presidente Cesáreo Alierta lo recuperó como asesor técnico en 1953 y le dio plenos poderes, pero José María Gayarre sólo duró una temporada en el cargo. Su regreso no tuvo una acogida unánime en el club y hubo personas interesadas en que no se entendiera con el entrenador Pedro Eguíluz. Dimitió y nunca se hicieron públicas las causas de su salida. Ésta fue su última estancia en Zaragoza, estableciendo luego en Madrid una especie de representación del Real Zaragoza, en donde se resolvían todas las cuestiones centrales que precisaba el club dilucidar o gestionar en la Federación Española.

José María Gayarre Lafuente murió en Madrid el 8 de febrero de 1968, el día de su setenta y cinco cumpleaños, olvidado de todos, desconectado por los avatares de la vida del fútbol aragonés que él creó con su entrega, su loco romanticismo y su inagotable capacidad. Mereció en sus últimos años una atención mayor de quienes, gracias a su esfuerzo, vivieron, medraron o figuraron en el fútbol zaragozano. Quizá su consuelo es que, antes de fallecer, le dio tiempo de ver a su Real Zaragoza conquistar dos Copas del Generalísimo y una Copa de Ferias, de verlo campeón.

Pedro Luis Ferrer
Diario AS
www.as.com

"¡No es el Zaragoza, es el Iberia!"

El Zaragoza Fútbol Club nació el 18 de marzo de 1932 e hizo su presentación oficial dos días después en Torrero. Así que hoy se cumplen 75 años de su primer partido, de esa goleada al Valladolid (4-0) que firmaron Rolloso (2), Zorrozúa y Anduíza. ‘Chominchu‘, cronista del desaparecido ‘Diario de Avisos', encabezaba de esta forma su crónica del encuentro: "Con un triunfo tan destacado como merecido, inició el novel Zaragoza F.C. sus lides deportivas. No puede ser más brillante el comienzo de su vida. Los bravos muchachos zaragocistas jugaron con entusiasmo y acierto, consiguiendo batir por cuatro veces a ese formidable cancerbero que se llama Irigoyen, al mismo tiempo que acababan el encuentro con el cero en el marcador... No nos queda más remedio que felicitar al recién nacido Zaragoza Fútbol Club por su brillante incorporación a la vida deportiva, animándole a continuar con el entusiasmo y acierto de su primera jornada".

Pero hay que explicar, porque tiene su propia historia, por qué fue el Valladolid el primer rival del Zaragoza Fútbol Club. Y una vez más hay que remontarse al Iberia, el club que cambió de nombre y de colores para dar origen al Zaragoza F.C. El Iberia había fichado del Valladolid para la temporada 1931-32 a los hermanos Juan y Domingo Chacartegui y a Diodoro Anduíza y durante las negociaciones con el club castellano se pactaron dos amistosos, uno en el viejo campo de la Plaza de Toros de Valladolid y el segundo en Torrero. El primero se disputó el 13 de marzo de 1932 y fue el último encuentro de la historia Iberia, que se despidió con derrota (3-1) y con esta alineación: Blesa; Chacartegui II, Chacartegui I; Epelde II, Orcolaga, Latre; Rolloso, Zorrozúa, Anduíza, Tomasín y Almandoz. De los titulares, el portero Julián Osés no pudo viajar por el fallecimiento de su madre, mientras que Pascual Salas estaba lesionado. Tomasín es el futuro ‘alifante' Tomás Arnanz, que en el Iberia siempre jugó con su diminutivo.

Cambio de colores
Antes de jugar en Valladolid, el Iberia ya sabía que se iba a disolver cinco días después, así que el partido de vuelta contra los pucelanos vino al pelo para presentar en sociedad al nuevo Zaragoza. En una semana, los jugadores del Iberia pasaron de jugar de gualdinegro a hacerlo de blanco y azul celeste. La tarde en Zaragoza fue ventosa y desapacible, pero Torrero presentó una gran entrada y ovacionó largamente a los nuevos zaragocistas. 1-0 al descanso (en el intermedio se arriaron del palco las banderas del Iberia y el Zaragoza ‘tomate' y se izó la del nuevo club), y festival en la segunda parte con el cierzo a favor. La presentación fue inmejorable, con Tomás y José Mari Zorrozúa, el gran capitán, como jugadores más destacados.

Pedro Luis Ferrer
Diario AS

Larga vida al Zaragoza

Estas crónicas de 75 años de fútbol pretenden rescatar a lo largo de los próximos meses los artículos que Pedro Luis Ferrer va a ir publicando en AS. Los hechos, los mejores partidos, los personajes, las historias de la historia... Nadie mejor que Plf (acrónimo del mejor periodista, libra por libra, del momento en esta ciudad) para rescatar esos episodios. Y digo lo de mejor porque reúne las tres condiciones básicas del periodismo: conocimiento, rigor, escritura y afán absoluto por la noticia. Valores que andan en extravío. El joven periodista moderno -tan celebrado- maneja todo tipo de herramientas informáticas; sabe maquetar, diagramar, fotografiar y a veces incluso escribir, aunque a muchos les cuesta distinguir las categorías gramaticales y redactar con una sintaxis coherente. Plf no sabe nada de informática, apenas. Aunque lo intenta. Sin embargo, sabe todo lo que haya que saber acerca del Zaragoza, con un afán memorioso y preciso que le permite hablar con la misma facilidad del partido del domingo pasado y de uno que se jugó en marzo de 1941. Es el periodista auténtico, el de toda la vida. El de verdad. El único, por más que quieran ahora convertir en periodistas a ciudadanos cogidos a lazo por el espacio digital. El periodismo me parece cada día más estúpido y vulgar. Por eso traigo aquí a Plf. Y porque es mi amigo, o sea. Su primera crónica recupera el proceso de fundación del Real Zaragoza, el 18 de marzo de 1932. Larga vida al Zaragoza... y a Plf para que la cuente.


El Zaragoza Fútbol Club -sin el título de Real, que no incorporaría hasta el 30 de marzo de 1951, aprovechando una antigua concesión de Alfonso XIII en 1921 a la zaragozana Sociedad Atlética Stadium-  se fundó el 18 de marzo de 1932. El día de su nacimiento ha llevado a no pocas confusiones, porque el acta de constitución lleva fecha de 15 de marzo, aunque no se firmó hasta el 16. El documento era una especie de hoja de ruta privada que establecía los pasos a seguir acordados para culminar un pacto histórico entre los hombres del Iberia y los del Zaragoza, entre los avispas y los tomates. Pero el actual Zaragoza se constituyó el 18 de marzo de 1932, sólo unas horas después de que las juntas generales de socios del Iberia Sport Club y del Zaragoza Club Deportivo aprobaran sus oficios de disolución como sociedades legalmente constituidas. Ese era el paso definitivo para poder acudir juntos al Gobierno Civil e inscribir al nuevo club, a un club que surgía para acabar con tres lustros de guerra fratricida y sin cuartel.

Para sellar la tregua se había designado una comisión formada por cinco representantes de cada club. Por el Iberia Sport Club: José María y Luis Gayarre, Antonio Sánchez Candial, José María Muniesa y Luis Ferrer. Por el Zaragoza Club Deportivo: Antonio Hormigón, Julián López Herrero, Juan Briz, Liberto Herrero y José Torregrosa. Estos diez fueron los firmantes del documento de constitución, que desde 1999 se exhibe en una vitrina en la sala de juntas de la sede del Real Zaragoza.

La mal llamada fusión. Popularmente se habla de fusión, pero no hubo tal. Entre otras cosas, porque el Zaragoza Club Deportivo había sido dado de baja en las Federaciones Española y Aragonesa el 2 de diciembre de 1931 por su enorme deuda. Todavía existía como sociedad legalmente constituida, pero ni tenía derechos federativos, ni campo (había perdido el arriendo del campo de la calle Asalto), ni jugadores, ni casi nada. Por perder, había perdido hasta de su junta directiva a sus hombres más solventes, a sus mecenas, a aquéllos que habían soportado con su propio dinero la lucha enconada contra el Iberia. Ya no quedaban en puestos directivos ni Julio Ariño, ni el conde de Sobradiel, ni Anselmo Gracia, ni Diego de Funes, ni Pascual Irache...

El Iberia Sport Club sí tenía derechos federativos (al menos una plaza en la Tercera División), un campo magnífico (Torrero), una plantilla de 18 jugadores profesionales (500 pesetas al mes más primas), más de 4.500 socios al corriente de sus cuotas; y conservaba, sobre todo, al frente de sus filas a los grandes pioneros del fútbol aragonés, a José María Gayarre y a José María Muniesa.

El Iberia, al frente. Pero el Iberia, también golpeado por la fiebre del profesionalismo, no quería perder para siempre a los aficionados tomates. Había que recuperarlos, sumarlos, y eso pasaba por crear un nuevo club. Un club de todos y con todos. Para lograrlo, el Iberia sacrificó sus colores y su nombre, pero impuso todas las condiciones: no aceptó hacerse cargo de la deuda del Zaragoza, se reservó el derecho de elección de los cargos directivos y su orden de socios fue prioritario. Es sencillo: para la ciudad nacía un nuevo club, que iba a vestir los colores de la Federación Aragonesa (blanco y azul celeste); para la Federación Española, para el fútbol, era el mismo club, pero con otro nombre.

Lo escribió en 1953 José María Gayarre, último presidente del Iberia y primero del actual Real Zaragoza, en sus inéditas y formidables memorias: "Para nosotros fue muy duro renunciar al nombre del Iberia y a nuestros gloriosos colores gualdinegros. El Zaragoza había sido víctima de sus propios errores, pero nuestro club estaba saneado y no corríamos peligro de desaparecer. Al final pesaron más las razones que los sentimientos. Partimos del hecho de que el nuevo club tenía que ser el Iberia, pero cambiando el nombre por el de la ciudad. El Iberia cambió de nombre y de colores, pero no cambió de estilo. Su nombre estará siempre unido al del Real Zaragoza, al que presagiamos un vivir eterno".

Diario AS, 18 de marzo de 2007
www.as.com