Pequeño cuento de cumpleaños
"No puedo ya ir contigo, Peter. He olvidado volar, y...".
Wendy se levantó y encendió la luz: él lanzó un grito de dolor... ».
[Peter Pan, de James Matthew Barrie]
Nicolás ha cumplido tres años. Soñaba con una guitarra y le contó su sueño a mamá convirtiéndolo a la realidad, con inmediatez y sin dudas. "Mamá, quiero una guitarra". Mamá lo llevó a ver una guitarra, porque los sueños se cumplen, porque todos los sueños los cumple mamá. Por ahora. Luego vendrá la vida. Ahora todo es verdad y es mentira y no es nada de eso, no importa, todo es igual. Nada. Niño de agua y sal. Niño de Aire. Nicolás cumple tres años y se quedó mirando fijamente la guitarra en la tienda, hace unos días, sin separarse de ella, mirándola despacio como para darle una forma propia y hacerla corresponder con la guitarra de sus sueños. Quizás jugaba a adivinar que la realidad siempre adquiere formas distintas a las de los sueños o no exactamente las de los sueños. ¿Sabrá reconocerla?
Mamá le regaló esta mañana la guitarra. Nicolás, al verla, quedó extrañado y preguntó: "¿Y esto qué es, mamá?". "Una guitarra", le dijo mamá. "Una guitarra como la que tú querías". Nicolás se quedó en silencio, interrogando al sueño, la guitarra y el deseo. Mamá lo sacó de ese atolladero como a un pequeño animalito y se colgó la guitarra para tocarla. Nicolás la miró divertido. Luego vino la yaya y Nicolás le pidió a la yaya que se colgara la guitarra y la tocara. Nicolás la miró divertido. Más tarde, Nicolás le pidió a papá que se colgara la guitarra y la tocara. Lo miró divertido. Por fin, vino la tata y Nicolás le pidió a la tata que se colgara la guitarra y la tocara. Luego Nicolás se fue al colegio y la guitarra se quedó en casa a esperar, con las notas colgando. Nicolás se llevó el sueño a la escuela. Sus tres años. Y el triángulo de felicidades inconexas para darle vueltas interminablemente. Cuando vuelva por la tarde, quizás los dos lados (su deseo y la guitarra en casa) se tocarán y harán una perfección infantil sin vacilaciones. Para asegurarse, Nicolás les pedirá a todos que se cuelguen la guitarra para él, y la toquen. Y así la guitarra le hará olvidar el deseo de una guitarra. Todos los niños saben completar este juego y así en ellos no cabe ninguna tristeza de otoño ni nada parecido. Basta ajustar un poco las cosas con ayuda de mamá y los demás y la guitarra que descansa en la habitación será el deseo soñado. Por la noche, cuando todos se hayan ido, Nicolás se quedará la guitarra en su cama, y la dormirá y volverá a soñarla y a desearla, y a cumplir tres años. Dormirá y despertará en los ojos de mamá, como si ella nunca se hubiera movido de ahí. Y al levantarse por la mañana, él solo se colgará la guitarra para tocarla. Luego echará a volar y nosotros lo miraremos absortos y encantados, con los pies bien pegados al suelo.
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