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Verbena de fin de curso

Verbena de fin de curso

Mallorca, 3-Real Zaragoza, 1
Diario As, 14 de mayo de 2006
www.diarioas.es 

Para la gente del Mallorca una permanencia es un triunfo de fuegos artificiales, porque el equipo que llegó a la Champions y a la final de Copa hace unos años fue descapitalizado poco a poco o a bocados, y lo que queda apenas da para un ejercicio anual de supervivencia y las exhibiciones del torrencial Arango, un jugador no sólo interesante sino muy apetecible. Para el Zaragoza el encuentro suponía sólo la despedida, el largo adiós que viene desde el 12 de abril. Se presentó adelgazado en Son Moix, con sólo tres jugadores de campo en el banquillo, Álvaro tocado, Gabi Milito en Argentina, Zapater y Capi de centrales, Diego suplente, Cani en medio del camino a ningún futuro, Movilla de boca en boca y tal.

Esa disonancia de ánimos quedó retratada en el fútbol. El Zaragoza tuvo instantes de tiqui tiqui que parecían animarlo, pero en general... bah, fue apenas un buñuelo de viento. Además se comportó con una mortal impericia en la defensa. Es decir, fiel a sí mismo hasta el último día. Eso puso el partido en los pies de Arango, delantero con aspecto de asaltador de caminos, de furtivo o buscavidas. Arango no presiona, acecha. Con la pelota tiene zancada de gacela y un sentido casi animal del peligro. Pero ese aliento de selva venezolana esconde a un tipo refinado, como el buen salvaje de Rousseau después de un par de cursos en Cambridge.

Para la recauchutada defensa del Zaragoza, Arango compuso un interrogante gigantesco. Porque además Arango te llama a que lo salgas a buscar a la pradera, en campo abierto, y ahí logra emboscarte con su velocidad, con la intuición, ese paro y sigo, dos pases. Ha marcado once goles con el de ayer. Es uno de esos tipos que te sostienen en Primera a poco que los demás no se hagan los locos. Por eso Manzano le ha pedido al presidente que no se lo venda. Porque si lo vende y le exige la permanencia, Manzano se va a sentir como un prisionero en la plancha de los piratas.

Los tres goles del Mallorca (y otro que le anularon a Pisculichi que... en fin) califican para la verbena que hubo en las gradas de Son Moix: después en las gradas, antes en la defensa del Zaragoza. Verbena de primavera, con la banda de metales del lugar interpretando Paquito el chocolatero, que sería la forma castiza del Rock and Roll del extravagante Gary Glitter, esa canción que sonaba siempre en el United Center de los Bulls. Música de ánimo y comunión. Arango madrugó en el primero a César y los dos centrales, que hicieron un breve ridículo acabado en gol. El de Farinós llegó al segundo remate, tras una frivolidad de Zapater. En ese estado de derribo de la defensa aragonesa, Yordi salió e hizo fortuna con su estilo directo. Fortuna y el tercer gol.

El Zaragoza pasó por el partido sin pisar demasiado. Tuvo dos nombres, Savio en la primera parte y Lafita en la segunda. El brasileño marcó el empate con carambola en Ballesteros. Su último destello murió en el descanso, sustituido. Víctor puso a Diego arriba y retrasó a Lafita a la banda. Y Lafita participó, llegó, disparó... Atrás se reconoció a sí mismo. Fue el único detalle de un Zaragoza crepuscular y mediocre.

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