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Somniloquios

La redención de Bartleby

La redención de Bartleby


Yo nunca fui espectador de teatro, siempre lo fui antes y después del cine. Creo que una cierta modestia, un prejuicio interior contra mí mismo, me aleja de las artes máximas aun cuando les profeso una generosísima admiración. Digamos que observo la música, la pintura, el teatro e incluso la literatura y el cine, que me son tan familiares, en planos lejanos a mi alcance. No fui nunca espectador de teatro aunque haya una línea teatral que cruce de Norte a Sur a mi familia, que disfrutó de un palquito en el Principal, de una afición sencilla pero bien guardada, que perdura más o menos oculta. En cierta ocasión, yo hice de apóstol, sin nombre ni frase, en el montaje anual de Jesucristo Superstar en mi colegio. Mi gloria se redujo a los ensayos, donde podía asumir cualquier papel porque me sabía todas las canciones, todas. Algo parecido le había ocurrido a mi padre mucho antes. Una vez le arrebató el puesto a un apuntador que había salido a aliviarse al excusado en medio de un ensayo. El apuntador no podía esperar y el director, tampoco. Así que le pidió al sr. Ornat que sustituyese al otro y leyera para los actores; y el sr. Ornat cumplió la tarea con un sentido tan exacto del tiempo demaclatorio que, cuando regresó de sus abluciones, el apuntador titular resultó destinado de inmediato a otra empresa.

La noche del martes me fui al teatro a Huesca. Creo que antes sólo estuve una vez en el teatro, en Zaragoza, para ver La Importancia de Llamarse Ernesto, del diletante Oscar Wilde. De tan improbable alternativa para una noche de martes y 13 cruzada de lluvia tuvo la culpa, bendita, el tal Petón. Un amigo: como dijo Groucho, creo que se le podrá llamar así. Petón, otro diletante, me invitó al estreno mundial -subrayado- de 27 veces Hamlet, homenaje al finado Pepín Bello en lo que hubiera sido, en lo que fue de hecho, su 104º cumpleaños. La Gran Enciclopedia Aragonesa asegura que Buñuel habría montado ese Hamlet surrealista "con un grupo de amigos en el «Café Select» de Montparnasse", pero la verdad es que la GEA también me incluye a mí, el hombre somniloquio, en una entrada dedicada a la crítica cinematográfica, lo que condiciona de forma severa su credibilidad... y la mía.

En fin, que Petón conoció a Bello en los últimos años de vida del que fuera amigo, inspirador y fotógrafo ágrafo de la Generación del 27; de sus poetas y sobre todo de esa terna tan maravillosamente improbable formada por García Loca, Dalí y Buñuel. Ambos agotaron tardes o bien horas de conversación, hasta el fallecimiento del vitalista Pepín Bello en enero pasado. "El Bartleby -escritor sin obra- más longevo del mundo", tal y como lo definió Enrique Vila-Matas. Tras el deceso, el diario Milenio de México escribió un titular increíble, tan desparejo que revienta de hermosura. Decía: "Dormido encontró la muerte a Pepín Bello a los 103 años". Como ese epígrafe mexicano, Petón tiende hacia la Literatura. Pero, aún más que la escrita, lo suyo de verdad es la Literatura oral. Estamos ante un extraordinario generador de relatos de toda condición, extraordinarios cuanto más inciertos, inciertos cuanto más extraordinarios. Un verdadero arquitecto de la palabra en el aire, si me admite el ditirambo, que recoge sentidos de ida y vuelta, uno en serio y otro en broma. Gran contador, Petón propuso y dejó que Pepín Bello fuera el que contase recuerdos y consideraciones acerca de sus días en la Residencia de Estudiantes. Acaso ni siquiera lo propuso, sólo ocurrió. El resultado de aquellos intercambios tomará la forma de un libro de conversaciones con Pepín Bello, cuya publicación creo que es inminente. Pero también confluyó en el osado germen de una redención: la que había de ser la redención del Bartleby aragonés. Pepín Bello, el artista del 27 sin obra publicada, había escrito en realidad una absurda versión del Hamlet de Shakespeare, a cuatro manos (quién sabe si a cuatro patas) con su amigo Luis Buñuel. Cuando Petón le prometió que la montaría y estrenaría en Huesca, Pepín Bello se descojonó. El verbo es literal. Se descojonó: "¡Es irrepresentable!", le conminaba a Petón.

Petón la ha puesto en pie. Y la estrenó el martes en Huesca en la forma de dos cuerpos unidos por el hilo conductor de una promesa: un original, inteligente, bien trabajado homenaje escenográfico a Pepín Bello; más el 27 veces Hamlet, la astracanada "irrepresentable", la descojonación de dos aragoneses. Las promesas, incluso las hechas al prójimo, contienen un algo de vanidoso capricho interno, pero luego hay que defenderlas. Petón lo hizo, vaya que sí. A teatro lleno (hermosísimo el Olimpia de Huesca... reluciente con ese algo indefinible de los teatros), con un estupendo elenco de actores (el magnífico Jorge Usón, Toni Alcalde, "que es igual que Pepín cuando tenía 28 años", anota Petón, Ricardo Vicente y Arantxa Martín), dirigidos por Lola Baldrich. Baldrich adaptó algunos textos de las conversaciones de Petón con Pepín Bello, le sumó medidas y sugerentes efusiones líricas de los poetas del 27, una interpretación de generosa expresividad y la escenografía de Pepe Cerdá. Todo sobre el lecho de un moroso piano y al vapor de una flauta, lánguida y travesera como lánguida y travesera fuese la dama que la alentaba. Un marco estupendo. El compendio resultó en una emotiva pieza de una hora, que recrea la amistad, las vivencias, las pulsiones interiores de aquellos jóvenes genios convocados por el destino en la Residencia de Estudiantes.

Yo no soy espectador de teatro, pero perdura la emoción y la velada me hizo preguntarme si deberé revisar esa desconfianza mutua. Del Hamlet posterior no se puede decir nada. Hay que verlo. Ni siquiera Petón o Bello o Buñuel hubieran podido explicarlo: es un descojono. Literal. La redención de Bartleby, por Petón, merece mucho más que una noche de gloria. Fue 27 veces bello... con minúscula.

[Foto: Los poetas de la Generación del 27, reunidos en el Ateneo de Sevilla para homenajear a Góngora: la imagen la tomó Pepín Bello, de modo metafórico].

1 comentario

Will Huntung -

Anda anda, no sabía que fueras crítico literario en tus ratos libres... jejeje