Lo que yo te diga...
He descubierto que puedo leer mientras escucho música. He intentado escribir con música, pero no puedo escribir con música (ni siquiera acariciado por el dúo Stan Getz/Chet Baker) ni desde luego escribir música. Aunque Ali trató de explicarme el otro día qué es una corchea y me definió los tipos y los sonidos, tuvo el mismo éxito que cuando intentan explicarme cómo vuelan los aviones o en qué consiste la operación acordeón del Zaragoza o cómo se blanquea dinero a través de un billete de lotería o del fichaje de un jugador de fútbol. Ali ha empezado a estudiar piano y ballet, lo que prolonga -por vía de ascendencia materna- la cierta relación que mi familia ha mantenido con la música: mi abuela tocaba el piano y bordaba, mi tía Micaela tocaba el piano y ejercía de mezzosoprano y viajaba, mi cuñada estudió piano y mi sobrina, ahora, aprende lo que son las corcheas y me lo explica con mínimo éxito. Yo apenas alcancé a tocar el tambor, lo que requiere una mediana habilidad con la mano izquierda (que es la clave de un buen redoble). Siempre pensé que estaría capacitado para aporrear la batería, pero lo que de verdad quise y quiero aprender es a trastear la guitarra. Montar una banda de rock y ser la voz: vocals and supporting guitar... el Tanque Ornat, yeah!
Hablando de música... por algún motivo que ignoro me interesan más las elecciones estadounidenses que las españolas. No se trata de que yo tenga o practique una mirada geoestratégica. Tal vez lo mío tenga que ver con la pura diversión y con el hecho pervertido de que observo el mundo como el que mira a un escenario con personajes; o mejor una pantalla de cine con personajes. Y los personajes de aquí me aburren y los de allá me divierten. Por eso yo iba con Rudy Giuliani, el más reconocible de todos salvo por la cornuda consentida y conveniente por la que tengo a Hillary. De Obama no sé qué pensar. Salió muy fuerte pero le han pegado cuatro mordiscos y no sé si tiene la dentadura afilada como la señora Clinton, que para empezar montó su oficina hace rato en un Harlem que ya no tiene casi nada que ver con los días de Shaft. Por otro lado, tengo grandes esperanzas en que McCain, el que parece que va a ganar en el lado republicano, se convierta en un gran personaje. Con ese nombre de marca de pa'atas anuncia muchas posibilidades.
Los republicanos me gustan no por su ideario, que no sé cuál es, sino porque soliviantan mejor y más rápido al antiamericanismo tópico de este lado, y a mí eso me pone mucho. En ese aspecto, Giuliani no hubiera tenido rival. El propio Enric González lo definió, en su maravilloso Historias de Nueva York (libro que recomiendo como la mejor guía turística posible de la Ciudad), como un "tipo duro, carca y racista". La vehemencia de esa reunión de adjetivos se me cruza con la cantidad de juicios entusiastas que reuní en NY acerca de la personalidad del ex alcalde de la ciudad, admirado, valorado sobre todo por la eficacia de su limpieza. Y también con su fracaso en las primarias republicanas, donde había reunido más dinero que ninguno de los otros candidatos. Aquí los sabedores de todo y especialistas de nada que son los contertulios multimediáticos dicen que se ha pasado de ego y que su retirada se debe a esa estrategia suicida de presentarse sólo a las primarias del supermartes (el próximo) y poco más; pero yo leo el NY Times, tíos, yo soy la hostia, y en el Times analizaban el otro día la cosa desde una perspectiva mucho más próxima: si Giuliani ha fracasado no es por eso, aunque algo ha influido porque ha permitido a sus rivales engordar sus nombres en las sucesivas votaciones; Giuliani estaba destinado al fracaso porque, razonan allá los analistas, no es lo suficientemente conservador para las gentes de su partido, y porque su campaña no se ha ocupado de rebajar ese perfil liberal que le acompaña. América desconfía de Nueva York; la América republicana no se fía de un tipo liberal como Giuliani, al que aquí tenemos por un emigrante conservador italiano de segunda generación que limpió la Nueva York del crack de los 80 a base de juego sucio, paradoja que explica muchas cosas. El caso es que uno no se acuerda ni de su padre cuando goza la posibilidad de pasearse por Times Square y por Manhattan a cualquier hora del día o de la noche con esa impresión de tranquilidad tan reconocible.
Tal vez ese prejuicio antiliberal-antineoyorquino-antiintelectual lo emparente de una forma muy extraña con gente como Woody Allen o Paul Haggis, elementos que procuran a Estados Unidos una redención intelectual a través del cine. Lo que a Estados Unidos no le interesa demasiado, puede ser, pero tal vez si algo distingue a los americanos de fuera de Nueva York es que, en general, dudan poco de sí mismos. En el Valle de Elah propone una reflexión poliédrica que plantea muchas cuestiones sin juzgarlas del todo, sin exponer una tesis de solución o de juicio. Desconozco si Paul Haggis duda o prefiere, en su condición de canadiense, no emitir un juicio resolutivo, o bien si opta por un inteligente relativismo que no lo es, o por permitir a los espectadores hacerse un juicio propio o bien ningún juicio apriorístico. O tal vez a Haggis sólo le interesa contar una buena historia, opción que yo siempre preferiré. El caso es que lo logra y al mismo tiempo tal vez logra muchas conclusiones diferentes, lo que funciona de maravilla contra el pensamiento único. No será una película redonda, pero sí una película mayor, hecha con sensibilidad muy coherente, logro que al que contribuyen de forma decisiva Tommy Lee Jones y Susan Sarandon y también, desde el personaje con la subtrama más débil, Charlize Theron. Tommy Lee Jones es un tío cojonudo, además de un actor cojonudo. Las dos cosas son la misma en mi cerebro. A Susan Sarandon la considero sin paliativos la mejor actriz de los últimos 30 años, a la altura de las clásicas más grandes. Y ojo que estoy diciendo las más grandes, que yo no me ando con mandangas. Con unas pocas escenas le basta para levantar un personaje de una pieza, rotundo de matices, y agraciar varias escenas terribles. Su conversación por teléfono con Tommy Lee Jones y la visita a la morgue militar encarnan la Pasión según Paul Haggis.
Respecto a Charlize Theron, esa muchacha liviana posee la virtud de la naturalidad compositiva. En los personajes excesivos se arregla para darles una dimensión precisa, lejos de las sobreactuaciones; en los contenidos, como el de esta terrenal policía madre de familia, la actriz interpreta con sencillez a una antiheroína de ambiciones muy naturales: "Yo no tengo una carrera, tengo un empleo", le dice a un superior que la acusa de arribista. Una frase para hacer un cartel en la oficina, en muchas oficinas. Ahora pienso que Theron ya anunciaba esos niveles en su primera aparición que yo recuerde, en la Celebrity de Woody Allen, cuando representaba a una supermodelo que decía cosas como "yo obtengo mucho placer de mi propio cuerpo", mientras fumaba un cigarrillo tipo More. Si alguien es capaz de dotar a un personaje así de la gracia correcta, es que algo hay. La he estado viendo y me recuerda a la Pam que hace Shelley Duvall en Annie Hall, cuando después de follar con Alvy Singer/Woody Allen da rienda suelta a su afán pijotrascendentalista y dice: "Alvy, el sexo contigo es una experiencia kafkiana... y eso es un cumplido". Su adjetivo preferido era transpléndido.
Advierto ya que a Los Crímenes de Oxford y a El Amor en los Tiempos del Cólera no voy a ir. Respecto a la segunda, sé de antemano que el lenguaje de García Márquez no se puede llevar al cine. El nudo de mágicas eufonías y la fluidez de las frases -que jugaron un papel básico en mi educación sentimental- me parece imposible de transponer. Tal vez si Garci fuera colombiano caribeño...Pero ni aun así. Respecto a Los Crímenes... tengo dos motivos de peso. El primero sucedió una noche que aguardaba un semáforo en la entrada del Paseo Independencia y un lector de Somniloquios, y sin embargo amigo, me saludó al grito de "¡No vayas a ver Los Crímenes de Oxford!". No hay peligro, lo tranquilicé. El segundo motivo es que Álex de la Iglesia parece muy interesado en no interesarme nada. Lo considero un caso notable de talento muy bien desaprovechado. Primo de Julio Medem.
Eso sí, yo siempre digo que lo que menos hay que tenerles en cuenta a los directores españoles son sus películas. ¿O nos juzgan ellos a nosotros por nuestro trabajo? A Fernando León de Aranoa lo llevé una noche en mi auto porque tenemos un amigo común, y en el corto trayecto me pareció un tío muy majo, de una sobria simpatía. También David Trueba, que tenía todos los boletos para lo contrario, me cayó muy bien el día que coincidí y me lo presentaron (Luisito Alegre otra vez, siempre, por supuesto); claro que no pude atenderle mucho porque yo había bajado para conocer a López de Ayala, Pilar; y, aunque ajena y vaporosa como una ninfa, me quedé sordo repentino pensando en aquellos besos que daba en los días felices en que ella era Carlota en Al Salir de Clase; unos mordiscos que quitaban el hipo a cambio de provocar varias contracturas inguinales. Ahora, mi director preferido en España es Agustín Díaz Yanes, de lejos. Lo conocí una larga noche en medio de una mesa de desarrapados beodos que zozobraban peligrosamente entre los manteles; Tano, así le dicen sus amigos y yo, no estaba entre ellos. Se mantuvo siempre erguido como buen atlético que es. Nos despedimos con un abrazo sentido en el Paseo de las Damas (calle zaragozana de hermosísimo nombre) y desde entonces yo, en las cosas del cine, voy siempre con Díaz Yanes. Él ya no se acordará de mí y yo no he visto ni una sola película suya, pero lo que yo te diga: Tano es un tío cojonudo. Pero cojonudo, eh.
13 comentarios
Nuha -
Mornat -
Nuha -
Pues yo ayer me acosté con Oscar Wilde, un buen tipo que me hizo reír con The importance of Being Earnest. Por razones obvias o no- no lo traduzco.
Mornat -
Nuha -
tony -
Aquella desvalorización de la imagen del hijo le suscitó de un golpe toda la compasión que le estaba debiendo."
al llegar a casa he vuelto a releer por encima algunos fragmentos del libro. Me he quedado con este. Sublime
Mornat -
tony -
El de Aracataca es, a mi modesta manera de ver la literatura, el escritor que mejor ha sabido plasmar en un libro la nostalgía, la desazón, la melancolía, el desarraigo, la tristeza, la soledad del alma, las pasiones mas primitivas del ser humano.... He leído Cien años de soledad al menos cinco o seis veces y cada vez disfruto mas haciéndolo.
Yo si que nunca iría a ver una versión cinematográfica de Cien Años de Soledad. Amor en tiempos de cólera me gustó, pero no lo tengo tan idealizado como la saga de los Buendía, por lo que no me supondría un chasco tna grande una mala adaptación al cine.
"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo."
Nuha -
¿Intentarlo? Un irresponsable, suicida y sin escrúpulos...
Yo tampoco iré a verla, pero he leído por ahí que en esta adaptación (como en casi todas, me atrevería a decir) poco queda de la novela de García Márquez, por no decir nada. En fin, una pena...
Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados. (...) Florentino Ariza tenía la respuesta preparada desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches:
Mornat -
¿A ver quién filma una frase así?
Nuha -
Mornat -
davicius -
Buena foto de la Rodríguez.... Jamás hubiera pensado que te gustara.