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Somniloquios

Vamos a casa, Ethan

Vamos a casa, Ethan

 

Apenas se le reconoce. La mitad de su expresión queda oculta bajo el ala del sombrero, en una negrura de tormenta interior que viene a tragarse el sol. La primera vez que lo vemos, sin embargo, aparece perfilado en un rectángulo de aguda y cromática luz, a punto de ingresar al espacio sombrío de una casa que lo acoge, si bien no lo espera. Nadie lo espera. Al final, lo veremos hacer el trayecto opuesto. La otra mitad del rostro, la que sí advertimos, compone una mueca de desprecio resumida en una boca enfermiza, que convoca en un insulto emergente al mundo entero, a todos y cada uno de sus personajes; a las nubes, a las bestias, al sol, los arroyos, la montaña, el desierto, la pobreza, la guerra, el amor, los uniformes, la familia, la tierra, las razas, los afectos... Un odio minucioso que alcanza a todas y cada una de las cosas. Nada escapa, ni siquiera él mismo.

Apenas se le reconoce pero el hombre bajo el sombrero se llama Ethan Edwards. No es John Wayne haciendo de Ethan Edwards; es Ethan Edwards, un bastardo adorable al que, no sabemos bien por qué, John Wayne se le parece remotamente. Ethan vuelve de ningún lugar y a ningún lugar habrá de volver cuando haya vencido a su obsesión. En verdad no hay regreso, únicamente un tránsito que ni siquiera aspira a redimir. Sólo un hombre cuya forma temida se recorta en el umbral soleado del desierto, la mano sobre el antebrazo contrario, a la orilla de una deriva que está a punto de desatarse y que lo empuja a buscar a Debbie, la sobrina raptada por el indio Scar. Va a correr la sangre, aun si ha de ser la sangre de los propios. Como Kurtz, el coronel de Apocalypse Now, el Ethan Edwards de Centauros del desierto también ha visto demasiadas cosas. Demasiado atroces. Y quien ve demasiado ya no ve más. Queda ciego por inversión. Ciego o cegado como un pozo. Ethan es un pozo, un desperdicio irredento que ha extraviado su lugar. Perdido y ajeno, su misión será encontrar. Encontrar la derrota en cualquiera de sus formas.

Centauros del desierto (The Searchers) acaba de cumplir 50 años. En pocos días (demasiados para la espera) va a ser reeditada en dvd con documentales de apoyo, y con el formato y tratamiento de la imagen que tuvo en su origen. Ese ingenio tecnológico que llamaban VistaVision, y que Ford usó para darle a su cámara una profundidad fascinante. Lo demás, la hondura de lo ocurrido y lo contado, de cada personaje, lo hacía su ojo. El que no iba tapado con el parche y también el otro. Cruzaría el río a nado por su lado más ancho para ver Centauros en un cine. A lo más que he llegado es a la filmoteca, pero quiero pantallón. Quiero la VistaVision en casa. Y la quiero ya. Esos planos, la voz, Ward Bond, el grandísimo Ward Bond, el encuadre, la viveza de los colores, el cuerpo menudo de Debbie. Quiero a Debbie bajando la duna de oro a la espalda de Ethan, para advertirles de que no va a volver, que se marchen, que ella es india, que no hay regreso posible a la vida que ya no existe; quiero a Ethan encañonándola en una terrible amenaza, quiero oír a Martin cruzarse ante esa boca de fuego que le grita y le ordena: "Stand aside" (apártate), arrastrando las palabras, haciéndolas goma como un chicle en la boca, voy a matarla porque ya no es Debbie sino una india, una salvaje, una bestia. Pero tan bella. Quiero ver la persecución última y a Ethan levantándola en el aire como una pluma bajo ese dosel de piedra. El poderoso y temible Ethan que se hace agua con ella en los brazos: "Let's go home, Debbie". Vamos a casa, Ethan.

La cumbre del cine, tal y como yo lo entiendo y lo siento. En septiembre pasaré por Monument Valley, uno de esos pocos lugares en el mundo en los que siempre he sabido que debería estar, costase lo que costase. Polvo rojo y carretas en la memoria. Territorio navajo. Nada en realidad: piedras que se miran en silencio. Todo lo que pasó ya ha pasado, pero regresa. Las películas. En el Punto John Ford, un mirador que tributa al genio sobre la arena de Arizona, pensaré en Ethan, el hombre hecho de violentos contraluces. Ahora voy a hacer la inversa: pondré la película en esta pantalla y pensaré en Monument Valley.

4 comentarios

Zitor -

Muchas gracias Mornat, por el artículo primero y el enlace después. Me siento en deuda al carecer en mi blog de una sección de enlaces en general.

Te leeré a menudo.

Mornat -

Un blog sobre John Wayne siempre tendrá su sitio aquí. Yo te enlazaré para visitarte y que te visiten. Bienvenido y gracias por el amable comentario. Ethan siempre fue, en dura competencia con el sheriff John T. Chance y sus oblicuos flirteos con Angie Dickinson, mi personaje favorito.

Zitor -

He perdido la cuenta de las críticas, artículos, estudios y opiniones que leído sobre Centauros del Desierto. Leer este somniloquio ha sido una verdadera sorpresa.

Qué gran título, por fin alguien se apiada del molesto Ethan.

Mantengo un blog sobre John Wayne, con tu permiso enlazaré en él esta entrada.

pabs -

Nice...