Hombres de negro
Los All Blacks han puesto en marcha cinco semanas de gira por Inglaterra y Francia con una rotunda demolición de los ingleses en Twickenham (20-41), este domingo. Cuatro ensayos (Mauger, Hayman, Rokocoko y Carter, que añadió cinco golpes de castigo y tres transformaciones). La derrota más notoria de la historia del estadio londinense, lo que pone de relieve la elevación de los hombres de negro. Dos objeciones. Una de parte de los ingleses, que encuentran un caso para su defensa alegando que el juez de televisión les birló un ensayo válido en el minuto 5 de partido. El árbitro, el francés Joël Jutge, no vio la pelota en el instante en que Jamie Noon pugnaba por plantarla al otro lado de la frontera, sometido a medias por el placaje de dos neozelandeses. Recurrió al juez de vídeo y le preguntó: "¿Ves la pelota?". Y el otro respondió, convencido: "No la veo, por la gloria de mi madre". Y no dieron el try, con lo que los ingleses se enardecieron en los condicionales ("what if...?") y su entrenador, Andy Robinson, razonó de forma muy británica, ordenando los conceptos del revés como en una frase interrogativa: "Esa no era la pregunta que el árbitro debió hacerle al juez de tv. Debió preguntarle si en las imágenes veía alguna razón para no dar el ensayo". Robinson apelaba a una suerte de presunción de inocencia, que se formularía así: un jugador que traspasa la línea de marca y cae al otro lado con la pelota, ha ensayado... mientras no se demuestre lo contrario. Las imágenes que miró Berdos no demostraban nada. La otra objeción va para los All Blacks: chicos, no vale con vestirse de negro, bailar una haka amenazante, ganar el Tres Naciones en agosto y darles una paliza a los ingleses en Londres a principios de noviembre. Es hora de ganar una Copa del Mundo. Lo demás no pasa de escaramuza.
El sábado, en el mientras tanto, Gales empató con Australia en el Millennium Stadium (29-29) gracias a un golpe de castigo final de Hook, personaje que por lo visto no conoce el miedo. Las crónicas subrayan que fue un partidazo memorable y que en Cardiff lució el sol. Lo segundo resulta aún más increíble que lo primero. Hay que advertir que los australianos se han convertido en unos maestros del despiste: se pasan los meses previos a las grandes competiciones (hay Mundial en 2007) dando razones para pensar que su enésima renovación les ha rebajado el nivel. Y luego llegan a los días de la guerra y, mientras en su país se rompen la camisa deshechos en críticas, los Wallabies avanzan, de pronto un día se cargan a los All Blacks y luego juegan la final. A veces la ganan, y en cierta ocasión tropiezan con el pie incorrupto de Jonny Wilkinson. Pero esas cosas pasan una vez en la vida. Como el sol una tarde de noviembre en Cardiff...
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