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Somniloquios

Silbidos en la niebla

Noche fría, sin fútbol ni temperatura. La grada protestó. Ristic le dio la victoria al Málaga. El Zaragoza administró y nunca se vio en serio peligro
 
Real Zaragoza, 0-Málaga, 1
Octavos de final, Copa del Rey 

La noche tenía un aspecto apacible, con esos tres goles de ventaja. Una noche para los actores secundarios -sin que el término quiera ser peyorativo- y los aficionados conspicuos. Porque cayó el frío como una manta de latón sobre el estadio y la escena, diseñada para la recolección de méritos, se puso hostil. Más aún con el fresco empeño del Málaga, que se adelantó antes de un cuarto de hora y produjo en el Zaragoza una cierta ansiedad de advenedizo, de equipo que no está pegado porque muchos no suelen jugar. La grada quería superioridad, tenía razón Víctor y no valía con pasar. Pero tuvo que valer porque no había más. Así que en la niebla se oyeron silbidos. De esos que se olvidan pronto, pero silbidos.

El Zaragoza pasó, pero de algún modo insistiendo en esa versión pálida que le vimos en el Bernabéu. Dadas las circunstancias, no se puede elevar un juicio demasiado severo, pero hay que anotar algunos aspectos. Por ejemplo, la constatación de que Ewerthon no se acaba de encontrar. Pasó otra vez desapercibido, sin generar peligro ni combinaciones que subrayasen su presencia. Sergio García tampoco anduvo demasiado certero, pero al poco de empezar ya se había plantado en las barbas de Goitia y luego pasó la noche en un cimbreo constante y ágil, de aviso de gol. Por lo demás, todos sabemos lo que da Miguel, lo que da Chus Herrero, lo que da Aranzábal... Por muchos motivos, uno quería ver sobre todo a Longás, un futbolista de los que le ceden su personalidad al juego. La temporada no ha sido justa hasta ahora con Longás, pero él está sabiendo poner los acontecimientos en perspectiva y ordenar sus prioridades. Hace poco lo explicó en una entrevista. La cita no es textual, pero venía a decir: "Este año estoy aprendiendo, mi año tiene que ser el próximo". Ni siquiera el asunto De la Red lo ha perturbado; Longás antepone la paciencia a la vanidad, y no le hace falta que pensemos por él. La paciencia no es sólo una virtud moral; también supone un rasgo de inteligencia. Son dos ingredientes de su juego. El primer tiempo lo tuvo por protagonista, en ese dámela que la juego, vamos por aquí, salimos por allá que le surge con total naturalidad. Luego perdió fuelle. Normal en alguien con escaso ritmo de partidos. Longás acabó sin energía, desplazado a la izquierda y sustituido por Eneko. La grada le aplaudió: sabe que este chico siempre tiene algo que decir con la pelota

¿Y el Málaga? Bueno, el Málaga supo cómo componer una amenaza, lo que no era poco en su papel: muchos jóvenes para la jornada de campo y playa, viaje en el día, tres goles en contra. Pero con la boira nocturna que estos días tiene tomada Zaragoza, uno se despierta rápido, y el partido tuvo desde el comienzo un ritmo vivo, como si los futbolistas quisieran desmentir el prejuicio que acompañaba a la noche. La actividad no significa calidad, ni profundidad, ni precisión, ni combinación. El Zaragoza no tuvo nada de eso. Después . Por afuera no había mucho que rascar, los esfuerzos de García tuvieron un algo de agonía individual. Así que las advertencias del Zaragoza fueron pequeñas o no fueron.

El Málaga, sin embargo, se puso mucho más concreto por el lado de Ernesto. Tanto que en el minuto 14 hizo una estupenda jugada sobre el flanco izquierdo y largó una pelota al jardincito del segundo palo. Aranzábal cerró más tarde que temprano ese balón y Ristic le dio al Málaga un gol con el que incordiar. Algo así no estaba previsto, pero de alguna forma era previsible. El Zaragoza cayó en esa imagen propia de los equipos hechos de jugadores no habituales, y le crecieron el desánimo y la imprecisión, mientras la grada se impacientaba. Trató siempre de recomponerse, pero sin tino, y Ernesto pudo encajarle el 0-2 en otra pelota en el segundo palo. Si no lo hizo fue porque la quitó de la raya Aranzábal, sí, pero sobre todo no lo hizo porque Dios no quiso.

Luego el partido se fue vaciando, mientras caía una niebla que ayudaba a recordar aquel gol de Violeta a Las Palmas en una noche gris como ceniza. Piqué intentó un par de cabezazos incompletos y Molinero luego lo revoleó con una patada algo lasciva. Y que siga la Copa que aquí, en el fondo, no ha pasado nada.

Diario AS, 18 de enero de 2007
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