Blogia
Somniloquios

Diego dispara a la cabeza

Diego dispara a la cabeza

Real Zaragoza, 2-Betis, 1 

El Príncipe cazó al Betis y lanza al Zaragoza arriba - Robert descontó con un golazo - La lesión de Aimar dejó huérfano al equipo - Edu vio la roja 

Aimar camina por el campo de fútbol con un candil prendido en la mano, igual que Diógenes, buscando un hombre pero sin esa impostura filosófica del barril y la higiene desatenta. En general busca un hombre que lleve su misma camiseta, y lo busca para darle la pelota o, si acaso, darle un gol, que es la felicidad en este juego. A Diego Milito le entregó ayer el segundo del Zaragoza después de una jugada de fascinante punteo: primero lanzó el contraataque por el carril central, en una muestra más de su prodigiosa lectura de los espacios. Luego tiró una combinación con D’Alessandro, después entró al área por la puerta lateral, allí recogió la sutil pared y salió otra vez hacia fuera: dejó tirado a Rivera, luego a Nano y, de vuelta, le cambió el sentido el balón para cruzar entre la defensa un pase de gol. Milito hizo el 2-0.

Si se explica la jugada con ese detalle es por dos motivos. Primero porque, vista desde el punto de vista del Zaragoza o desde el punto de vista neutral, esa reunión de placeres que dibujó Aimar fue para encargar un marco y poner la jugada sobre la cómoda; mirarla por las noches y rezarle. Una fascinación tras otra, todas tan armónicas que duelen sólo de verlas. El otro motivo tiene un alcance más global, porque la luz de Aimar definió en buena medida el partido: sin el Cai, que se marchó lesionado en el descanso, el Zaragoza extravió el camino, y el Betis se despertó cuando nadie lo esperaba ya.

La verdad es que el Betis había empezado bien el partido. Tuvo pasajes prometedores y un primer pelotazo de Wagner que restalló en el lado de fuera de la malla como un aviso. Había salido bien dispuesto y supo por dónde encontrarle la vuelta al Zaragoza, que sin la pelota aún es un equipo medio esponjoso, sobre todo por el medio y por afuera. El balón de Robert al green que vigilaba Diogo lo encontró Wagner en ventaja. Se le pusieron los ojos como platos, pero la largó al lateral. Son las cosas de los equipos de Víctor Fernández, un entrenador que siempre prefiere pensar en lo que pasa más que en lo que pueda pasar. O sea que, puestos a priorizar, le importa lo que haga su equipo con la pelota, y no tanto lo que podrían hacerle sin ella. Es la diferencia con los cagones.

Lo cierto es que el Betis pudo hacer daño. Anunció un encuentro de detalles tácticos y peligro arriba, a pesar del presunto adelgazamiento de su ataque. Sin embargo, en el minuto 12 encajó el 1-0 en un balón medio tonto en el área, un balón que las defensas deberían pulverizar pero que fatalmente tocó Sergio de cabeza. Quedó blandito en el área y Diego Milito, de modo prosaico, un poco a la Gerd Müller, lo mandó al gol. En medio escorzo, y bien pegado al palo. Es esa cosa serial que tienen los goleadores, que enseguida se ponen golosos. Milito lleva ya siete goles en siete jornadas. En seis partidos, porque se dejó uno por lesión.

El tanto le arrancó todas sus convicciones al Betis, que se había visto tan bien... Se arrugó un cachito y eso incendió al Zaragoza, que se puso a jugar a velocidad de ángel. La velocidad de Aimar. Pablito vino al medio y desde ahí dobló el partido en tres amagues, dos fintas y cuatro pases, fabricó el 2-0 y se metió la noche en el bolsillo, hecho de fantasía. Cuando se quedó en el vestuario, llenó a los suyos de una duda que era pura melancolía. En ese hueco de los relojes se coló Robert para lanzar desde la izquierda un jugadón prodigioso: Robert escapó como un fantasma y acabó hecho carne en el balcón del área, desde donde clavó un globo de agua a la escuadra.

Hasta ahí, el Betis estaba con diez por la expulsión de Edu, acusado de un codazo medio invisible. Estaba confuso y con su medio campo hecho trizas, pero Irureta le dio cuerpo con Capi y Vogel; y Robert le agregó sentido con su golazo. El Betis desmintió todo lo anterior, tuvo al Zaragoza sedado y si no llegó a más fue por asfixia y porque el Zaragoza tenía atrás a Gabi Milito hecho un Tarzán. Otra vez con una impresión radicalmente contradictoria, el equipo aragonés se durmió en Europa. El Betis se había llenado de dignidad durante 45 minutos, pero la dignidad no puntúa. Contra los goles de Milito, es nada o casi. Es el infierno por abajo.

Diario As, 22 de octubre de 2006
www.as.com

0 comentarios