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La Navidad

La Navidad

 

De la Navidad hay que hablar a toro pasado siempre, como del fútbol. Si no, corres el peligro de pasarte de listo y quedar expuesto. La Navidad puede ser muy traicionera, no hay que tocarle las bolas del árbol. A mi entender, la Navidad contiene en su inevitable simbolismo el simbolismo más feroz: el paso del inconcreto tiempo, extraña materia, y sus bien concretas consecuencias sobre nuestras vidas. La Navidad ayuda a pensar qué narices hacemos por aquí todos, ayuda a comprender los sufrimientos, a fortalecerte en las pérdidas... Ese tipo de cosas tan divertidas. Su juego consiste en, cuando eres niño, armarte alrededor un fantástico Belén en el que participa todo el mundo al que quieres; después, conforme vas creciendo y aun antes, van desapareciendo todas y cada una de las figuritas de ese precioso Belén... y te quedas tú solo poco a poco. Si tienes los huevos suficientes, entonces el Belén lo armas tú para los que vienen por detrás, regateando la conciencia de lo que habrán de extrañar en el futuro. En eso consiste crecer y hacerse adulto. Las demás zarandajas (la barriga, la caída del pelo, las arrugas, el trabajo y tal) quedan en cuestiones menores. Por si fuera poco con lo propio, a veces te crece también la conciencia de las desesperanzas variadas del mundo. Si sucumbes a eso, como dicen los argentinos, cagaste hermano. Ya no levantas la Navidad.

Esta Navidad, ahora hablando ya en serio, contiene dos pérdidas irreparables: la de los Reyes Magos, que vamos superando como podemos, y la de Stella Warren, la nena que hacía de Caperucita en el anuncio de los lobos de Channel nº5. Ahí sí que se viene uno de esos traumas bien jodidos. No creo tanto en los traumas infantiles como en los de adulto. Cuando uno es niño tiene el cerebro de chicle, y la memoria fofa. Lo que sobra se almacena en el insconsciente, que es un trastero a conveniencia, menos jodido que el consciente y los recuerdos, tan constantes para un adulto. Yo siempre llego a la Navidad con zozobra, pero cuando reparé en que Channel había jubilado el anuncio de Caperucita y el Lobo para clavar en su lugar a Nicole Kidman en su empalagoso mundo Moulin Rouge, me derrumbé.

Paso a detallar el ranking de las DIEZ cosas que no me han gustado de esta Navidad.

  • La Navidad.
  • El anuncio de Channel: Nicole me parece tan exacta, tan fría, tan lejana, tan porcelanosa, tan perfecta actriz, tan amenábar y tan von trier, que me resulta indiferente.
  • El mensaje del Rey, las fotos de sus niños y la escapadita de esa familia de alegres desahogados a esquiar (actividad que este garante de la democracia parlamentaria no interrumpe ni aunque se derrumbe la T-4 sobre un par de ecuatorianos trágicamente amodorrados).
  • Los especiales navideños de Little Britain: flojitos. Como era de esperar, se resquebraja mi entusiasmo.
  • El partido de Aragón: mimetismo provinciano.
  • La vaciedad de la prensa deportiva, la televisión deportiva y la radio deportiva en estos días, aún superiores a la habitual vaciedad de la prensa deportiva, la televisión deportiva y la radio deportiva el resto del año. ¿Por qué no cierran todos una semana?
  • Los mensajes de los móviles, soy así de amargo. El del cepillo de dientes, el del simulacro de amor y paz, el de los 365 días de sexo y no sé qué, el de su puta madre... Al final se acaba por agradecer la sinceridad de un simple "Feliz Año, cariño", "Feliz Año, amigo mío", "Feliz Año, os quiero".
  • El final de 2006 y el inicio de 2007. Los años enteros. El concepto del paso de los años. Los años en sí. Todo.
  • La explicación de cuándo empiezan los cuartos y cuándo empiezan las campanadas. ¿Hay esperanza para un país que precisa detallado esclarecimiento anual de un proceso tan simple?
  • El regreso de Sorpresa, Sorpresa y su asqueroso lagrimeo televisado. Llorar es un proceso tan íntimo que jamás debería ser mostrado, salvo a quienes están dispuestos a llorar por ti o contigo.

2 comentarios

Andy -

Eso es el problema, La Navidad ya no son quince días al año, son al menos cien. Uno ya llega cansado antes de nochebuena.

Anónimo -

La Navidad son quince días al año, eso es precisamente lo que la hace especial.