Sideways: de lado a lado
Si uno se pasa tres días caminando entre viñedos, tiende a pensar en Sideways (Entre copas), en el personaje de Paul Giamatti, en la mediana edad, en la naturaleza de las relaciones, en el significado de la amistad y sus formas. Son cosas que uno piensa o dice o no dice mientras pasea entre viñedos, y el cielo parece una suave manta de terciopelo gris, iluminada allá al fondo por el sol que quiere asomar y vigilada por una sierra de montañas oscuras. Esos detalles en el escenario pueden anular el patetismo de las confesiones, que jamás deberían ser expresadas o bien deberían ser expresadas solamente en la forma de una novela como El Día de la Independencia (Richard Ford) o en discos como The Healing Game o No Guru, No Method, No Teacher (Van Morrison los dos). Sin querer he descubierto, he creído descubrir, que el único modo de combatir el otoño consiste en el único modo de combatir el resto de las cosas de la vida: ir de cara contra él y sus circunstancias, aprovecharse de su lado vulnerable, dormirse en un lecho de hojas caídas o ver llover al otro lado de la ventana en la media tarde. Estas sensaciones resultan más desesperadas que poéticas, o sea que si a alguien le parece que hay algo de poesía no es mi culpa. O sí: será que no acierto a expresar la desesperación con un mínimo de eficacia.
Richard Ford sí lo hace. Lo hace cuando su ex mujer llama al protagonista de la novela, Frank Bascombe, para comunicarle que se va a casar de nuevo, esta vez con Charley O'Dell. Charley O'Dell... parecía tan inofensivo el hijo de puta. Esa noticia desmonta el desesperado equilibrio en el que Bascombe o cualquiera se apoya después de una ruptura; si alguien te ha querido siempre cabe la posibilidad de que esté dispuesto a cuidar de ti en los peores momentos, los más oscuros, un poco por piedad y un poco por sentido de culpa. La culpa es un invento muy poco generoso, lo dice la canción. Si esa otra persona se casa (equivale a comenzar otra relación, a lo que sea), se acabaron la piedad y el sentimiento de culpa, si alguna vez existieron. Como escribe Richard Ford, como piensa Frank Bascombe, lo siguiente es un largo vacío, hasta que un día Charley O'Dell te envía una nota en la que te comunica que tu ex mujer ha fallecido. Puede que hayan pasado 30 años, pero el vacío se mantiene. Y te da el pésame. El vacío. Ves a tus hijos hechos hombres y a ti mismo hecho un mierda, igual que te sentiste en ese momento en el que ella te dijo que se casaba o que estaba viendo a otro, y tu única respuesta fue pensar, de un modo estúpido, que si le decías que aún la querías y que se casase contigo, volvería a hacerlo. Se quedaría. No es así. Pero uno no puede evitar pensar tonterías.
Leí esos párrafos después de caminar entre viñedos, después de desayunar un par de tostadas de pan de pueblo, untadas con aceite de oliva, tomate y un poquito de sal. Mientras me vestía oí The Healing Game y escapé del otoño de afuera, que me pareció magnífico, en un automóvil gris hacia el otoño de adentro, bastante más oscuro, sin esas hojas de un rojo ocre y esas otras amarillentas, y esas uvas arrugadas y ese vino que te llena la boca de vino. No me he recuperado, pero sigo leyendo. Es como decir: no me he recuperado, pero sigo viviendo.
5 comentarios
Ricardo -
Mario -
lorena -
Jeremy North -
El personaje de Frank Bascombe me pareció bastante deprimente en "El periodista deportivo", un individuo que pasa por la vida triste y quejoso por no ser lo suficientemente querido, sin percatarse que igual es él quién provoca esas reacciones. No he leído otras obras de Richard Ford en la que aparezca Bascombe.
Marlo -
T. S. Eliot, Four Quartets.