Los sitios de Zaragoza
Campeonato de Liga, 19ª Jornada
Zaragoza, 0-Recreativo, 0
El Recre sobrevive a un largo asedio - Aimar y todos chocaron con López Vallejo, enorme - Uche, Guerrero y Sinama pudieron matar - El equipo sigue sexto
Durante 20 minutos desesperados, emotivos por la belleza que adorna a la voluntad, Pablo Aimar se echó a su equipo a la espalda y lo llevó hasta donde pudo, jaleado por una grada febril. El partido no se había parecido a lo esperado. En su avance hacia Europa, los dos equipos eligieron caminos alternativos. El Zaragoza (mermado y sin Celades a última hora) tuvo que reinventarse con un medio campo bajo en calorías, bien ligerito: Movilla de único pivote; Longás y Aimar como livianos escuderos; García y D’Alessandro por afuera; Diego en la punta. Sin Viqueira en la creación, el Recreativo le opuso orden, posición, una defensa adelantada, el medio campo tirado atrás, poco espacio y un apunte de falsa resistencia pasiva, afilada con esa capacidad suya para la réplica fulminante.
En ese rato final en el que Zaragoza y Recre se jugaron de verdad el partido, Aimar se hizo grande, cubrió un espacio amplísimo con la pelota, saltó todas las trincheras sin temor al fuego ni la metralla, repartió balón por dentro y por fuera mientras el Recreativo multiplicaba hombres, brazos y piernas en la defensa, acudió como un salvaje a cabecear un par de centros del estupendo Lafita, dejó un par de pelotas colgadas del alero del gol y, por último, largó una falta a la escuadra. El encuentro había llegado ya al alargue, ese purgatorio del fútbol, ese tiempo que no existe en los relojes. Mientras las manecillas se derretían como en las pinturas de Dalí, Aimar dibujó con tinta china una falta que no era (a esas horas Pérez Lasa se comportaba con la fiabilidad de un sonajero) y López Vallejo la bajó de la escuadra con la levedad de un ángel.
El héroe y su antagonista. El portero del Recre ya le había sacado una chilena portentosa al argentino, cuando más viveza tenía el Zaragoza. Unos primeros 25 minutos de monólogo diverso, juego elaborado, muy bien Chus Herrero por su banda, profundo y combinativo; aseado y con participación Longás por adentro, aunque otra vez el partido le quedó muy largo; vitalista e incisivo Sergio García. Pero faltaban D’Alessandro y Diego. Andrés apareció por todas las esquinas, pero sin darle sentido a su profusión. Una pena porque quiere la pelota, vadea ríos y corona montañas para buscarla... pero luego se le quedan las ideas pegadas al pie y el pie al balón. Le gusta jugar al escapismo, compromete a los defensas con pies de goma, juega con la pelota como si fuera chicle en la lengua. El problema viene cuando quiere engañar y a su alrededor no hay nadie al que engañar. Entonces Andrés resuelve engañarse a sí mismo. Y lo consigue.
De cualquier modo el problema está en que el huracán Diegol ha perdido fuerza. Era fácil dejarse llevar en el viento favorable de un delantero como él. Ahora el equipo lleva cuatro de los últimos cinco partidos sin gol. Ayer se comportó como en una rueda de peones, dándole vueltas a un enemigo aculado sobre su área, sin apuntillarlo. Un sitio bien elaborado salvo por la ausencia del arma definitiva: era como intentar convencer a los resistentes por medio de la palabra. No hubo forma de hacerlo, claro. Nadie se rinde con argumentos, se diga lo que se diga. El Recreativo se asentó primero, riguroso en las ideas y su ejecución, y luego apuntaló el medio con Arzo e igualó el choque. Entonces la moneda pudo caer de cualquier lado: Javi Guerrero cabeceó en parábola al palo; y César le negó un par de sustos a Uche y a Sinama-Pongolle, que tuvo la última en una contra feroz a cinco minutos del final.
La bendita aparición de Lafita recuperó valores: arrojo, juventud y fútbol por las bandas. Puso tres centros con lazo de gol. Celades agregó cordura a ese tráfago desesperado que es la guerra, y proclamó que el partido hubiera sido otro con él. Aimar había jugado un partido contradictorio, con un algo de intermitencia, pero punteada con maravillosos detalles. Se redimió cuando quiso ganar el partido por encima de cualquier cosa, con pura voluntad de crack. Lo impidió López Vallejo: quitó un gol que venía de la cabeza de Sergio García y, al final, liberó de la escuadra el que había soñado Aimar.
Lunes, 22 de enero de 2006
www.as.com
2 comentarios
Mario -
Un abrazo
Iñigo -
De vez en cuando sigo tu blog. Y valoro muy positivamente su lectura.
Hoy me ha sorprendido leer en AS tu artículo del supuesto interés del Zaragoza en Raúl García. Me interesa saber en qué te basas para decir "el club ya sabe que podría negociar su contratación en cifras mucho menores, a partir de 10 millones." Como lector sé que el presidente de Osasuna no lo quiso vender este verano por cifras superiores a 12 millones de euros. Izco, presidente de Osasuna, es hombre de palabra, rara avis en el fútbol, y ha asegurado que no lo piensa vender por menos de la cláusula de rescisión. De ahí proviene mi duda.
Un cordial saludo