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Somniloquios

Tusitala, esquina Boswell

Tusitala, esquina Boswell

La tarde del sábado la dejé caer muy despacio. Desde Murrayfield, el estadio de rugby, tomé un autobús hasta Prince's Street, la arteria comercial de Edimburgo, y después rodeé las estatuas que jalonan la avenida, la pinacoteca nacional escocesa y el impresionante monumento a Walter Scott para ascender hacia la ciudad vieja. Durante horas caminé por las callejas de piedra, tomado por una placentera soledad. Edimburgo parece hecha para ese estado de ánimo, en el que uno se siente más cerca cuanto más alejado está. Un lugar ideal para deambular por las viejas calles del espíritu. Basta ir arriba y abajo de la Royal Mile. Visité el Museo de los Escritores, un espacio modesto pero de delicada sensibilidad, que rinde tributo a Robert Burns, el padre de la poesía escocesa, al poderoso Walter Scott y, desde luego, a Robert Louis Stevenson, mi preferido de los tres. Stevenson falleció joven, antes de los 50 años; en las imágenes que exhibe el museo se ve a un hombre flaco y de ojos prominentes, cabello liso peinado con raya a la derecha, y una afabilidad generosa en la mirada. Las fotografías, escritos y pensamientos de Stevenson, viajero vocacional, en los Mares del Sur me dejaron una profunda emoción que me acompañó toda la tarde. Los nativos de las islas del Pacífico le llamaban Tusitala (el narrador de historias). Seguí caminando despacio hasta el portón de entrada del castillo de Edimburgo, levantado sobre un viejo volcán. El viento soplaba con vehemencia. Unos pocos metros antes encontré este pasaje en el que una placa recuerda que aquí se conocieron, en una cena, James Boswell y el doctor Samuel Johnson. Ese encuentro propició la que tal vez sea la biografía más feliz que se ha escrito nunca, el recuento de conversaciones y horas que el joven escocés pasó con el escritor inglés: La Vida del Doctor Samuel Johnson. Un libro obligatorio para la educación del espíritu y el intelecto... si es que a alguien le importan una de esas dos cosas o las dos.

[Foto: El hombre somniloquio, frente al Boswell's Court, en la Royal Mile de Edimburgo... Fernando Savater anotó en su prólogo a la obra de Boswell la cita de Litton Strachey, que define así al autor de la biografía de Samuel Johnson: "Uno de los éxitos más notables de la historia de la civilización lo consiguió una persona que era un vago, un lascivo, un borracho y un snob". Un gran tipo, en definitiva. Cómo no vamos a querer a Boswell...].

4 comentarios

Marlo -

El querido Boswell... Todos de pie, señores. Realmente los escoceces con Boswell y Stevenson tienen medio cielo ganado. Por cierto, Stevenson escribió en una carta: "Pienso seguir leyendo a Boswell hasta el día en que me muera". Son realmente amigos más que autores admirados. Qué extraordinario debe ser que a uno lo recuerde gente desconocida de otros siglos por la felicidad que les dio.

Ana Lahoz -

Jaja... estaré equivocada pues.

Mario -

El viernes pasado estaba en Glasgow, precisamente... Así que o bien Nerea Vadillo vio a mi doppelgänger o bien me vio algún otro viernes o bien la fiesta de tu Paso de Ecuador tuvo excesivas consecuencias... En todo caso, hizo muy mal en no saludarme ni a mí ni a mi copia.
Saludos

Ana Lahoz -

¿Asi que estás por tierras escocesas?
Yo el verano pasado estuve un mes en Edimburgo y me encantó. También me perdí muchos días por sus calles y ahora me trae muy buenos recuerdos leer tus palabras: el Museo de los Escritores, Prince´s Street, el Castillo, el parque, el Hotel Caledonian... un viaje inolvidable, vamos.

A cuidarse.

(Pd: Nerea Vadillo me dijo que te vio el viernes pasado. Por la noche, ambas, nos pegamos una tremenda fiesta en mi Paso de Ecuador)