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Lennon zafa del infierno

Lennon zafa del infierno


Yo nací unos meses después de que John Lennon y Yoko Ono se metieran durante siete días en la cama de una suite en el Hilton de Amsterdam, para decir que la paz mundial no era una utopía, sino una posibilidad real, dependiente de la voluntad. Los días del “give peace a chance” y “grow your hair”, una campaña propagandística de dimensiones incalculables para los periodistas que visitaron a la pareja y trataron, seguramente sin conseguirlo, de entender de qué iba todo aquello de hacer declaraciones entre las sábanas, dejarse crecer el pelo o dar una rueda de prensa hechos un ovillo tras la blanca opacidad de una frazada. Lo que se llamaba baggism. Con doce o trece años, mi hermano les pidió a mis padres un tocadiscos estereofónico que sustituyera al giradiscos de maleta en el que escuchábamos los cuentos infantiles. A mí me impresionaba El Soldadito de Plomo, sobre todo en la escena en que el pobre muchacho se iba por el sumidero de la ciudad y conocía los bajos fondos del alcantarillado, con sus enormes ratas habladoras. En aquellos días, por increíble que parezca, mis padres vivían ligeramente preocupados por la insociabilidad del Nan, que apenas iba a ningún lado ni se veía con amigos ni los traía a casa. Su explicación fue ésta: “Es que aquí no podemos oír música”. De las incontables y muy bien recubiertas mentiras que le he oído a ese hombre a lo largo de nuestra vida en común, la de la música y el tocadiscos tal vez sea la que más me ha asombrado siempre. A mi hermano jamás le ha interesado lo más mínimo la música entendida como modo de expresión juvenil, ni entonces ni ahora. Mis padres compraron el tocadiscos y el Lp “Nightflight to Venus”, de Boney M, para acompañar. La fecha de publicación de aquel álbum revela que hablamos de 1978. Poco después, a mi hermano lo cambiaron de colegio. Un día apareció con un single de Tequila, la única vez que le he visto comprar un disco en toda mi vida. Otro día apareció con un muchacho alto y burlón llamado Toño Maza. Otro día apareció con una chica de ojos claros y un pantalón con peto de algodón y rayas azules y blancas, muy finas. Otro día salió y, casi literalmente, ya no volvió a entrar. Y el resto, como se suele decir, es historia.

Ausente el hermano, quedó el tocadiscos, con el que supongo que me ayudé a vadear la edad preadolescente. La primera noticia que tuve de los Beatles fue un recopilatorio de 1979: “Los 20 Éxitos de Oro”. Me gustaba escucharlo pero no me decía nada que no supiera. La segunda noticia que tuve de los Beatles fue el asesinato de John Lennon, en diciembre de 1980: lo busqué en la carátula del Lp y era el de las gafitas y el pelo en doble cortina sobre un rostro alargado. La tercera noticia que tuve de los Beatles fue un documental en dos capítulos en la segunda cadena. Y eso, como cantaría Silvio Rodríguez, fue una luz cegadora, un disparo de nieve. Lo guardé grabado en VHS y aún debe estar por casa. Lo vi un número no inferior a treintamil veces. Al mismo tiempo, antes o después, conocí en clase al señor Guerra, que quería hacer el amor y no su apellido. Se sabía todas las canciones y podía distinguir cuál de los cuatro  cantaba cada tema. Y el resto, como se suele decir, es literatura.

Del documental mencionado me impresionó la interminable profundidad del catálogo de los Beatles, cuya música se me empezó a hacer rotundamente concéntrica: por más que agotara todos los discos y todas las canciones, cada escucha suponía un descubrimiento. Éste supone un suceso común para cualquiera que escuche con cuidado a los Beatles. La creciente complejidad de los álbumes contribuía a esa impresión de laberinto sensorial del que aún no he salido y espero no salir. Si acaso, estoy aguardando fuera a que Ali pase el periodo lactante de beatlemaniaca en el que se encuentra y cumpla la edad para iniciarla en las oscuras maravillas del grupo interminable.

Todo este afán memorístico viene a cuento de una sola noticia. De aquel documental me fascinaba el capítulo dedicado a las célebres declaraciones de Lennon en 1966: “Somos más populares que Jesucristo”. Y la respuesta en los estados del sur, en Alabama, en Tenessee, donde pasaron de quemar negros a quemar discos y fotos de los Beatles, animados por locutores radiofónicos que difundían los puntos de recogida de la basura scouser. El paroxismo llegó a tal punto que con alegría inconfundible las televisiones pedían su consolidada opinión a indistintos miembros del Ku Klux Klan. Solícitos, éstos se levantaban la careta de su capuchón blanco y, sobre un fondo de cruces ardientes en la noche, condenaban la frase del músico.

Más de 42 años después de que Lennon la pronunciara, casi 28 después de su fallecimiento a las puertas del edificio Dakota en Nueva York, la Iglesia ha hecho público su perdón por aquel desliz dialéctico tan inteligente. No está mal. Galileo Galilei hubo de esperar más de 300 años en su polvorienta tumba para que se le conmutara la condenación a la que fue sometido por descubrirle al mundo el orden del Cosmos, cuando el mundo no estaba preparado para ello. Ambos tuvieron un problema de timing, diría Ian Curtis ("is my timing that flawed...",  de Love Will Tear Us Apart). El día de su absolución, el diario Página 12 de Buenos Aires tituló en su gozosa primera página un titular inolvidable: “Galileo zafa del infierno”. Para una institución sostenida en el proceloso mar del dogma de la eternidad, 42 o 300 años suponen nada, apenas un instante de aliento interrumpido en la maquinaria extensa del espacio-tiempo. La justicia eclesial anda como un tiro. Para celebrarlo, anoche vi la película "The U.S. vs. John Lennon", interesante recuento sobre el lado activista de Lennon a su llegad a Nueva York y uno de los lados oscuros del oscuro presidente Richard Nixon. También estoy pensando en comprarme un tocadiscos, a ver si salgo más de casa.

 Just Gimme Some Truth, de John Lennon.

10 comentarios

Eduardo -

Por si te sirve de algo, Ornat senior fue visto en su día por el Chaston, usaba un alias, Dr. Tanqueray... creo. No se si sería antes o después de desaparecer de casa pero me parece que fue por esa época ;-)

Maria -

Pues sí, disfruto y aprendo, siempre descubro cosas nuevas, no sabía nada de rugby y no es q sea una experta (nada más lejos) pero ya sé algo. Y en cuestiones musicales he podido descubrir gente q nunca se me había ocurrido eschuchar y redescubrir canciones viejas escuchadas ahora de forma distinta. Igual no siempre se aprende algo nuevo, pero me gusta entrar aquí x si acaso, asegurándome un buen rato de lectura.

lep -

Me emociona mucho que a tu sobri le gusten los Beatles.Yo empecé a esa edad a escucharme unos vinilos que había por casa. Hasta la fecha, es un grupo que no me ha aburrido nunca porque tienen canciones para todos los estados de ánimo imaginables.

Mornat -

Bueno, yo salvaré algunas más del Lennon post-beatle (del que tengo un buen número de discos que han envejecido mejor en mi memoria que cuando los pongo). Salvaría Watching the wheels, salvaría Instant Karma (desde luego), Nobody Told Me y Nobody Loves You when you're down and Out; me gusta bastante New York City, me gusta el desgarro de Mother, me gusta Gimme Some truth, me gusta Scared, me gusta mucho Mind Games y desde luego me gustan muchísimo God, Cold Turkey y, por encima de todas, por encima de muchas otras canciones, me gusta Working Class Hero.
De George Harrison puedo decir algo: es la voz que más me toca de todas, la que más me concierne. Tal vez Harrison sea el personaje que me resulta más querible de los Beatles y me gusta mucho la mayor parte de lo que hizo después de los Beatles. Naturalmente, por simple comparación, su crecimiento fue exponencial con respecto a lo que había hecho antes. Pero es cierto, cualquiera de sus composiciones con el grupo anunciaba una capacidad enorme, una sensibilidad muy bien complementada con la de los otros. Beware Of Darkness (del estupendo All Things Must Pass) puede estar entre mis canciones preferidas. Me gusta Isn't It a Pity y, por supuesto, me encanta My Sweet Lord, una canción que siempre siempre me ha alegrado. La versión del 2000, con el sitar que suena en el prólogo de la canción, y el punteo bajo el riff superreconocible, me encanta también.
Respecto a McCartney, en fin: es tan extenso... Ya no puedo con sus últimos discos, y siempre lo intento. Me aburren, pero he de admitir que son irreprochables en muchos sentidos. Antes, con los Wings, y después, cuando lo vi hasta tres veces en directo a finales de los ochenta y principios de los noventa, en fin: extraordinario, como siempre.

Jeremy North -

Yo estoy de acuerdo que el Lennon post-beatle es un puñetero coñazo hippie-progre-amoroso, que aburría a las ovejas con sus melosas canciones. Únicamente merece algo la pena "Cold Turkey" y "Jealous Guy", aunque casí me gusta más cuando la versioneó Bryan Ferry.

La carrera de Paul McCartney post-beatle, que por lo general tiene menos adeptos, me parece mucho más congruente e interesante. Pero bueno, Paul es el beatle oficial meloso y coñazo y está jodido lo de cambiar los estereotipos.

Eso sí, los Beatles los más grandes. Y las composiciones de George Harrison las mejores, lástima que fueron muy pocas.

Mornat -

Sin embargo, y según Google y la teoría del sr. Guerra (saludos cordiales), el ránking individualizado sería éste:
1) Galileo: 23.400.000 en 0,17 segundos.
2) John Lennon: 13.000.000 clavados (ni uno más ni uno menos) en 0,15s.
3) Paul McCartney: 10.300.000 en 0,22.
4) George Harrison: 4.170.000 en 0,07s.
5) Ringo Starr: 3.210.000 en 0,24s.
De lo que se deduce que Galileo podría muy bien haber sido el quinto Beatle.

Vitín: yo soy de los Beatles juntos y de todos y cada uno de ellos por separado. Me interesa más la obra conjunta que la individual, pero eso no significa dar todo por perdido. Todos hicieron cosas magníficas (unos con más frecuencia que otros) una vez que el grupo se separó. Como pasa con las canciones, cada cierto tiempo hay uno que me gusta más que otro. Es sólo temporal. Respecto al "fraudulento espantajo" en que se convirtió Lennon, convendrás conmigo en que todo el movimiento flower power, hippie, pacifista y contracultural de aquellos años se acabó por convertir en una caricatura: ver a la Plastic Ono Band tocar en el Sweet Peace Festival de Toronto con Yoko metida debajo de una sabana y luego dejar los amplis conectados cuando se fueron, visto ahora, es de tortazo con la mano abierta. Pero la cosa era así... Un momento, un lugar. Y por cierto, no sé si Lennon estaba más sobredrogado entonces que antes. Lo evidente, como dijo un amigo, es que su cruce con la japonesa le hizo reventar como personaje público. Al respecto hay una divertida escena en la película de la que hablo, con una periodista descreída del NY Times, con la que te identificarías seguro.
Maria: aquí con que disfrutes nos conformamos. Aprender algo ya me parece demasiado.

Maria -

Me encantan los beatles, y me encanta leerte cuando describes mis sensaciones al escucharlos. Me gusta leerte igualmente cuando no las describes, siempre aprendo algo nuevo.

Señor Guerra -

Ups, salgo en "Internééééé"...
Qué orgullo ser citado en este blog: he crecido un par de centímetros por lo menos (lástima que haya sido de cintura)
Hablando de Internet, veamos como va el Evangelio según Google:
Resultados 1 - 10 de aproximadamente 4,090,000 de jesucristo. (0.23 segundos)
Resultados 1 - 10 de aproximadamente 62,500,000 de beatles. (0.27 segundos)
No hay más preguntas, señoría.

jcuartero -

Ahora pueden decir con toda la razón del mundo "somos más populares que Galileo"

tony -

yo soy solo de lso beatles. nunca de lennon ni mi de mccartney, ni de nadie. solo de los beatles. el lennon pacifista y sobredrogado de la era post-beatle no es más que un espantajo, una sombra, UN FRAUDE. quiso ser tan trascendental que acabó convirtiéndose en una caricatura.

gracias pro recordar a los cuatro magníficos. nada mas acabar de leer tu post, he buscado en el mp4 y ha sonado Here Comes the Sun. Grandes.