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Somniloquios

Minutos musicales

Canción de amor loco

En mi celda acolchada
tienen mi cabeza vendada,
me espera una sesión de electroshocks
para que recupere la razón.

En mi camisa de fuerza
escucho hablar tras la puerta.
Los médicos preparan la poción,
es una dosis superior... Sí, por favor.

Lo sé, es horrible el sabor
pero, ya verás, te sentirás mejor.
Perdón, no me presenté,
soy la paciente de la celda tres.


Uhh, uuuh, uhhh…

En la pista de baile
danzamos canciones en braille
aquí los locos lo pasamos bien
con un aguijón en nuestra sien.

Siento calambres hermosos
en mi sistema nervioso,
nada de esto me hace efecto ya,
ya que no consigo olvidar.

Dime, ¿por qué estas aquí?
¿Qué recuerdo quieres extinguir?
Te van a lobotomizar,
la enfermera empieza a conspirar.

No te puedo olvidar
lo siento, no te puedo olvidar.
Aunque lo nuestro se acabó
brillará como una estrella que murió.

No te puedo olvidar
lo siento, no te puedo olvidar.
Aunque lo nuestro se acabó
brillará como una estrella que murió.

Mentí, yo no te olvidé
y sé que esto me va a enloquecer.
Soy yo el intenso fulgor
que ya no ves porque alguien lo apagó.

No te puedo olvidar
lo siento, no te puedo olvidar.
Aunque lo nuestro se acabó
brillará como una estrella que murió.

[Los Olvidados, de Sidonie].

Canción de amor de diez pisos

Cuando tengas el corazón roto y sombrío
Y necesites una mano amiga
Cuando estés tan enamorada
Que no sepas ni cuánto podrás aguantar...

Cuando tus preguntas queden sin respuesta
Y te esté matando el silencio
Agárrate a mí
Nena, yo soy tu hombre
Tengo amor de sobra para dos

Una canción de amor de diez pisos
He construido para ti
Quién puede llevarte más allá...
...del cielo que cubre estas montañas gemelas?

La he construido para ti
Y te quiero de verdad

No hay ninguna solución segura
Ni atajo por entre los árboles
No hay grieta en un muro que te pueda separar de mí
Acostada, sin poder dormir, en la oscuridad
De esta noche eterna
Algún día, pronto, sin que sepas dónde ni cuándo
Despertarás y verás la luz

Una canción de amor de diez pisos
He construido para ti
Quién puede llevarte más allá...
...del cielo que cubre estas montañas gemelas?

La he construido para ti
Y te quiero de verdad

(Ten Storey Lovesong, de The Stone Roses)

Dylan en el crepúsculo

Dylan en el crepúsculo


"Era como estar en un cuento de Edgar Allan Poe, en el que uno no es el tipo de persona que todo el mundo piensa que es".

En el mundo de Bob Dylan, si no llevas sombrero de ala ancha no eres nadie. El sombrero -blanco o negro- se puede juzgar una impostura, pero yo entiendo que denota la adscripción de Dylan y sus músicos a una extensa tradición americana, tanto como los instrumentos y la reinterpretación que Dylan hace hoy día de sus temas más antiguos. Además, como anotó Bono, a Dylan los sombreros le quedan bien. El hombre que es "dueño de los sesenta", muy a su pesar y siempre según su propia consideración, pasó por los alrededores de Zaragoza, que no por Zaragoza, y dividió las aguas y a los hombres, se hicieron los mares a un lado y los críticos o los traicionados, o los despechados o los indecisos, también le cedieron el paso, para que su voz baldía cruzase la tierra como un viento de arena. De paso, los periodistas forjaron el término dylanita, que definiría (en un alarde de mediocridad neologista del que no sé si tienen culpa o si les vino plagiado) a los incondicionales del hombre llamado Zimmerman. Al parecer, sólo la mitomanía de un dylanita justifica cierto entusiasmo o satisfacción por el concierto del lunes. Repasé mi colección de Lps, cedés y copias ilegales de Dylan y me pregunto si seré uno de los desafortunados...

Estábamos en la Feria de Muestras, ese horrendo lugar donde la música vuela de forma literal por los aires y se pierde en la inmensidad esteparia. The music, my friend, is blowin' in the wind... Arriba, de lado sobre el escenario, con una ligera inclinación sobre un pianito, estaba Dylan. El conjunto reunía un aspecto minuciosamente inapropiado, como una confabulación de despropósitos: Bob Dylan en el medio de ninguna parte, un lunes, a las nueve de la noche, con el atasco por el medio. Como para no ir. Pero fuimos, atraídos por la voz cavernosa del maestro, un tipo que me gusta más cuanto más recalcitrante se pone. Así que estoy encantado, porque a Dylan ya no hay quien lo cante ni quien lo aguante. Las cifras de asistencia fluctuaron en los periódicos entre los 5.000 y los 15.000, como en las manifestaciones. Ignoro si los números salieron de la policía o de los sindicatos convocantes, pero me da igual. Se estaba muy bien. Había la gente suficiente para no avergonzarse, bastante más de la que esperábamos tras las apocalípticas informaciones previas, y la necesaria para moverse apenitas, bien cómodo y a una distancia razonable, para que no se junten los cuerpos y ni siquiera los deseados. Y con el espacio preciso para distinguirle la línea plateada de su traje negro al hombre del sombrero blanco, y sobre todo apreciar sin estruendo  los innumerables matices de la banda. (Qué alegría los músicos que miden bien el volumen para escucharse y ser escuchados).

A estas horas del siglo XXI, los críticos de la cosa advierten una merma definitiva en la voz de Bob Dylan, lo que no puede sorprendernos: ni por el lado de Dylan ni desde luego por el de los críticos. Dylan ya no canta, Dylan cuenta, pero no hay nada nuevo en esa revelación. Su voz no tuvo nunca nada de prodigio y sí mucho de curiosidad. Se le ha hecho vieja y hemos de suponer que más sabia. Es más, lo afirmamos. Esos repuntes nasales en su modo de frasear, que tanto les divertía imitar a sus admiradores, amigos o amantes (lo hizo John Lennon, el áspero admirador impertinente; lo hizo Joan Báez, la dulce musa impertinente), esa voz nasal ha mutado en los últimos tiempos hacia una variante de recovecos pedregosos. Su habilidad para modelar matices con un instrumento tan limitado tiene algo de alfarería gutural. No disfrutarla me parece raro. A mí me emociona.

Se ve que, a pesar de todo, muchos siguen aguardando que la ancianidad arrugada le traiga a Dylan un carácter afable que nunca lo ha adornado, que nosotros sepamos. Quizás preferirían haberle tirado un cachirulo para que se lo anudara al cuello y gritara: "Zaragozaaaaaaa, sois cojonudooooooooooos mañooooss". Pero se limitó a presentar a la banda cuando se aproximaba el final del concierto y a decir: "How are you feeling, my frieeeendssss?", otra vez con ese loop final con el que siempre ha cantado. Me pareció suficiente. Tocó A hard rain's ‘a' gonna fall, versión actual, que le salió menos brillante que la grabada para la Expo (esa sí me gusta tanto o más que la original), hizo una desquiciada y poderosa recreación de All Along the Watchtower y una emotiva (¿o sólo me lo pareció a mí?) Like a Rolling Stone para cerrar la noche. El resto fueron temas más o menos conocidos y cambiantes, viejos o recientes, funcionariales para quien no los escuchara con detenimiento. Las interpretaciones, por lo general y salvo un tramo breve, negaban cualquier rutina. Ahora, no nos engañemos con Dylan. Como argumentó un concejal de La Coruña para no contratarlo en aquella ciudad, "Dylan no da espectáculo y además toca de espaldas". Bueno, de espaldas no, pero razón no le faltaba en lo otro. ¿En qué consiste el espectáculo? ¿En lo de los Rolling? Yo soy de los que piensa que hay que haber oído a Jagger, Richards y compañía al menos una vez en directo tocando Simpathy for the Devil, pero visto una vez, visto todas. Con Dylan uno nunca sabe qué concierto verá y en eso hay algo de autenticidad, digo yo. Además, este señor jamás permitió que las preferencias de su público le tocaran los cojones ni el repertorio. Cuando en el Manchester Free Trade Hall un seguidor de su época folk le grito "Judas!!!!" por su traición a la canción con mensaje, Dylan repuso irónico: "I don't believe you...You're a liar". A continuación se giró hacia su banda y les dijo: "Play it fucking loud". Atacaron Like a Rolling Stone y la historia de la música popular giró de un lado a otro en ese mismo instante.

De los tres conciertos que he visto de Dylan, quizás el del Príncipe Felipe en 1999 me pareció el más redondo y el de 1993 en Huesca, el más eléctricamente salvaje, con un batería negro que aporreaba las cajas con estrambótica fiereza y precisión. Del lunes me quedó un sabor muy agradable de música excelente, muy bien interpretada, en una línea de integración de tradiciones que me gusta y que, creo, subrayan al Dylan de hoy, capaz de observarse a sí mismo en tercera persona, un eslabón más de una larga cadena. Una parte de esto se explica en el minucioso recopilatorio Theme Time Radio Hour (With Your Host Bob Dylan), 78 temas de todas las épocas, ninguno propio, reunidos a partir del programa de radio en el que Zimmerman ejerce de enciclopédico pinchadiscos. La otra mitad tiene que ver con el espíritu de la trilogía que conforman Time Out of Mind, Love and Theft y Modern Times. Ahí está el Dylan de hoy.

El lunes -rodeado por una banda con un gusto exquisito para los detalles, y una potencia vibrante en los rocanroles y en los tempos más rápidos- el desnudo andamiaje del escenario recortaba a Bob Dylan contra la luz vacilante de la noche del solsticio. Ajeno a los artificios y reclamando el carácter sustantivo de la música, el druida entonó sus runas con la áspera suavidad de un reloj de arena que agota muy despacio su carga, y al que habría que dar vuelta eternamente para no perder las referencias que nos han sujetado sobre el piso en los últimos cuarentaitantos años. No sé por qué, al verlo insomne en su distanciamiento, perfilado contra ese crepúsculo que anticipaba el desierto, me dio por pensar qué pasará el día que el hombre del sombrero nos deje solos.

 

James no es una persona

En noviembre vi a Wilco, en abril vi a James, este verano veré a Bob Dylan y en septiembre, a Andrés Calamaro. Podría cerrar ese círculo con Neil Young el 27 de junio en Madrid, si no fuera porque desconfío de los grandes festivales y el señor Neil Young aparecerá en el Rock in Rio, pero creo que una tacada como la mencionada en menos de un año se aproxima bastante a la felicidad. Me parece que sólo lo mejorarían algunas reuniones imposibles: la de los Beatles, desde luego; la de los Smiths (Morrisey a solas me parece un señor mayor: al que me encantaría ver, claro... pero un señor mayor); el renacimiento o reencarnación de la Creedence Clearwater Revival; un concierto póstumo de los Clash y, desde luego, Elvis Presley en Las Vegas. Siempre pienso que hubiera entregado varios años de mi indolente existencia por ver a Elvis en Las Vegas, con la capa, las patadas de karate y el Así Habló Zaratustra de salida; y por supuesto, a los Beatles en la azotea del edificio Apple. O en Hamburgo, como apostillará GG.

Pero hablemos de James, otra vez. Porque hace semanas que os debo mi reflexión acerca de James en La Riviera de Madrid. Y esa reflexión que os debo, os la voy a pagar. A estas horas ya es un recuerdo más que una crítica, lo cual jamás hubiera pretendido ser, por otro lado. Un recuerdo creciente que permanece y florece y crece sobre el lecho de su último disco, el magnífico Hey Ma! Magnífico de verdad, vigoroso y emocionante. Lo mismo fue el concierto, y eso que partió con Tim Booth sentado en una banqueta con su pie izquierdo roto, apoyando la voz y el cuerpo sobre unas muletas. Esa escena, explicada someramente por Saul Davies antes de comenzar la acción, supone una pérdida mayor cuando uno va a ver a James: las espasmódicas coreografías de Tim Booth, a medio camino entre la epilepsia y un ritual de catarsis interior, conforman una parte básica del espectáculo. De hecho, si Tim Booth entró en el grupo fue porque una noche de principios de los 80 lo vieron bailar en una discoteca y lo eligieron para acompañar a la banda con sus singulares rutinas. Enseguida convenció a los otros para ejercer de vocalista y de paso escribir las canciones.

La simbiosis resultó perfecta. Siempre lo ha hecho. Y en cierto modo mágica, natural y espontánea. Tim Booth (vestido en La Riviera con un traje a cuadros rojos y negros que me hacía recordar, y mucho, a Movilla) canta a menudo mirando a la cámara que lo enfoca, y mira con un gesto que parece invitar a un paseo por sus introspecciones. O cierra los ojos como si se arrancase las canciones a jirones. Su lenguaje invita a que nos asomemos al espacio íntimo del que brota cada canción. Hay algo un poco indefinible en ese modo de interpretar el pop, pero ese algo resume la marca diferencial de James. Canciones enérgicamente tristes, luminosas, lastimosamente vitalistas. Tim Booth recuerda haber sentido en América que nadie los escuchaba, que se habían equivocado de momento. Eran los días en que reventó el grunge y todo el mundo parecía querer guitarras y mugre. Hasta que apareció REM con Automatic For the People. Y de repente alguien conectó a REM con James, o a James con REM, cualquiera sabe por qué, y todo se vino a su sitio. Tim Booth y Michael Stipe: "Y salimos volando por el techo". De todo esto podría inferirse que James le debe su personalidad como grupo a su cantante, pero la realidad ha impuesto con el tiempo una contestación distinta: Tim Booth dejó el grupo y en solitario quedó (en su disco Bone) como un autor capaz pero cargante.  James no es una persona, como rezaba la url de su antigua página web: www.jamesisnotaperson.com. Todo el mundo asume al oír hablar de James que se trata de un solista, pero no… Hay una banda, poblada y justificada: al menos siete. Le pusieron el nombre de uno de los miembros fundadores (James Glennie), después de desechar Paul por demasiado tópico y Tim (de Tim Booth) por  negativa de éste, temeroso de que lo acusasen de egocentrismo. Para confirmar la refutación, interna y externa, la web de ahora se llama así: www.wearejames.com. Con la motivación de la vuelta, el regreso de Booth, Gott y Diagram, el espíritu que les insufló Brian Eno en el instante preciso y la sabiduría del tiempo, con todo eso el precipitado alcanza una feliz exactitud sintetizada en su último disco.

El concierto de La Riviera zarpó con Born of Frustration, ese grito de guerra, esa llamada tribal, himno mayor de Wiplash, más que apreciable álbum. Continuó con Come Home y Andy Diagram, recuperado para la formación en este regreso, soplando su célebre trompeta a todo pulmón, con un vestido de mujer y un rizo oscuro de Harpo Marx. Diagram aporta una singularidad muy reconocible al sonido del grupo y le pone el lado lúdico al escenario. Larry Gott –profesor de guitarra de varios miembros del grupo y luego guitarra del grupo- y James Glennie le dan la base. Saul Davies es uno de esos multiinstrumentistas que salta del violín de Johnny Yen (tal vez el único tema que extrañé en un repertorio completísimo de dos horas) al apoyo de la percusión. Luego vinieron los estupendos temas de su último album, Hey Ma!, un disco que oigo casi cada día desde que lo compré. Prueba irrefutable de su valía. Se está aproximando a Laid a marchas forzadas, hasta el punto de que en un momento dado podría llegar a dudar cuál de los dos me gusta más… si no fuera porque Sometimes y Laid, de las que tantas veces he hablado y hablaré, están en ese disco y ya no podrán estar jamás en ningún otro. No es que Hey Ma! sea irreprochable, que lo es, sino que además es brillante, emotivo, memorable y alegre.

Agradecí en el alma que cerraran su noche en La Riviera, tan esperanzadora en muchos sentidos, con Sometimes y Laid. Fue como un guiño privado. Al final de Sometimes, el grupo entero quedó en silencio y los de abajo coreamos durante cinco minutos la más famosa línea de esa canción: “Sometimes / When I look deep in your eyes / I swear I can see your soul” (“A veces / Cuando te miro fijamente a los ojos / Juraría que te veo el alma”). Eso explicó todo: la personalidad de James y su relación con la gente que los hemos escuchado con fervor religioso, con fe. Igual que hacemos los de abajo cuando escuchamos a Tim Booth, desde arriba también ellos nos dejaron cantar (y subir al escenario, atrevimiento que bordeó un entusiasmado caos) con este único fin: poder mirar dentro de nosotros y comprobar el espacio íntimo, perenne, inquebrantable y dichoso en el que guardamos sus canciones.

James no es una persona. Yo diría, enfáticamente, que James somos todos.

 

Pide un deseo

"Hay días para quedarse a mirar /
hay días en que hay poco para ver /
hay días sospechosamente light /
hay un deseo que pido siempre que pasa un tren..."

Mi gin-tonic, de Andrés Calamaro

Papá, ¿me pones a James?

He hablado antes de James, de las mañanas del verano del 97 en Maida Vale, Londres, de la prisión de nostalgias en la que se convirtió la ciudad en mi regreso y de cómo la música de Laid, que Andy sacó de alguna tienda de oferta esos días, abrió un profundo corte en todos los pesares. Durante los meses siguientes, Sometimes y Laid se convirtieron en una suerte de himnos de supervivencia; había que recoger los pedazos y volver a empezar, así que casi todas las mañanas (y muchas noches) esos dos temas rellenaban los huecos. La historia no da mucho de sí, se trata de una experiencia musical íntima de la que no se puede dar noticia sin incurrir en la exageración. Pero, de forma inevitable, siempre que hable de James hablaré de lo mismo, de esos días y de cómo la música cicatrizó tantas heridas. Esta noche veré a James por primera vez en directo. Se fueron con una gira memorable en 2002 y Tim Booth anunció que iniciaba su carrera en solitario: publicó Bone, un disco sin demasiada gracia, tal vez porque a ninguno nos acababa de hacer gracia tener que aceptar la despedida. Afortunadamente han vuelto. Ahora que regresan tantos grupos innecesarios, la vuelta de James, grupo de culto colectivo del que nunca se supo gran cosa en España, parece radicalmente perentoria. Además, han vuelto con un disco estupendo, Hey Ma; pero estupendo de verdad. James de principio a fin: repleto de la vivacidad de las guitarras, de las letras reflexivas y la dialéctica interior, las historias de perdedores iluminados, el misticismo costumbrista, la trompeta de Andy Diagram y, desde luego, la voz de Tim Booth. Todo sobre ese subrayado vitalista que siempre fue para mí la nota característica, la más distintiva de James. Uno de los grupos más singulares de aquella supernova que significó el Madchester de mediados de los ochenta.

Podría dejar un video de alguna de sus recientes actuaciones en una gira que ha llegado a España esta semana, pero me ha gustado este que he encontrado en YouTube: Whiteboy, una de sus varias grandes canciones de Hey Ma, suena en segundo plano, y el baile de los dos niños que le piden a su padre que les ponga a James define muy bien cómo la música de estos muchachos opera en mi ánimo. Aviso que pienso comportarme como ellos.

Atmósfera

Walk in silence,
Don’t walk away, in silence.
See the danger,
Always danger,
Endless talking,
Life rebuilding,
Don’t walk away.

Walk in silence,
Don’t turn away, in silence.
Your confus
ion,
My illusion,
Worn like a mask of self-hate,
Confronts and then dies.
Don’t walk away.

People like you find it easy,
Naked to see,
Walking on air.
Hunting by the rivers,
Through the streets,
Every corner abandoned too soon,
Set down with due care.
Don’t walk away in silence,
Don’t walk away.

Atmosphere, de Joy Division

Sol de invierno

En el invierno, busquemos esa huella azorada del sol; y añoremos la descarada brisa del verano. La esperanza siempre vuelve, como la primavera, como las estaciones. Lo demás se va yendo, aunque nada se va del todo. Bonito nombre para un grupo, bonito nombre para una canción, bonita canción.

November Starlings, de los Trembling Blue Stars 


The world is beautiful and it's waiting
We're hungry for what's on the table
Under clouds that keep on changing
Hope returns and keeps returning
That trace of sunshine in the winter
That breeze when summer's at its highest
Part of the ride, of the adventure
You and I will journey together
Sharing whatever
We uncover
The dusk upon The Marsh
The stations of the cross
Rest your head on me and I'll catch you
Your head on me and I'll catch you
I'll catch you
This life that you and I are living
It's a scrapbook in the making
Flick to the howl of England's garden
Save a page for November starlings
Pinning down what we are feeling
Is something we'll never be awake to
Love does the hiding we the seeking
And there will never be a breakthrough
Undefined it will stay
A handful of snowflakes
Trying to tell you how much and how
Beyond squeezing your hand three times in a crowd
Rest your head on me and I'll catch you
Your head on me and I'll catch you
I'll catch you

El mundo es hermoso y nos aguarda
Hambrientos de lo que hay sobre la mesa
Bajo nubes que van cambiando
La esperanza renace y vuelve a hacerlo
Esa huella de sol en el invierno
Esa brisa en medio del verano
Son parte del viaje, parte de la aventura

Tú y yo lo haremos juntos
Compartiendo lo que descubramos
El crepúsculo sobre el pantano
Las estaciones de la cruz
Apoya tu cabeza en mí y yo te sujetaré
Tu cabeza en mí y te cogeré

Esta vida que compartimos
Es como un álbum que vamos haciendo
Vuela hasta el aullido del jardín de Inglaterra
Guarda una página para los estorninos de noviembre
Clavar con alfileres lo que sentimos

Algo de lo que jamás seremos conscientes
El amor se oculta, nosotros buscamos
Y nunca se revelará
Permanecerá indefinido
Un puñado de copos de nieve
Tratando de decirte cuánto y cómo
Algo más que apretar tu mano tres veces entre la multitud

Apoya tu cabeza en mí y te sujetaré
Tu cabeza en mí y te cogeré
Te cogeré