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Somniloquios

Un agujero en la cabeza

The Revolution Starts Now (Steve Earle and The Dukes)

 

Algún día os voy a contar lo que yo llamo la teoría del bocadillo de salchichón, un suceso habitual de mi infancia que mi madre recuerda bien y que anticipaba mi problema más grave de la edad adulta: nunca estoy satisfecho con lo que tengo. Esa teoría viene hermanada con otra que llamaríamos Teoría Tom, Dick y Harry, basada en los intentos de huida de La Gran Evasión y consistente en la construcción permanente de túneles de huida de la realidad. Cuando yo era niño me fascinaba construir túneles en montículos de tierra, generalmente acumulada por los obreros para alguna de sus obras. Con algunos amigos, jugábamos a roturar esas montañitas con nuestras manos y construir túneles tan largos como nos permitieran nuestros brazos. Cuando podíamos meterlos hasta que el hombro tocase con la entrada del túnel, entonces parábamos e iniciábamos la construcción de otra galería desde la ladera contraria, con el fin de unirlas. Me gustaba la tersura aterciopelada de la arena fría y húmeda del interior; me gustaba el momento en el que las yemas de los dedos, arenosas, tocaban las yemas de los dedos del otro, que había avanzado desde el lado contrario hasta comunicar los agujeros. Entonces igualábamos la anchura de ambos lados hasta dejarlo perfecto. Luego lanzábamos una pelotita por un extremo para verla salir por el tobogán de la boca opuesta. O bien llenábamos un cubo con agua y la arrojábamos con cuidado de un lado a otro, para que bajase en un torrente interior que no inundase la galería. Con los años me he dado cuenta de que aquel comportamiento equivale a la construcción de túneles de escapatoria en mi arenoso cerebro, juego que practico con desesperada constancia. Es mi forma de huir.

Somniloquios constituye el mayor de esos túneles, el más feliz y el que contiene una mayor ambición, si se le puede llamar así. A vosotros os puede parecer un mero ejercicio, más o menos gracioso, de diletancia o entretenimiento, pero no tiene nada que ver con eso. Somniloquios es una batalla, un acto cotidiano de simple supervivencia contra las insatisfacciones y la frustración. En ese sentido no tiene nada de edificante, pero me aproxima a la salvación. Hace tiempo que pensé, de un modo algo dramático, que sólo las palabras pueden salvarme. Incluso aunque no valgan mucho. Incluso las que no llegan.

Steve Earle decidió muy pronto que haría la revolución con palabras enredadas en una guitarra. Hijo de un controlador aéreo, educado en Nashville y en la Texas sureña, a los 16 años se largó de casa para tocar música contra la guerra de Vietnam. Con esa edad no le permitían interpretar sus composiciones o subirse siquiera a un pequeño escenario en un club o un bar, así que acompañaba por los cafés a grupos de activistas. A los 19 años se casó con la primera de sus cinco esposas. Por el camino fue educando todas sus influencias e instintos musicales, rebasó el bluegrass, el folk, el country, su versión alternativa y el propio rock; mejor que rebasarlos, lo que hizo fue fundirlos (como otros tantos grandes autores americanos) en un género intermedio que va y viene de unas reminiscencias a otras y compone un concepto tan reconocible como es la música americana, potente, despiadado, honesto, áspero, realista. Un tipo de sonido perfecto para la lucha, la protesta, el inconformismo y el mensaje. El concepto de cantautor me parece un coñazo a este lado del Universo, pero de la América silenciosa (concepto encantador) surgen este tipo de songwriters cuya concepción musical permite ir más allá o más aquí de los mensajes y aterrizar en un sonido estimulante, repleto de pensamientos cruzados y de tradiciones superadas, que no olvidadas.

La descarnada identidad de los personajes ayuda a creer en ellos y en lo que hacen. A principios de los años noventa, la adicción de Steve Earle a la heroína le impidió seguir trabajando. Dejó de escribir y producir y se pasó un par de años o algo más detenido en el tiempo, un periodo que él mismo bautizó como "mis vacaciones en el gueto". La droga y un asunto de armas de fuego terminó con Earle en la cárcel. A la vuelta de ese tiempo, curado de todos los excesos salvo el exceso maravilloso de la creación musical, comenzó a dar lo mejor de sí, hasta hoy. Esta noche, Steve Earle tocará en la Oasis, un lugar verdaderamente paradisiaco de ofertas diversas, indispensable en esta paz tramposa de los desiertos que a veces nos parece Zaragoza. Una gran ciudad para vivir, pero no para luchar. En ningún sentido. Después de Los Sitios, en Zaragoza casi todas las batallas pueden darse por perdidas de antemano y es probable que uno acierte en el pronóstico. Mientras tanto, podemos escuchar al revolucionario Steve Earle, esta noche junto a su mujer Alison Moorer. Es una suerte que tenga Zaragoza por un lugar recurrente desde el que jugar a la guerra con guitarras. En su anterior visita yo lo pasé por alto, de forma inconsciente. Esta vez pienso ponerme en la pared para que, si puede ser, el señor Earle me apunte y me haga entre las cejas un humeante agujero de evasión con el mástil de su guitarra. Si alguien me dice revolución, yo digo Steve Earle.

15 comentarios

Mornat -

Bien pero mejorable, según mi gusto. Lo prefiero con una banda que en solitario a la guitarra. Sin embargo, sacó adelante un par de apuestas notables. La primera, la aparición ocasional de un Dj que le metía ritmos de fondo para enmarcar sus trasteos. Por raro que suene el mestizaje, quizás dio lo más estimulante del concierto. Por el otro lado, en un par de ocasiones se 'desenchufó' del micrófono, avanzó un par de pasos hasta el borde del escenario y se marcó una canción a viva voz con la guitarra acústica. Valiente y poderoso. Insisto: bien, pero lo prefiero con más nervio.

Jeremy North -

Bueno, vayamos a lo importante, ¿qué tal estuvo Steve Earle en la Oasis?, no pude verlo porque dos noches seguidas fuera de mi hogar no hubiesen sido consentidas...

Lepantina -

Aprovechando que tengo hora de atención a padres y es bastante improbable que venga ningún padre, contesto muy gustosamente al itinerario.
LLegué a este blog a través de una recomendación en el blog de Antón Castro, del cual me fío por sus gustos y por ser el padre de dos amigos muy queridos.
Leí algo que me llamó la atención y cuando volví a entrar me pasó lo mismo, así que enseguida me di cuenta de que este blog, como dicen por Salamanca "lleva mucho Tormes".
Así es como me hice "fans" de Somniloquios, que como he dicho, es también una mirilla para los que estamos en el exilio. Un día me decidí a dejar un comentario y como son tan amables por estos lares, pues esto es todo.

Mornat -

Señor, qué público tan imprevisible se ha reunido aquí... Cualquier día os hago confesar la historia de cómo llegásteis a Somniloquios, qué andabáis buscando y cómo fue que os quedásteis.
Por cierto que el post de los Buñuel sigue recabando adeptos. Esta misma mañana alguien temía por el Cervantes y relajaba una lagrimilla por el Mola...

Lepantina -

Pero bueno, ¿Esto que es? ¿Un reducto de exiliados? Claro que este blog es de alguna manera una mirilla hacia la Zaragotham lejana y sola...¿ Cómo no recordar aquel post legendario del cierre de los cines Buñuel que nos hizo soltar una furtiva lágrima desde donde estuviéramos?

Nuha -

Ah, bandido, has atacado mi flanco más débil, la tortilla de patata!! ;-)

Mornat -

Para algunos extravíos no hay remedio. Pero en casa la tortilla de patata siempre está más rica.

Nuha -

¿Tú crees que la repatriación es la cura para el sentimiento de estar instalados en un frágil lugar de nadie?

Mornat -

No sé si convendría poner a vuestra disposición armas contra la nostalgia. Yo apuesto por la repatriación total de los aragoneses exiliados, sobre todo de las damas y siempre bajo condición de la voluntad individual.

Nuha -

Buena sugerencia, Nacho.
Triste desarraigo.

Nacho -

Sería fantástico leer algún día un post sobre esas batallas perdidas en Zaragoza. Sería una buena forma de resistir ese impulso de regresar que nos agarra de vez en cuando a los que vivimos fuera.

anastasia -

La realidad siempre está ahí. Se puede huir miles de veces, pero la realidad volverá día a día. Sólo se pueden buscar vías de escape alternativas, pero siempre paralelas. El problema de huir de tu realidad es que dejes a otras personas atrapadas en ella.

Mornat -

Es un privilegio en dos direcciones.
Juguemos juntos, entonces.

Nuha -

El anterior título dejaba una puerta abierta al inconformismo y, por qué no, a la esperanza, aunque sea rota, cínica y descreída. Earle juega a la guerra con guitarras. Tú lo haces con palabras. Al fin y al cabo, se trata de que el agua no inunde la galería...

Lepantina -

Buenos días, como lectora de Somniloquios que llegó aquí por casualidad, creo que se ve perfectamente que no se trata de un entretenimiento, aunque a veces sí que lo sea. Creo que como lectores tenemos el privilegio de asomarnos a los túneles que va creando entrada a entrada, con un estilo en el que claro que se ve "la tersura aterciopelada de la arena fría y húmeda del interior".