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La salchicha alemana

La salchicha alemana

Algunas anotaciones sobre lo visto y lo que viene en la cosa del Mundial. Si titulo así es en sentido y agradecido homenaje a las butifarras germanas que nos comimos en una soleada tarde de verano en Bielefeld, hace tres o cuatro años, antes de un partido de pretemporada del Real Zaragoza en el campo del Arminia. Tras una semana de queso holandés en el desayuno, la comida, la merienda y la cena, la salchicha alemana con cerveza fue como la alpargata de La Vida de Brian, un motivo de idolatría sobrevenida absolutamente impiadosa. Comparados con los holandeses, los alemanes parecían de lo más alegres. La condición más notable es que, efectivamente, estaban vivos, reían, cantaban, qué sé yo. Gente con sangre. Y con salchichas. Tras la digresión, ahí van las notas. Eran cinco pero se han quedado en cuatro porque de la última no me acuerdo.

  • A los tres o cuatro días de comenzar el Mundial, un amigo me preguntó: "¿Qué te parece lo que hemos visto?". Mi respuesta fue ésta: "El Mundial, en general, está a punto de gustarme. De lo visto hasta ahora me quedo con Alemania". Dos semanas después ratifico, mantengo y amplío el juicio, que procuró armarse de cautela. El torneo se ha jugado, salvo excepciones en la tercera jornada de cada grupo, a un ritmo buenísimo, competitivo, eléctrico, despierto. No ha habido sorpresas, es verdad, pero a mí siempre me ha parecido que las sorpresas no hacían un sinónimo de espectáculo o de calidad. Más bien al contrario. Por inercia, todo tiende a igualarse por abajo, no por arriba. El descalabro africano lo demuestra: es un Mundial eurocéntrico (diez de los dieciséis clasificados). Por lo demás, mi primera ficha para ganar el torneo la tiene Alemania. No sólo por el argumento del anfitrión, que es cierto, pero también su fútbol de martillo me ha convencido. Es el mejor equipo alemán que he visto desde el 90, selección aquélla que siempre me pareció desprestigiada sin motivo. La crisis vino después, pero Klinsmann ha reunido ahora gente joven, con decisión germana, convencidos y mortales desde la media y la corta distancia. Sus partidos se parecen a los resúmenes de la Bundesliga: venga zapatazos a gol. Además, uno ve los nombres alemanes en la camiseta, ve Swensteiger, Metersacker (éste me fascina), ve Schneider, ve Metzelder... y sabe que son nombres hechos cruzando los hierros del lenguaje, y que el poder del lenguaje tiene algo de mito. Si yo voy con la pelota y me viene de frente un tipo llamado Metersacker... no sé. Yo creo que se la doy. Para mí se trata de un equipo dotado del gesto indecible de los campeones, el mismo que me parecía tener Francia desde el principio en el 98: sin debates absurdos sobre estilos de juego, fútbol en el más amplio sentido de la palabra, en el que hay un poco de todo y ningún complejo que vencer. Competitividad y armas para golpear. Más conjunto que individuos. Concluyo: no veo forma de parar a Alemania. Creo que esto ya lo debió de pensar alguien a lo largo de la historia, y no sólo la del fútbol.
  • Como el cruce le viene con Argentina, le pongo ahí el interrogante. Por corazón y convicción, me parece que Argentina constituye el gran rival de los germanos hacia su cuarta Copa del Mundo. De esa eliminatoria creo que sale el campeón, pero con el fútbol ya se sabe. Me mojo por dar espectáculo... que conste. No vengan luego a decirme.
  • ¿Y España? Indudablemente ha resuelto una primera fase sencilla con eficacia incontestable y ráfagas de brillo. Le veo dos problemas en medio de tanta alharaca de los medios de comunicación. El primero son los cruces. El camino, si no se despeja, pasa por Francia en octavos, Brasil en cuartos e Italia en semis. Es decir, una cosa como lo del Zaragoza en la Copa este año. Lo de Italia es la fortuna hecha torneo, tiene un camino soñado (Australia y Ucrania o Suiza) hasta semifinales. ¿Está preparada España para pasar a esos tres gigantes? Hay quien opina que sí, hay quien lo duda. Yo me quedo en medio. Postura escéptica, matizada de deseo: si son capaces, que lo hagan. No hay otro modo de creerlo. El segundo problema que le veo a España se llama Raúl. Y respeto todas las opiniones. Yo he sido raulista de siempre, pero pienso que no debería estar en el Mundial: primero porque, por fútbol, no se lo ha merecido; segundo, porque supone un foco de tensión permanente, irresoluble como hemos visto, aunque España gane. Las ruedas de prensa siempre acaban en Raúl. Es una fuente de conflicto interior por asociación: seguro que David Villa no está tan feliz después de que Luis lo quitara antes del minuto 60 tras meterle dos goles a Ucrania, porque Raúl tenía que entrar sí o sí. Y el Niño Torres es intocable, claro. ¿Y Luis García? El otro cambio fijo. Luis ha hecho un trabajo magnífico o el equipo le ha florecido cuando nadie pensaba, pero desconfío de un entrenador que ya ha decidido los cambios antes de empezar el partido, incluso dos días antes. Una última anotación: ¿Nadie reparó en la miradita de Raúl al banquillo, cargada de veneno, tras su gol a Túnez? Vino tras dos abrazos a Cañizares y Salgado, la conjura de los veteranos y tal. Para mí era un resumen o una conclusión. Si Luis Aragonés sale vivo de todo esto, o es un genio o tiene a los jugadores y a la prensa anestesiados con algún bálsamo secreto.
  • Y ahora, el lado romántico del Mundial. O sea, la boutade. Ese equipo con el que uno se encariña sin saber bien por qué. Casi siempre fueron Irlanda o Escocia, ausentes en este Mundial, pero mantengo el modelo con Australia. A Australia le guardo un afecto transmitido por amigos y unas vacaciones allá hace algunos años. Los australianos son gente hecha para las relaciones sociales, gente para quien la amistad no depende tanto de una cuestión de tiempo o de vivencias compartidas como de convicción, cortesía y deseo inmediato. Te presentan y a los cinco minutos parece que te hayan conocido toda la vida. Y tú a ellos. Es el buenrrollismo natural, innato. Lo mejor de Inglaterra sin lo peor de Inglaterra, pienso a veces. Pero además me he divertido viéndolos estos días jugando al fútbol por lo que decía antes de Irlanda o Escocia: me recuerdan el primario fútbol británico de siempre, rudo, vigoroso, veloz, directo. Ingenuo muchas veces (contra Brasil, de una ingenuidad dolorosa), pero honesto. Es un equipito, sí; habrá quien diga que no juegan ni a la taba. Pero a mí me divierten como las películas de Esteso y Pajares. ¿Qué más les puedo pedir?


    Foto: Iba a poner una de Klose dando una voltereta en el aire, pero encontré esta maravilla que es la salchicha papal. A ver, una salchicha creada en honor de Benedicto XVI. La llaman Ratzingerbratwurst. Me encantan esos idiomas que hacen las palabras como morcilla, juntando todo. Además, esta salchicha pálida... ¿no se parece un poco a Klose?

1 comentario

Jorge -

Comparto casi todo lo que desgranas en tus anotaciones. Parece que Alemania no tiene nada, pero te acaba demostrando que tiene mucho. No obstante, contrapongo que no se ha medido a nadie aún (Suecia me defraudó enormemente). Su Mundial empieza en cuartos y pienso o deseo que también acabará ahí. Y creo que este equipo de Klinsmann dista del suyo del 90 tanto como su ciudad natal de su ciudad de residencia.
Respecto a lo de España y Raúl, qué decirte que no sepas y compartas... Por cierto, el símil con el Zaragoza copero también lo comenté yo este fin de semana.
Y sobre Australia y tu cariño romántico y amistoso... a mí me ponía Aruna Koné y compañía. Simplemente porque me recuerda a aquel Amokachi del 94, por el cual sentí una gran devoción irracional. No lo hhan hecho mal, pero entre el grupo, los silbatos y tal...