En el infierno también llueve
Aris, 1-Real Zaragoza, 0
Primera ronda Copa UEFA
El 1-0 es un resultado más falso que un cajón de doble fondo. No incluye ninguna ventaja y además incorpora una engañosa proximidad. Por eso vale tanto un gol fuera de casa en Europa. El Zaragoza incurrió en bastantes errores en el primer partido con el Aris. Se dejó ganar el partido anímico, el único en el que podía imponerse a su rival; perdió el del marcador y expuso una paradoja notable: estuvo más cerca del gol que del fútbol. Tuvo buenas ocasiones y ningún juego. En La Romareda deberá compensar el gol de Papadopoulos. Mientras, deberá ir resolviendo otros problemas. Sigue sin ganar esta temporada.
En el infierno también llueve, aunque parezca un fenómeno teológicamente improbable. Pero en el Kleanthis Vikelidis la hinchada no se calla ni debajo del agua. Aquí la liturgia del entusiasmo se desarrolla con ortodoxia muy griega. El estadio liberó en la noche un grito ahogado, oscuro y comunal. Los niños del coro en versión barrio bajo. Luego empezó el fútbol, con el campo hecho un manicomio resbaladizo. Al Zaragoza la precisión le costó sudores. Si tuvo la pelota, fue poco y mal. El Aris llegaba antes a todo, madrugando siempre a su rival en las disputas. Pronto empezó a jugar a la escaramuza, un estilo racial, orgulloso. Al frente apareció Felipe, jugador bajito y corredor como un topillo. Por el otro lado venían Neto y Toni Calvo, que empezó a poner balones con buen estilo y mala leche. Al Zaragoza sus balones se le iban a cualquier lado. Los del Aris caían sobre el área de López Vallejo como macetas sobre la acera. Ayala cruzó el pie en un tiro medio errado de Calvo. El portero del Zaragoza hizo cuerpo a tierra y la sacó con aprensión.
El Aris no se entretuvo. En cuatro minutos ganó un tiro libre en la falda derecha del área y lo licuó en gol. Calvo tocó con esmero y Papadopoulos (siempre hay uno o dos Papadopoulos) puso el parietal. No es raro que al Zaragoza le marquen por arriba. La insistencia del hecho es un juicio en sí misma. Ahí hay un problema, de esos que tienden a hacerse crónicos. El 1-0 partió la lluvia en dos. La gente bramaba y llovía hasta debajo de las tribunas. Sobre esa ventaja, el Aris compuso un vigoroso ejercicio de fútbol-ruido. Ni bueno ni malo, sino todo lo contrario. Adrenalina, cierto orden y repliegue. El Zaragoza entregaba la pelota como si se la pidiera la policía, sin hacer preguntas. Casi siempre fue una hoja en el viento, un cuerpo sin tejido ni alma, sin virtudes materiales o espirituales. Hasta la media hora no embocó un tiro con dirección a la red. Luego acumuló dos disparos altos o largos de D'Alessandro y Sergio, y otro de Matuzalem que Chalkias sacó con un manotazo desordenado. Pavón cabeceó solo y fuera. Y Ronaldo sacó una testa de Ayala que iba a gol. El Zaragoza se comportaba como un boxeador incómodo o perezoso, fiado en su facilidad para tocarle la cara al rival.
Goteo
Las obligaciones se las dejó para la segunda parte. O para Zaragoza, más bien. Componer la figura, pegar el cristal del retrato y meter algún gol. El Aris se iba a amansar y en ese claro debía entrar el Zaragoza, que durante un rato hizo un amago de tomar el peso del partido. Tocó más, favorecido por el gesto de contraataque del Aris. Sergio García probó a Chalkias en un giro imponente en el área. El portero estaba ahí. Y también su defensa, que rechazó otro intento de Matuzalem. Había mucha gente reunida en el área para empapar ese riego por goteo del Zaragoza. La pregunta se planteó enseguida. ¿Valdría con eso?
La respuesta se extendió pronto como un pliego de cargos. Le dio más trabajo el Aris a la contra a López Vallejo que el Zaragoza a Chalkias, que se limitó a descolgar un par de pelotas con la misma tranquilidad con la que bajaría un par de perchas del armario. Víctor reordenó. Diogo y D'Alessandro fuera; Diego Milito y Gabi al campo. Zapater de lateral. El efecto fue el mismo. Ninguno.
Diario AS, 21 de septiembre de 2007
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