Pastel de arándanos con crema
My Blueberry Nights, de Wong Kar Wai (2007)
Las películas de Wong Kar Wai están hechas con la sugerente levedad del celofán. Son deliciosas en el sentido gastronómico del término. No poseen la consistencia alimenticia de un solomillo de ternera cocinado al gusto, pero procuran ese placer visual y gustativo de un bizcocho de frutas cubierto de crema, los helados de fresa y tarta de queso coronados con chocolate negro, un bombón de dulce de leche. No alimentan, pero engordan el espíritu, lo rellenan de la gozosa caloría de lo irresistible. Su naturaleza no tiene que ver con la construcción de una trama, sino con la transmisión de emociones.
My Blueberry Nights son noches de pastel de arándanos y la búsqueda o el encuentro del amor por el camino más largo. O su pérdida absoluta por el sendero más corto. Tres mujeres y tres hombres (el último de ellos elidido, sólo nombrado, sin presencia corpórea en ningún plano) cuyas historias se entrelazan muy levemente, apenas se rozan, a lo largo de un delgadísimo hilo argumental cuya línea de fuga ha de ser, inevitablemente, un círculo. El personaje de Norah Jones, el que vertebra lo que hay de historia en la película, apenas agrega matices a su punto de partida, pero de algún modo misterioso, mágico diremos, se sostiene en ese esmerado lecho de hermosuras que le procura el director; Jude Law levanta con destreza al suyo, que es la otra mitad del que hace Norah Jones; David Strathairn le otorga en su rostro una convincente carga de desesperación al policía dipsómano fatalmente enamorado de Rachel Weisz, mujer hecha de porcelana en permanente tensión, siempre a punto de quebrarse y desencadenar un terremoto; por fin, Natalie Portman vuelve a domesticar un papel en rotunda negación de su apariencia física: una buscavidas del poker a la que le asoman las costuras del extravío. Para una actriz a la que siempre recordaremos como la niña de Leon, el Profesional y, sobre todo, como la adolescente Marty de Beatiful Girls, supone un logro nada desdeñable, ya obtenido en Closer. En cualquier caso, ninguno de los personajes de My Blueberry Nights reclama memoria alguna. A menudo bordean los tópicos. Y sin embargo...
Los protege la cámara de Wong Kar Wai, que los filma con sumo cuidado protector, como si no quisiera incomodarlos: con frecuencia los vemos al otro lado de persianas, de cristaleras rotuladas, de paredes tras las que el director asoma muy despacio su cámara, con un amoroso barrido horizontal. Visualmente, este director chino construye un sostenido elogio del desenfoque, expresividad visual que resalta, sobre un fondo de terciopelo multicolor, a un puñado de personajes abrasados de nostalgia. Es el elegante manierismo de Wong Kar Wai. El amor en color, forma y sabores. Esta película se levanta sobre la dulzura movediza de un beso con crema y el hueco silencio de un adiós sin disparo. En esos terrenos tan livianos asienta WKW trenes sobre un paso elevado, reflejos de neón en los cristales, noches de azul marino casi negro, un café en Nueva York (¿qué hay más cálido que un café en Nueva York), la voz musical de Cat Power, llaves que abren puertas que se cierran, hombres y mujeres vistos en huida por carreteras hacia el interior.
Lo que In The Mood For Love se expresaba con silencios -esa dramática imposibilidad de amar-, se convierte aquí en palabras entreveradas de ausencia. La necesidad de conjurar el dolor con un trago o un pastel, y alguien al otro lado de la barra. La fatalidad de Wong Kar Wai, que tan dulcemente nos amenaza. Ésta no es una obra maestra, ni mucho menos. Si acaso, un hermoso ensayo sin conclusiones acerca del esperanzado (des)amor; de la muy humana y pasajera (in)felicidad.
2 comentarios
Mornat -
tony -
no he podido acabar de ver ninguna de las películas de este tipo. ni "deseando amar", ni otra, cuyo título no recuerdo bien ahora(es un año, pero no receurdo, es 2000 y algo,), en donde sale la tipa de memorias de una geisha.
las dos pelis parecían un calco una de la otra. desde la ambientación hasta el guión. demaiado raras. Un petardo vamos.