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Somniloquios

Fago: nieve y silencio

Fago: nieve y silencio

 

Un buen amigo me pide que reconsidere el somniloquio que le dediqué a la muerte en Fago, un poco más abajo. Como a él, a mí también me parece que el ruido mediático ha prejuzgado a los vecinos del lugar, y lo ha hecho además de un modo generalizador y casuístico, sin señalar a nadie pero extendiendo una sospecha apoyada en cuitas más o menos llamativas. Es el modo de los medios de comunicación, el único modo posible. A mí siempre me ha sorprendido que el periodismo se tenga tanta confianza y se observe a sí mismo como fiscal reputado de la realidad, infalible en muchos casos. Porque me parece que cuando uno maneja verdades parciales (y las del periodismo a menudo son verdades parciales, contadas por terceras personas, a veces teñidas de interés, o de partidismo, o de mala baba), digo que cuando uno maneja verdades parciales al menos hay que observar la posibilidad del error como posibilidad cierta. Y no digo que el periodismo deba renunciar a su función, no sagrada pero sí fundamental; lo que digo es lo que me digo yo mismo cada día: debemos hacerlo con un compromiso individual y colectivo de rigor máximo, todo el rigor que sea posible. Y con una humildad mayor, mucho mayor de lo habitual. El periodismo acostumbra a ser demasiado vanidoso. Cualquiera suscribirá este ingenuo desiderátum: todos sabemos que la premura informativa de cada día es un monstruo que hay que alimentar como sea. A veces, a costa de muchos principios. No nos hagamos los vivos.

En la última semana he seguido leyendo las noticias que llegan desde Fago. Cada vez más silenciosa, como si las cubriera la nieve que ya cae con un algo de pereza otoñal sobre las montañas de Aragón. Se van retirando los periodistas de las calles porque los detalles escasean. Leo en Heraldo sobre el efecto que la presión mediática está teniendo en el pueblo; se mantienen apenas una veintena de informadores en Fago y en Ansó. Posada Magoría, imagino, regida por Enrique Ipas Ornat... alcalde de Ansó y uno de los varios Ornat que permanecen allí. Debemos ser familia lejana, concluimos en cierta visita, pero cualquiera sabe dónde se reúnen las ramas de un árbol tan frondoso. Ese es otro tema. Posada Magoría o en casa de la Mari, el Hostal Kimboa, donde solemos comer cuando vamos allá. Ensalada y carne asada, claro. En esos lugares paran los periodistas que vigilan Fago desde Ansó. Creo que es María José Cabrera quien ha opinado estos días en alguna columna que el foco sobre Fago tiene que ver con el clima de enfrentamiento político entre el Partido Popular y el PSOE. Yo creo que el asunto se debe más al gusto por la víscera (extendido a los telediarios), a la conversión de los sucesos, de las noticias policiales, en tema principal informativo. Y desde luego, al morbo que tiene Fuenteovejuna como posibilidad. "En esta muerte en Fago hay más sospechosos que en una novela de Agatha Christie", escribió alguien. Y aunque suene frívolo, esa es la historia que se ha contado. Yo le veo ahí la lógica periodística, nada más.

Pero está claro que la información remite porque los investigadores se cierran sobre sí mismos, protegidos por el sumario del caso. Cae la nieve sobre el valle (pienso en El Perjurio de la Nieve, el cuento de Bioy Casares) y se va depositando un silencio creciente en los medios, que hablan apenas del proceso de elección de un nuevo alcalde o de que ahora la investigación apunta al entorno inmediato del asesinado, Miguel Grima. Las últimas tiras de una información que se apaga. Y de si la pareja que se cruzó por la escena del crimen vio a una o a dos personas. En realidad, ese fortuito encuentro fue lo que me impulsó a escribir sobre Fago. Ese pliegue de la realidad que no casa con la realidad. Esa impresión que tenemos de que hay algo que no cuadra en lo que vemos, o en lo que oímos. Un engaño, una impostura de la verdad. Todo eso y la similitud cinematográfica del nombre con la película de los hermanos Cohen. Ya dije en ese somniloquio, como le expliqué a mi amigo, que no creía en la versión de Fuenteovejuna y que traté de explicar ese escepticismo al decir que me resultaba una hipótesis inconcebible. En los últimos días he oído, sotto voce, al menos tres hipótesis paralelas que explicarían el crimen. Ninguna ha aparecido aún en los medios. Y no las voy a contar ahora porque son eso, hipótesis, y aquí importa la verdad, no las presunciones periodísticas o somnilocas.

Escribí sobre Fago y mientras lo hacía me rodeó una cierta tristeza atávica, de alguien que quiere el valle de modo lejano; también con algo de rencor contra mí mismo, por rodear una muerte (hecho tan concreto) con la abstracta transparencia de las palabras ajenas.

1 comentario

Clouseau -

Ha sido el panadero, ya verás.