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Goodfellas

Goodfellas

Los italianos son villanos de película, personajes de sí mismos atrapados en un guión que los precede, en un inmutable destino de hierro. Hablo de los italianos jugando al fútbol, claro.  Se diría que no les importa la grandeza, sólo les importa la gloria. No contemplan la posibilidad de que el camino pueda ser mejor que la culminación. Les interesa lo hecho, no el modo. Para el modo no están. Para las virtudes morales, tampoco. Ellos, hechos de la pasta de un pavo, arrogantes en las playas, vanidosos en los filmes, petulantes en la estética, latinos en la forma, tienen ese otro lado manifiesto en el fútbol, en el deporte en general, donde los define un pragmatismo sin fisuras, un impulso cuartelario, una cierta vileza de taberna, un feísmo con conciencia. Y con frecuencia, una aproximación enfermiza de la fortuna.

Su victoria frente a Australia constituye la sublimación del perverso modelo: 1-0 de penalti falso en el descuento, y tras una acendrada resistencia con diez jugadores. "¡A ver qué dicen ahora los críticos!", bramó uno de los azzurri al terminar el catártico partido. Puede que haya sido Totti, autor de un penalti bellísimo, rotundo en su perfección. Pero los críticos dicen lo de siempre, porque la relativa tragedia de las victorias italianas es que nadie les concede ningún mérito por cómo están hechas. Los chicos son culpables de antemano. Totti, por cierto, representa el otro lado de los italianos, lo que también está en ellos, el clasicismo, el canon: en algunos, muchos casos a lo largo de toda la historia, maravillosos jugadores, elegantes jugadores, soberbios jugadores, talentosos jugadores. Pero sometidos (y felices) a un guión inspirado en la matemática de la tortura y censor de la imaginación.

Si todos consideramos que esta victoria sobre Australia significa la perfección de su ruina, para ellos sólo tiene una lectura: victoria y en las peores circunstancias. Es puro heroísmo redentor. Italia tiene un valor que quizá siempre pasa desapercibido, un valor algo cínico, desde luego, pero fundamental en su comportamiento: no desprecia a un solo rival. No. A todos les proporciona el mismo trato de salida. A todos les juega igual, sea Brasil o Australia o Corea. La seriedad, piensan, la seriedad en las formas y en el gesto, proporciona el único camino hacia la victoria. ¿Ganan siempre? No. Por otro lado, nadie lo hace. Cierto que Brasil fue quien más títulos reunió, practicando lo que ahora llaman jogo bonito, pero esa teoría encierra un par de mentiras: una, que de 1970 a 1994 acumuló fracasos, y que recuperó la vía de la victoria a través de algunas renuncias fundamentales de su tradición futbolística; dos, que la superioridad de Brasil no proviene de una propuesta de estilo, sino de la simple superioridad técnica, de su inmensa capacidad para generar maravillas, de una destreza que está por encima de la media. Son mejores. Luego ganan con mayor frecuencia. Cuando dejaron de hacerlo por pura naturaleza, le agregaron a su fútbol un cierto rigor táctico. Entonces volvieron a ganar: ojo, por penaltis y ante Italia...

A mí los italianos me caen bien, por lo menos en los Mundiales. Me alegra que ganen aun cuando su juego resulte deplorable o tenga una belleza deforme. Todo eso, su forma de defender (se meten atrás, sí, pero se meten tan pero tan bien...), esa competitividad, esa fiereza sin disimulo me producen una rara admiración. Son como el personaje de Joe Pesci en Goodfellas, unos hijos de puta redomados que te clavan un bolígrafo en el cuello si los miras mal. O un gol de penalti en el alargue: ese Grosso podría haber rodeado al pánfilo defensa australiano y mirar a la portería, pero mejor tropezarse y caer y penalti. A pesar de todo esto los considero personajes necesarios en el teatrillo de los grandes torneos. Tienen la gracia siniestra de los mafiosos del cine, la ingenuidad punk de Sid Vicious. ¿Quién no quiere verlos tumbando a los gráciles brasileños? Yo sí. En el fondo, los italianos son buenos chicos... sobre todo si no te cruzas con ellos.

Foto: Kewell y Materazzi, el castañazo, el cuerpo a cuerpo y chasquido de huesos. Dos berracos en disputa de una pelota volante. Parece que la nariz y el resto de la cara se les vayan a volar de su sitio como una careta de papel, por la inercia del topetazo. Así juegan al fútbol los hombres. Y si a usted no le gusta... cambie de canal.

4 comentarios

Mario -

Por cierto, Alex. Lo de los países del Este tiene una explicación sencilla: el sistema de clasificación de la FIFA ha favorecido la mundialización del torneo. Y ya no caben todos los europeos que nos gustaría ver. La atomización de ese territorio, por otro lado, tampoco ha debido jugar a su favor. Estas son cosas obvias. Por lo demás, sí, echo de menos a la vieja Rusia con aquellos equipos medio robóticos, en los que siempre aparecía un mirlo blanco que jugaba como un ángel. Echo de menos el talento tradicional de Hungría y de los viejos equipos yugoslavos, sí. A Polonia la vi flojísima en este Mundial. La República Checa siempre me gustó y pensaba que no se iría tan pronto. Me parece innecesaria la profusa reunión de equipos africanos y asiáticos. Este Mundial ha corregido esa tendencia de crecimiento que les habíamos intuido.

Mario -

Bien por la caña, de eso se trata. No vaya a creerse el del blog que todo el mundo aplaude. Voy al debate por partes.
Alex: siempre certero y riguroso. Lo de Italia es absolutamente cierto, pero la sensación ganadora de Italia, lo que tiene que ver con el estilo, se refiere también a clubes, eurocopas y demás. Tenemos a los italianos por ganadores, y es por algo. Es incluso trasladable al baloncesto, como bien sabes. Me refería a todo eso y no sólo a ganar, también a llegar a finales. La del 94, la de la Eurocopa de 2000, etc. Dándote toda la razón, no era mi intención ni mucho menos desprestigiar las victorias de Brasil. Ni esas ni las de nadie. Sólo constatar que en ese período del 70 al 94 hubo, creo, una pérdida de la ingenuidad alegre del que se sabe mejor. Me parece que sobre todo resumida en el Mundial 82 (equipo brillantísimo, maravilloso Brasil, al que sólo le faltó un delantero como Careca, que se lesionó fatalmente antes del torneo, para relevar a Serginho, que era un tronco insoportable, una disonancia terrible para aquel equipo de virtuosos). La otra cita que los despertó, me parece, fue la derrota con Argentina en el 90: aquel gol de Caniggia en jugada aislada de Maradona, después de que Brasil estrellara todo en los palos. La referencia en mi comentario tenía que ver con el cambio que Parreira metió en el 94, que fue como decir: bueno, para ganar ya no nos basta con ser los mejores. Además tenemos que ser tácticamente rigurosos y físicamente impenetrables. Y se inventaron el doble pivote y los tres medios puntas. Y ganaron.

Para Jeremy: lo de Joe Pesci puede muy bien ser cierto. Has estado finísimo ahí. Debería comprobarlo. No me sorprendería el error porque siempre pensé que los dos papeles eran idénticos. En todo caso, magníficas películas las dos, y magnífico Pesci en ambas. La escena sería perfectamente intercambiable.

Jeremy North -

El estilo italiano vale para ganar a los equipos de nuevo cuño o sin experiencia ganadora, tipo Australia y Ghana, o en Europa a selecciones como España, pero suele tener problemas para imponerse a equipos tan "profesionales" como el suyo pero con el talento más suelto, como Brasil o Francia (Mundial 1998 y Eurocopa 2000). A mi también me caen bien los italianos, pero nunca entenderé que un "berraco" como Materazzi pueda formar parte de un equipo nacional, bueno, no entiendo cómo puede jugar en un equipo profesional normal: sólo reparte cera, en muchas ocasiones sin sentido y de forma indisimulada, es lento y si lo sacas de su zona es un desastre...

Por cierto, Joe Pesci hace un papel magnífico de psicópata en "Uno de los Nuestros", pero la escena del bolígrafo es del comienzo de "Casino"... vamos, si recuerdo bien...

alex -

Si resaltamos que Brasil no ganó nada entre el 70 y el 94, habrá que recordar que dos de los tres mundiales de Italia son ¡del 34 y del 38! Soy de los que cree que no hay que desprestigiar las victorias de nadie, ni siquiera porque fueran hace mucho tiempo (¡benditas 5 Copas de Europa del Madrid entre el 56 y el 60!), pero sí que es un dato para tener en cuenta la frecuencia con la que Italia vence con su estilo. En este sentido, los grandes dominadores de las dos últimas décadas son Brasil, Argentina y Alemania. Por cierto, Mario, ¿no echas de menos el talento desvanecido de los países del Este? Sólo queda una vulgar Ucrania. Eliminadas Polonia, la República Checa... Y ni siquiera se clasifican ya Hungría, Rumanía, Bulgaria, Rusia... Por no hablar de los balcánicos. Es una pena.