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Villoro: pasión inteligente

Villoro: pasión inteligente

A modo de epílogo o conclusión de lo que fue la charla del pasado miércoles en la Fnac, si se me permite dejo la recomendación de este libro: Dios es redondo, del mexicano Juan Villoro (Crónicas/Anagrama). Un volumen de anotaciones con perspectiva variable, siempre de sutil y cuidadosa inteligencia, que tienen como línea de fuga el hecho futbolístico, rodeado de circunstancias y protagonistas. Su estructura, fragmentada en artículos o bloques de artículos, permite picotear sin rigor cronológico y pasear en la dirección que cada cual prefiera. Cualquiera es buena, incluso la línea recta. Hago la sugerencia en rabioso directo; o sea, mientras yo mismo lo leo. Los artículos de Villoro poseen el valor de la palabra bien escrita, pero además se imponen de un modo u otro la obligación de la inteligencia, la viveza, la lucidez o el ingenio. No aspiran al lirismo descriptivo sino a la eficacia de lo contado y el discernimiento de lo que no aparece tan evidente a simple vista, de forma que a veces derivan hacia el relato y otras caminan de puntillas, alumbrando ideas o atreviéndose al riesgo de una conjetura que los aproxima al ensayo. Villoro tiene una forma nítida, bella, de escribir de fútbol y aquí la expresa con fluidez, con naturalidad. Su pasión no quiere justificarse a través de floridos ditirambos, sino tomándose este deporte como lo que es: un juego, pero un juego que (como todos los juegos infantiles) hay que afrontar muy en serio. La pasión no elude la razón.

La tapa de la edición que ha hecho Anagrama posee además la felicidad de una imagen de Cartier-Bresson: un par de chicos se disputan la pelota al borde de una campa de césped alborotado. El balón aparece vivo, suspendido a un palmo del piso. Y sobre la línea de cemento que delimita la banda, el mundo externo a ese partido, una larguísima fila de jóvenes religiosos de sotana se abotonan unos sobre otros y mezclan en la neblina las faldas de sus hábitos. Ninguno le quita ojo a la pelota, que en ese instante ejerce la poderosa atracción del mismo centro del Universo.

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