El debate
El pueblo me pide que entre en campaña y, aunque Somniloquios no tiene vocación de gramola, por una vez lo haré. Lo haré a mi manera, claro. Nada de razonamientos o juicios porque me saldrían demasiado amargos, creedme. Yo soy de los que cada cierto tiempo, coincidente con este tipo de ocasiones y con el repunte de ciertos debates políticos y sociales, considero seriamente la posibilidad del exilio. Y hablo en serio. Respecto al debate, resumiré en dos puntos metafóricos el estado de situación en la España de hoy, donde la estulticia rebaja su precio de forma inversamente proporcional al del pollo y las gasolinas (1); y mi impresión sobre el cara a cara entre el Cejas y el Sopas (2), que vi poco y salteado, para no saturarme. He decir que no comprendo bien el concepto salud democrática ni el concepto ganar un debate. Y diré más: para ofrecer semejantes niveles de discurso, formas y recursos dialécticos, por mí que se queden otros 15 años sin celebrarlo. Podremos resistirlos si se trata de perder de vista a Campo Vidal... Voy al análisis en imágenes. Los clips, para los despistados que por aquí no creo que los haya, pertenecen a aquella obra maestra del humor y la inteligencia que se llamó La Vida de Brian.
1 El estado de la cosa político-social, sobre todo en la rica periferia nacionalista.
2. El debate en sí mismo: la escena es la misma, sólo que en la versión original, y ahora ampliamos el campo de visión incluyendo a los dos contendientes. Sobre la arena de la Academia de Televisión, un moderador al que podríamos identificar con el de los trompetones, dándose importancia y fanfarria para después no moderar nada. En la arena, dos gladiadores: el enmascarado sería el Sopas; y el peludo, el Cejas. Las patéticas actitudes de cada uno de ellos están bien reflejadas. Mi impresión sobre ganadores y perdedores también se corresponde con el desenlace del singular combate. Un poco de calma y no os perdáis la celebración final, que también tiene mucho que ver con lo que yo creo que, por dentro, hace un presidente del Gobierno cuando gana unas elecciones. Y no a su contrincante político, precisamente. En la escena aparecen otros personajes entre el público y sus alrededores. Cada uno que les otorgue el nombre adecuado. Yo propongo que la que recoge las vísceras bien pudiera ser María Antonia Iglesias, ese cuerpo de Qator con cabeza de Medusa y verbo hecho ventriloquía socialista. Es sólo un ejemplo, pero hay muchos en los dos lados: el militante periodismo español, con sus argumentaciones de cámara, está entre lo más patético del famoso debate.
1 comentario
Nuha -