Descanse en paz
Real Zaragoza, 1-Espanyol, 1
Diario AS, 1 de mayo de 2006
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El Zaragoza está muerto - No revivió ni frente al Espanyol, ni con el gol inicial de Ewerthon - Partido de siesta al sol - Jarque hizo un empate de oro
En el minuto de silencio sonó Albinoni en honor de don Antonio Beltrán, el cronista oficial de la ciudad; pero bien pudiera haber sido por el Real Zaragoza, que está muerto hace rato o en hibernación hasta que el nuevo año, las otras luces, otras voces, otros ámbitos, otro entrenador o lo que sea que necesite le devuelvan el hálito y lo demás: la gracia, la velocidad, la alegría, a Diego Milito, el gol. Sabemos que el equipo no ha regresado de la final del Bernabéu y que no lo hará ya esta temporada. No se le autoriza tampoco la impunidad del sonámbulo. Ni siquiera abrió un ojo con el Espanyol enfrente, y eso que el Espanyol compone la encarnación de todos los traumas de esta primavera sangrienta.
El problema no es ese, el problema es de incapacidad. Ahora podemos colgar en la plaza a los héroes del año, si así lo queremos: a Diego, a Óscar, a César Sánchez que ayer no estuvo, a Celades, a Víctor Muñoz, al que construyó el equipo y a quien pase por la calle y mire de reojo. Hay cosas raras. Como despedir con una ovación a Toledo cuando cinco minutos antes le han silbado a Óscar. Bien está que cada domingo recomienza la historia, pero bueno... La gente tiene la soberanía, pero es una soberanía sobre su propia opinión y no sobre la verdad. Ni siquiera sobre las decisiones. Opina pero no decide. Deciden otros. O sea, que como soberanía no alcanza.
Antes del 12 de abril estábamos todos convencidos de que seríamos campeones con la gorra y que el único destino de este equipo era la gloria frente a esos patanes del Espanyol. Ahora resulta que no vale ninguno ni para coser colchones. Y el nombre coreado es el de Movilla, porque no está. El que no está suele ser el mejor. Si es mártir, más. La verdad es que el que no está es Cani. Quizás con Cani el problema sería exactamente el mismo o parecido, estaríamos viendo a este Zaragoza desenfocado, pero uno puede imaginar que sería otra cosa. El equipo ha quedado hueco de ideas. Mudo. Y Cani siempre tiene algo que decir.
El Zaragoza no consiguió imponerse ayer ni siquiera con el gol de Ewerthon a los nueve minutos, que suponía una ventaja sobre la que construir algo. Pero el equipo no tiene alma, es inmaterial. Está vacío y helado como una cueva. Ya dijimos que esta revancha era de mentira. En la Copa no hay revancha. Revanchas son lo del boxeo, que llega el que te ha calzado la hostia de tu vida y te permite la posibilidad de que le calces tú otra y encima le quites el cinturón. Claro, también cabe la posibilidad de que te atice otra. Revanchas hay en el tenis al mediodía con los amiguetes. Revancha si acaso es cuando uno se levanta a la mujer del prójimo si antes ha sido suya. Sí, amigo, tú te la llevaste pero ahora te quedas estos biseles non stop. O sea, vigílate el gálibo vertical cuando pases bajo una puerta...
Disculpen el estilo digresivo. No hay gran cosa que contar. Sólo se advierten dos posibilidades: entretener el tiempo sin caer en la histeria; o arrasar con todo, lo que decíamos antes. Incendiar a este equipo y a todo el que ande cerca. En el primer caso hay que fijarse en los detalles, y detalles hubo pocos ayer. O los hubo raros. El partido tuvo más elipsis que Centauros del desierto. Esa figura que tan bien manejan algunos cineastas. John Ford, Douglas Sirk, algunos clásicos. Espacios de tiempo resumidos en un cambio de escena, en un fundido en negro, y que cuentan la mitad de la historia. La sustancia está en ellas.
También en el fútbol, a veces, el contenido se oculta en lo que no ocurre. En el minuto 9 ocurrió el gol de Ewerthon, una combinación más veloz que el ojo perezoso del cronista. Savio, Diego y Ewerthon, liberado frente a Gorka. Anotó su gol número 20 del año, 12º de la Liga. Y desde el 9 al 41 hubo una tarde de sol que se derramaba sobre las planchas de uralita del viejo estadio. Eso y nada más. La elipsis que cuenta la historia verdadera del partido: dos equipos para el amor. En el 41 vino un disparo rotundo de Gabi Milito que Gorka sujetó con manos blandas y piernas enredadas, así, así. Antes el conjunto de Lotina se deshizo en la memoria de Iván de la Peña, alguna faltita sobre el área de Fredson y el estilo agónico de Tamudo, al que Zapater salió a buscar desde el puesto de central como un mercancías. Álvaro no estaba y había que hacer el personaje. El aragonés tiró un par de veces a McGyver y, aunque Tamudo parecía muerto, se levantaba enseguidita. Valiente histrión. Si va a Inglaterra, como dicen, lo van a odiar. La moral protestante del fútbol británico no admite simuladores. Ahora, a Tamudo lo anima ese odio. Lo alimenta.
Viendo el caso, Lotina agitó el banquillo como una hucha a ver qué caía. Algún ahorro. Cayó Juanfran. Savio se estaba desperezando (cuando lo dejaba Sergio Sánchez, que se pasó la tarde agarrándolo y tirándolo), y eso era aviso de un imprevisto 2-0, porque al brasileño le basta con un ojo abierto. De hecho armó una con Ewerthon que concluyó de pase maravilloso a la liebre de ébano. Éste voleó con el alma pero afuera. Juanfran estiró el perfil de águila leonada y largó un balón a Tamudo que el mozo no enganchó, pero que actuó como despertador. Sacó a la gente de la siesta, y a la gente le molesta que la despierten en una tarde como ésta, cuando está babeando el cojín o la almohadilla, con un campanazo así. Empezó la bronca. No mucha. Bueno, algo. A Óscar. A Toledo no. A Víctor sí. Cantaron unos a Movilla y otros silbaron. Los españolistas, “¡campeones, campeones!” y el campo, “¡a Segunda, a Segunda!”. Escaramuzas. Tamudo se escapó y disparó fuera con el ángulo muy cerrado. Segundo aviso. Entonces, en un balón colgado, Diego falló el despeje, otros le siguieron y la pelota quedó picando, perdida en el área. Esperando, como una frase inacabada... Jarque la terminó con un pelotazo a la red. Ese tanto suponía oro licuado para el Espanyol. Para el Zaragoza no era nada. Así están las cosas. A este patético final de temporada no lo redime ni la nostalgia.
Foto: Jarque viene gritando el empate del Espanyol, precedido de una cadena de errores humanos en la defensa del Zaragoza. Para los pericos el punto es oro puro porque los aleja del descenso.
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