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Somniloquios

Ayala pone un grito en el cielo

Ayala pone un grito en el cielo

No faltan quienes acusan al velocista de incurrir en ditirambos filósofo-poéticos en sus crónicas. Porque siempre hay opiniones, e incluso a veces hay opiniones acertadas. En cierta ocasión unos simpáticos y admirativos beodos así se lo dijeron, concretamente en el concierto de los Héroes del Silencio en La Romareda, y ya se sabe que los bebidos y los niños siempre dicen la verdad. Y el velocista, que en los partidos de última hora frecuenta la escritura inconsciente, debe admitir su culpa y lo hace, porque hablamos de un muchacho generalmente modesto, a veces hasta la lástima. Hoy hemos de romper una lanza porque el sábado, ese hombre atribulado que escribe dos crónicas mientras vuela la medianoche y revienta el cierre del diario, pensó titular esta recensión del agitado encuentro contra el Deportivo 'El Tormento y el Éxtasis', epígrafe de aquella magnífica película de Carol Reed en la que Charlton Heston hacía de Miguel Ángel (Buonarotti) y pintaba la Capilla Sixtina mientras se embroncaba con el Papa Julio II. El tormento y el éxtasis reunía verdaderamente todas las condiciones del horrible drama que vivimos en La Romareda, pero el velocista le pasó el detector de metales líricos a la primera opción y se pasó a una segunda, porque la licencia cinematográfica no lo convencía. Así que pasamos al que preside arriba y yo estuve de acuerdo con el chico en que le quedaba mejor a la noche y a la telúrica celebración de Ayala. En fin, que últimamente hay demasiados días huecos en Somniloquios. Para qué nos vamos a engañar: no es que no me apetezca escribir, es que no sé de qué hacerlo. Vivo en suspenso y, como estoy acostumbrado a una agitación interior permanente, no me manejo bien en este extraño silencio mental... La normalidad no es lo mío.

Real Zaragoza, 1-Deportivo, 0
35ª Jornada de Liga

Fabián Ayala cazó su gol en el borde exacto de la desesperación, en ese espacio intermedio que debe existir entre la vida y la muerte, del que algunos dicen haber regresado con la memoria de una luz muy blanca que tal vez sea la Providencia. Algo así debió ver el argentino. Una experiencia religiosa. En esa ingrávida agonía entre Primera y Segunda División, el Ratón encontró y le dio forma a un gol de corte histórico. Tocó Matuzalem una falta en perpendicular, llovida sobre el segundo palo. Aouate, que había negado un par de goles cantados y agradecido otros al palo o al desacierto de Oliveira, se comió esa pelota con postrera generosidad. Tocó García junto al palo y Ayala la empujó. Ese tanto rescató al Zaragoza de un sufrimiento larguísmo, subrayado por una veintena de ocasiones, por la generosa exhibición ofensiva de un equipo que se elevó sobre todos los infortunios.

El 0-0 constituía el resultado más improbable. Por el estado clarividente del Depor, por la necesidad del Zaragoza, por su acumulación de atacantes... Y sin embargo, estuvo a punto de ocurrir, de un modo que nadie hubiera podido explicar sin recurrir a lo paranormal. El Zaragoza entregó la vida y casi la pierde. Ahora está vivo. Vivo no es salvado, todavía no. Quedan tres partidos y rincones de sufrimiento que hay todavía que doblar. Pero ese gol del doliente Ayala, festejado con un grito devastador, bañado en la emoción del defensa argentino y en el abrazo de todo el equipo con la grada (poderosa y simbólica iconografía) pone al equipo de Manolo Villanova en 41 puntos. Lo saca del descenso gracias a la derrota del Recreativo en el Vicente Calderón y lo aproxima a la frontera de la permanencia. Fue como aquel tanto de Álvaro a Osasuna. O mayor aún. Un gol de proporciones memorables. 

Larga acometida

El partido se hizo muy largo y muy corto, al mismo tiempo. Largo porque la desesperación estira las unidades temporales. Después de hora y media así nos miramos al espejo y parece que hayamos envejecido diez años. Corto porque el dispendio ofensivo resultó tan espléndido que todo ocurrió a alta velocidad. En cierto momento el Zaragoza acumulaba ocasiones, pases, combinación, llegada y remates como si los produjera en serie. Y todos acababan en el mismo aullido de decepción.  El Depor contribuía con su terno de equipo entero a esa impresión de riesgo incontenido. Cuanto más se volcaba el Zaragoza contra su lado, más hacía temer uno de esos latigazos que suelen azotar a los equipos en situación perversa como el Zaragoza. Hay que decir que, aun superado de arriba abajo, el Deportivo jamás descompuso el gesto. Su problema estuvo en que apenas acertó a expresarse. No encontró herramienta para hacerlo.

Primero aguantó la furiosa acometida del Zaragoza y lo preocupó robándole alguna pelota en el medio campo a veces, y otras poniéndole morfina al juego. Lotina ha logrado un movimiento articular bastante exacto de sus piezas, pero el Zaragoza le tapó la salida llevando la presión de sus delanteros al borde de su área, al menos cuando le alcanzó el aliento, que no fue siempre. Con ese solidario esfuerzo, el conjunto de Manolo Villanova logró interrumpir el flujo de juego del Deportivo y aisló a Xisco, inédito al norte de su equipo. Pese a la superioridad creciente del Zaragoza, los chicos de Lotina se las arreglaron para conformar una cierta amenaza latente. Por fuera progresaron con Filipe Luis y Manuel Pablo, más el incansable Wilhelmsson, un jugador prolijo que apareció en todos los espacios vacíos. Esos valores no le fueron suficientes para inquietar a César. Salvo un tiro de Luis Filipe hacia el final, en un leve entreacto que precedió al gol de Ayala. Luis Filipe agotó la banda, pero al otro lado Sergio García lo mató.

Todo el mundo hizo algo o muchas cosas buenas. Al fondo, Zapater le puso un pulmón oceánico al partido y Sergio Fernández estuvo sencillamente perfecto. Ilustre. Pero fue Sergio García quien encarnó el espíritu del equipo. El catalán se elevó sobre el lado derecho y ocupó todo el campo, la noche entera. En La Romareda, pocas exhibiciones individuales pueden compararse en los últimos tiempos a la de Sergio García. Para comprometer la trama defensiva de Lotina, el Zaragoza necesitaba solidaridad y un ritmo muy vivo de pelota. Hablamos de ideas opuestas, pero Villanova había decidido que su alineación fuera fiel al corte ingrávido de la plantilla. De ese impulso se agarró el equipo, que vació el medio campo, abrió su velamen y se fue a por la portería con arrojo y toque. La falta de puntería, el palo y Aouate contuvieron sus méritos. El listado de oportunidades tendió a lo interminable: comenzó en la primera mitad y se multiplicó de forma exponencial en la segunda, cuando el Deportivo se plegó del todo bajo la aplanadora. Varias de Sergio García, coronadas con una jugada maradoniana que sacó el inmenso Coloccini y que luego no acertaron a terminar Aimar ni Diego. Otros de Oliveira, que no vio el arco iris. Alguno de Milito, acalambrado de pierna y remate.

Después de una noche pródiga en voces de gol ahogadas, el grito final lo pegó la garganta profunda de Ayala. Una falta de Matuzalem, un toque hábil de García, Fabián y... la explosión. El alarido desatado de entusiasmo levantó La Romareda por los aires.

Diario AS, 4 de mayo de 2008
www.as.com

6 comentarios

davicius -

Bueno Mario, el titular de la crónica es igual de bueno, si te sirve de consuleo..... Y va a ser que el gafe es el que suscribe. Este año me he perdido tres partidos en la Romareda: el del Villarreal (4-1), el del Recreativo (3-0) y el del Deportivo..... ¿Igual no debería ir a ver al Madrid, no?

Mornat -

En MediaPunta escribí una exposición de teorías sobre el fracaso de esta temporada. Pienso traerla a Somniloquios de aquí a mañana o pasado, y ahí podemos debatir tranquilamente, si hay caso. Pero es cierto: nunca le hemos visto al Zaragoza ese ritmo en todo el año. Yo, como he dicho, me temía que fuera insostenible todo el partido. Pero los tíos no sólo no pararon, sino que fueron aún más arriba... Qué cosa tan rara es el fútbol.
Abrazos Jeremy

pd: Por cierto, bajé Control y la vi. Cualquier día la comento... Triste, como ya sabíamos, emotiva, naturalista. Me gustó mucho.

Jeremy North -

Fue el primer partido de esta temporada en el que nuestro equipo jugó a la velocidad e intensidad de un equipo medio de la Premier League y por lo tanto, de un equipo de Champions español. Lástima que ya sea tardísimo para pensar en cotas mayores.

No es el momento, lo sé, pero en algún momento habrá que plantearse el porqué este equipo no ha tenido carácter competitivo alguno en toda la temporada salvo excepciones. En mi opinión no ha existido el trabajo necesario con la plantilla en la pretemporada y comienzos de la liga regular y se ha pagado con los malos resultados y los nervios del fracasado.

Mornat -

Yo creo que el Deportivo juega así, ¿no? A dejarte venir, quitar en el medio y salir con velocidad. En la primera parte quitó en el medio y anunciaba peligro; en la segunda, de forma sorprendente porque yo no esperaba que el Zaragoza sostuviera ese ritmo, acabó plegándose al empuje local. Las entradas de Rubén Castro y Cristian incidían en esa idea inicial: velocidad arriba para cazar al Zaragoza en una contra. Pero es que ya no tuvieron la pelota.
Fue un fin de semana de alivio. Veremos cómo estamos mañana.
Abrazos

imrahil -

Muy buenas:

Jornada afortunada para el Zaragoza, empezando por el regalo de Lotina al presentar un deportivo replegado sin presionar la salida de balón, justo lo que mejor le va al Zaragoza, siguiendo por el gol de la suerte que daba los tres puntos cayendo de nuestro lado para variar, y para colmo, acabando todos los partidos con el resultado más favorable para el Zaragoza. Espero que la diosa fortuna haya girado su cara para mirar largo al Zaragoza y que no sea simplemente un giro de 360º para volver a darnos la espalda. Sigo con el corazón encogido, aunque el sábado, por fin, alzara instintivamente los brazos para festejar un gol victorioso.

Saludos cordiales.

Sergio -

Salgo a la luz como el caracol después de la tormenta. Qué partido, querido amigo. Qué manera de cortar clavos. Muy notable Sergio García, notable alto. También Zapater subió un escaloncito en las últimas semanas. De golpe el Zaragoza, que siempre fue un sedoso equivalente de River, se transformó en Boca, sobre todo atrás. Vamos, vamos, que falta menos.
Un abrazo