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Somniloquios

Siempre nos quedará la Antártida

Siempre nos quedará la Antártida


Hace meses que dejé de publicar aquí las crónicas de cada domingo, supongo que por higiene mental colectiva o un poco para alejar Somniloquios del torbellino pesimista en el que se estaba convirtiendo el Zaragoza. También porque, a partir de noviembre, la repetición de las decepciones me provocó una música interior algo sombría, y las crónicas (como casi todo) dependen un poco de cómo me suene a mí el estómago. Es decir, que no me ha gustado gran cosa lo que he venido escribiendo en estos últimos tiempos. El velocista comenzó el año en buena forma, es verdad, pero ha completado una temporada más bien mediocre. Si devuelvo hoy cierto espacio a la crónica de este lunes en AS se debe en primer lugar a una reiterada petición del argentino López, que vive fuera y no puede acceder a ellas; en segundo, a que advierto una presencia creciente de zaragocistas por aquí y supongo que -aunque todos queremos olvidar- algo he de darles también. Un poco de lectura o la ocasión de desahogarse. Siempre de forma ordenada, ya nos entendemos. Por lo demás, paciencia: siempre nos quedará la Antártida. Ahí va la crónica.

Los once del patíbulo

Mark González pone al Zaragoza en el infierno l Dos golazos del chileno lo condenaron l La grada cargó contra el equipo y el palco l Pavone cerró la cuenta


Real Zaragoza, 0-Betis, 3
31ª jornada de Liga

Mark González estranguló al Zaragoza con una corbata de seda y lo dejó condenado, frente al infierno y con una incipiente guerra civil. El partido de ayer, visto desde el lado aragonés, convocó la pasión exagerada de los melodramas y la energía gestual de la revolución. Cuando el pueblo dispara contra sus dioses está anunciando que arderá todo; es la barahúnda que precede a la caída de los imperios. El del Zaragoza se ha desmoronado con la misma velocidad con la que lo levantaron, como corresponde a un armazón inconsistente en el que se han visto muchas cosas y se han contado muy pocas. Todo por no alentar una zozobra que al final ha llegado por donde suele, por el lado del fútbol. El Betis le pasó por encima sin molestarse, está en 41 puntos y se ve en la mitad alta de la tabla, preguntándose si le dará tiempo a que su campaña acabe por ser algo más que decorosa. Chaparro ha completado su trabajo.

Uno tenía al Zaragoza hace semanas por un equipo con graves síntomas de descenso; ahora ya sólo una fe impostada alcanza para negar su posición de condenado. Tiene que ascender en siete jornadas, pero acusa un desmayo rítmico y una ansiedad depresiva que lo deja por debajo del Betis, el Recreativo, el Valladolid o el Depor. Porque el Betis se comportó con una eficacia artera frente a la ilusión zaragocista. Rajó al equipo de Manolo Villanova con esa pulcritud malvada de los asesinos con estilo y nunca permitió que el partido se jugase entre pares. Lo de la corbata de seda, lugar común de la psicopatía elegante, resume la hermosura de los dos tantos de Mark González. El chileno reventó el partido con actividad y un fútbol de rango alto, mientras los demás rumiaban aún pases de rutina. Al minuto siete, Ilic pegó un centro desde la derecha y González lo cabeceó con un escorzo de contorsionista. De ese gesto tan forzado obtuvo un primor de remate. Tocadito, el balón le pasó por delante a César con el aire con el que pasan  las mujeres vaporosas en el inicio de la primavera. Lento e inalcanzable. El segundo fue para ponerlo en un cuadro. Abrió viaje en el medio y dejó atrás a Luccin, Paredes, Ayala y Diogo. Al llegar al área se ahorró cualquier incertidumbre y acabó la maravilla con un golpeo preciso.

Blandura. El Zaragoza era mantequilla atrás, como suele. Diogo se había comido el centro del primer tanto y Ayala, tan enérgico otras veces, quedó blando en el segundo, en el que no comprometió la carrera del chileno. Eso sí, el 0-2 no correspondía con la decidida puesta en acción del Zaragoza, que pivotaba sobre el hilo de fútbol de Matuzalem. A veces se afecta algo y tiende al barroquismo, pero el brasileño logra que el arte parezca una necesidad. Siempre inspiró combinaciones. Como si les estuviera tarareando la canción al resto, pero encontró pocos amigos. Diego Milito vive ofuscado, Gabi y Óscar enervaron a la grada y Peter Luccin se fue enseguida para que entrase Aimar a agitar su pie izquierdo. La tribuna acogió al argentino en su vuelta con un clamor desesperado, pero ni él ni nadie pudo ya reescribir el partido.

El Betis se reunió en torno a sus dos goles y no dejó que nada lo sorprendiese. Siguió tan minucioso como si el partido fuera 0-0. Lo que ocurrió fue de alcance menor. Chaparro cargó a Arzu sobre Aimar por si las moscas y Mark González se lesionó antes del descanso, incidiendo en esa relativa fatalidad que lo acecha hasta en sus mejores días. Entró Odonkor, que corrió los cien lisos varias veces y pegó alguno de sus centros desmedidos. En el Zaragoza, Oliveira sumó cero al cero y el equipo cayó en un empobrecimiento anímico, mientras el ambiente se espesaba a su alrededor. Si quiso pegar, siempre pegó blando. Casto descolgó varios centros con el gesto aburrido con el que los bomberos bajan de un árbol a Calcetines, el gato de la viejita de enfrente. Salvo una falta de Matuzalem que rascó la madera, todo fueron tiros sin importancia. Hasta que Pavone dibujó otro calamar con el cuerpo para el 0-3. Por hacer algo. Y ahí, claro, ahí sí reventó La Romareda.

Diario AS, 7 de abril de 2008
www.as.com

6 comentarios

Fedra -

Espero la resurreción inmediata del real Zaragoza que ya no depende exclusivamente de sí mismo

Pero escribo para anunciar el nuevo disco de James,el grupo de Manchester y su presencia en España los días 29 y 30 de este mes en Barcelona y Madrid respectivamente.Una cuidada alhaja de la corona musical británica.

Sergio -

Hola,

Soy nuevo por aquí, y viejo por el resto. Aceptaré la acusación cursilería cuando diga que es un verdadero paréntesis poder leer algo digno; pero es que de verdad que lo digo. Enhorabuena, Mario.
Con respecto a (mi)Real Zaragoza, no demasiano nuevo que aportar.
Miento. Si que tengo que aportar. Pero me hacen falta unos 30 millones de euros para poder hacerlo.
Cuando los castellanos han venido por aquí, raras veces no han mirado primero por ellos, y luego, otra vez por ellos. El club ya no es aragonés.

Lepantina -

Hombre, eso de que siempre nos quedará la Antártida tampoco está muy claro últimamente.
Con respecto a lo de que no te gusta lo que escribes, sólo puedo decirte que a mí lo que no me gusta es el fútbol y aquí estamos leyendo, así que, igual la cosa no va tan mal. Hala, a "animarsen".

Sergio -

¡Por fin! Bien, bien. Digo bien la crónica, porque el panorama es de terror más que de dolor. La imagen de Ayala dejando pasar mansamente al chileno González es como una postal del naufragio. ¿De verdad nos vamos a Segunda? En ese caso prefiero que me mientan hasta hayamos vuelto a Primera. O que me congelen un año, como a Disney. O irme a vivir una temporada a algún pueblito del Amazonas y entregarme al samba y la caipirinha, como decía Fontanarosa. Cualquier cosa menos el calvario de la Segunda división española. Pero, en serio pregunto, ¿Villanova no quiere probar conmigo? No estoy en buen estado físico, lo reconozco, pero juro patear al arco media docena de veces por partido, incluso más. Se lo pregunto a usted, Ornat, que sabe. ¿Los jugadores del Z no pueden PATEAR AL ARCO? ¿Tan difícil es? ¿No pueden tirar un centro y entrar en montón a cabecear? Es entre desesperante y aterrador. Le pido que siga colgando las crónicas hasta el final, siquiera para ir anticipando las reservas de avión.
Saludos a todos

Peterpan -

Desde que te leí esta mañana esperaba que colgaras aquí la crónica, nueva pequeña joya literaria que vuelve a demostara que las más bellas flores nacen entre el estiercol, con perdón...

¿Te queda un asiento libre para la huida a la Antartida? Yo me apunto

Jorge -

Pues yo pido que cuelgues aquí el excepcional 'yodigo' que saldrá publicado mañana en el periódico, aireo públicamente que es de los mejores entre los mejores que has escrito. Seguro que López lo devorará con entusiasmo.