El espíritu del Rey Lagarto
En Discópolis de Radio 3, mi emisora musical de cabecera desde la juventud, me he enterado de que los Doors ofrecen un par de recitales en España. Nunca he sido gran aficionado a la lisergia de los Doors, lo cual será fácilmente rebatible por cualquiera que conozca bien su obra, pero desde luego admito que las grandes canciones son grandes canciones. En el caso de los Doors, hermosas canciones. Hipnóticas canciones. A veces impertinentes canciones. Tampoco estoy tan seguro de que Jim Morrison fuera exactamente un poeta, pero me vale con el hecho de que aspirara a ello y con algunas líneas verdaderamente redondas de sus temas. Además, murió en París y está enterrado en Père Lachaise... Quiso parecerse a Rimbaud. Se borró a los 27 años. Y su novia Pamela Susan (ese nombre...) se fue rapidito bajo tierra persiguiendo al Rey Lagarto cual culebra atormentada, como si la hubiera atrapado esa puta conciencia trascendente de los colgados más célebres. El que pueda refutar la enferma lírica de estos acontecimientos que levante la mano. La poesía no son sólo versos.
El caso es... iba yo pensando de qué forma armar la febril 2-3 del AS cuando caí en la cuenta como en una piscina helada. Pero... ¿están vivos los Doors? Más bien habría que rodearlo de exclamaciones, porque me espanté: ¡Están vivos los Doors! Paso por ser el periodista más desinformado y el peor lector de diarios de mi distrito, pero no saber que los Doors habían seguido en la carretera todo este tiempo... Pues sí, están vivos, sostiene José Miguel López, que cada día a la una de la tarde te invita a un viaje cosmopolita por el mundo musical. Eso dice la promo del espacio. Yo tenía para mí que los Doors andaban enterrados con el cadáver invisible de Morrison, que nadie vio salvo Pamela Susan Courson, quien lo guardó en una bañera tintada de sangre hasta que llegó el cajón. Dicen que murió por causas naturales, una hemorragia inexplicada, después de pasar la tarde en su apartamento en París con Pamela, merendar con Pamela, aspirar heroína con Pamela. Dicen que ese mismo día o el anterior Nico, una vieja amiga, una joven amante, lo vio pasar en el asiento trasero de un auto negro que bajaba la Avenida de la Opera, en una imagen como de un sueño. Nadie sabía que deambulaba por la ciudad. Dicen que lo mató la China Blanca, un purísimo corte de heroína que ese verano del 71 hizo furor en el París desmayado; dicen que si acaso se la fumaría o se la metería por algún agujero, porque sus amigos recuerdan que nunca soportó la idea de pincharse una aguja sobre el cuerpo. Dicen que le hizo vudú desde el otro lado del Atlántico una vieja hechizera. Dicen que sólo Pamela vio el cadáver, atribuido de una quebradiza paz final que tendría los acordes de The End, el último corte del primer disco, la última canción que oyese Morrison antes de vomitar sangre. Dicen que murió en circunstancias extrañas. Digo que la muerte es una extraña circunstancia. Dicen que lo último que se escuchó en el departamento parisino fue la voz de Jim desde el baño, llamando a su chica: "¿Estás ahí, Pam? Pam... ¿estás ahí?". Nadie lo escuchó. Dicen que lo vieron en el desierto australiano hará unos cinco años, en las colinas de Los Angeles hace diez, en cualquier lado en cualquier tiempo...
Los Doors actuaron en Madrid anoche y hoy en Barcelona (Riviera y Razzmatazz). Discopolis aclara que son los llamados Doors del Siglo XXI, reunidos en septiembre de 2002, variación del grupo original corregida por el tiempo y la memoria. Persisten en la formación Ray Manzarek, amigo de Morrison en los días de la facultad de cinematografía de UCLA, y Robby Krieger. Interpreta los temas de los Doors, las poesías concéntricas de Mr. Mojo Rising, el señor Ian Astbury. Se parece al original, sí, pero el espectáculo no está armado alrededor de la alegre necrofilia de los rasgos, sino en la relectura de letras y músicas que Astbury subraya de un modo respetuosamente personal, sin absurdas imitaciones. La radio emite una versión de LA Woman bien animada; y otra de Good Rockin’ Tonight, un rock&roll clásico que interpretan con cuidada energía. En el aleph virtual averiguo más tarde que ni siquiera se llaman ya los Doors del Siglo XXI, porque John Densmore (batería y miembro fundador de la banda) interpuso una demanda y se les prohibió el uso de ese nombre. Les hizo un favor. "El futuro es incierto y el final llega en cualquier momento", dijo Jim Morrison. Las puertas que se cierran se abren pero vuelven a cerrarse, digo yo.
Así que ahora se presentan como Riders of The Storm, los Jinetes de la Tormenta, en homenaje conveniente al último tema grabado por Morrison con los Doors. El caso es que el espíritu del Rey Lagarto sigue vivo y coleando. No en las leyendas, en las que también hay algo de poesía popular. Ni en la orgía de las palabras que enredan su lápida en el cementerio parisino. Sobre todo en la música, su verdadero espacio.
Foto: Morrison, Manzarek, Krieger y Densmore, en los días del Lagarto. Manzarek, Krieger y el morrisoniano Astbury: veteranos de la tormenta.
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m.jose -
leonel -