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El deporte

Aga...pitera

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Ayala por Milito. La bomba del verano. El Real Zaragoza pagará mañana la cláusula de rescisión del capitán de Argentina -ya se lo ha comunicado al Villarreal-, y quiere presentarlo el martes o el miércoles en La Romareda. El Zaragoza tiene ya un acuerdo cerrado con Roberto Fabián Ayala para las tres próximas temporadas, a razón de 1,5 millones de euros netos de salario, y en las próximas horas depositará los seis millones de euros de su blindaje en la Liga de Fútbol Profesional, de forma que el jugador argentino rescindirá su contrato con el Villarreal.

El Zaragoza lo anunció en su página web a primera hora de la tarde de ayer. Era un bombazo que tenía guardado en la manga desde hace unos días. El Villarreal ha intentado hasta el final frenar la marcha de Ayala, pero los deseos del jugador argentino han resultado decisivos.

El tapado
El Zaragoza ya negoció con él en enero, al saber que no seguiría en el Valencia. Pero se lo llevó el Villarreal. Ahora, el Zaragoza le devuelve al Submarino el golpe que supuso el traspaso de Cani hace un año. Una vez que el club aragonés tanteó a su agente, Gustavo Mascardi, y que Ayala dio su OK desde Venezuela, Agapito Iglesias, propietario del Zaragoza, cerró un rápido acuerdo salarial con el jugador y se dispone a pagar la cláusula en la Liga.

Oliveira llega por fin cedido a La Romareda

Además del fichaje bomba de Ayala, el Zaragoza anunció ayer al mediodía también la incorporación de Ricardo Oliveira, el delantero brasileño del Milán, con el que en la noche del viernes había roto las conversaciones por sus exageradas peticiones salariales. Finamente, Oliveira dio marcha atrás de madrugada y aceptó las condiciones que previamente había pactado, y luego rechazado, para su llegada a préstamo a La Romareda. El Zaragoza paga ahora al equipo italiano 2 millones por el préstamo de un año y tendrá una opción de compra de 8,5 en junio de 2008. Si la ejerce, activará el contrato por cuatro temporadas (a razón de 1,5 millones anuales) acordado también ya con el jugador.

Diego, Príncipe de Europa

Diego, Príncipe de Europa


El velocista (ese otro yo que escribe las crónicas con rapidez y estilo, mientras la espada del cierre le cuelga sobre la cabeza) me abandonó hace tiempo. Está dormido o se largó, no lo sé, así que el recuento de este último partido del Zaragoza en Huelva y de muchos a lo largo del año me ha tenido por autor directo, sin mediaciones inconscientes. Se nota. Sin el velocista no es lo mismo. Espero que regrese a tiempo para la próxima temporada, cuando el equipo jugará en Europa y doblará el número de partidos tardíos y mi necesidad de hacerme aún más mecánicamente virtuoso en el borde del precipicio. Como sabéis, él lo logra con alegre facilidad; yo sufro como un perro y encima no lo consigo. El partido de Huelva cierra la temporada y lo hace con un éxito mayúsculo. Creo que la crónica quiere subrayar virtudes globales, más allá del mediocre partido de ayer, pero lo hace con torpeza; y no ocultar defectos, pero sí explicarlos. El Zaragoza ha alcanzado la orilla virtualmente exhausto, agarrado a la excelencia de un jugador como Diego Milito, que se vistió de héroe hasta el último día. Por fin, el argumento de fondo trata de establecer que el desarrollo de las cosas responde a la lógica; y que el final de esta Liga expone con claridad que el futuro exige redoblar la apuesta. Al menos se podrá hacer desde un magnífico punto de partida, la Copa de la UEFA. De todas formas, creo que es hora de que seamos generosos con el Zaragoza. Y el Zaragoza, consigo mismo.

Recreativo, 1-Real Zaragoza, 1
38ª Jornada de Liga


A pesar de lo cerca que estuvo el infarto, al final todas las piezas quedaron encajadas con lógica. El Zaragoza alcanzó el éxito irrebatible de la UEFA, y lo hizo con el sufrimiento propio en un equipo que ha llegado frito y diezmado al final. Esta temporada era excelente de todos modos, pero su defensa contra cualquier crítica o atisbo de frustración precisaba la culminación del camino. Cuanto más cerca está la gloria, peor se digiere un batacazo. Todo lo que ocurrió tiene explicación: la angustia de un equipo al que la Liga se le ha hecho larga, la merma de las ausencias, el estado físico de algunos, sobre todo de Diego Milito. Aun así, hasta el último día estableció el Príncipe su condición de Rey del año: héroe hasta el final, uno de los jugadores de la Liga. La pieza definitiva que encontró su sitio fue el respeto del desenlace a los méritos acumulados por el Zaragoza: con todas las deficiencias que se quieran, ha impuesto todo el año su virtud competitiva, para elevarse por encima de lo esperado. El regreso a la UEFA abre un nuevo periodo. El gol de Diego Milito es la llave de Europa y del futuro.

Del largo desenlace de la Liga hay que aprender. Es en los tramos finales donde se ganan y se pierden los grandes premios en un torneo de nueve meses. Lo demuestran el Villarreal y desde luego el Madrid. Tal aviso no se debe olvidar. La última noche fue de infarto. El Zaragoza no se manejó bien en casi ningún aspecto, y el Recreativo aplicó un muestrario completo de su repertorio, hasta que le llegó el cansancio o el despiste. Antes puso la excelencia física y técnica de Uche, la ratonería de Javi Guerrero, la armonización de los esfuerzos en el medio campo, la defensa adelantada... Quizás para el Zaragoza el problema no estuviera tanto en los principios fundamentales del juego del Recreativo, sino en su actitud. En esa levedad del que no se juega nada y se maneja por el campo ligero de equipajes psicológicos. Los andaluces jugaban ufanos, alegres, porque cualquier destino les era indiferente. Se pasaban la pelota como si dibujaran caracolas en la arena, con el entusiasmo con el que un pavo real enseña el abanico de su cola. Cuando uno se juega Europa frente a un rival así, que además mete un gol al empezar, la desesperación está asegurada.

Frustración
Exactamente ese camino iba a seguir el Zaragoza. Jugaba tres partidos y durante casi toda la noche perdió los tres. El propio lo empezó perdiendo casi al pisar el campo, en el minuto 2. Luego amplificó esa impresión fatalista que siempre comunica un gol tan veloz. Había mucho tiempo, pero había poco juego. Aimar, que recogía y llegaba... poco más. El factor de la prontitud permitió al Recre desplegar velas con Uche y Javi Guerrero. Siempre lo dijimos: las parejas improbables tienen el don de lo cómico o lo genial. El control de Uche sobre la banda izquierda en la jugada del 1-0 fue un regalo para la vista. Un regalo envenenado, pero de belleza innegable. La jugada tomó fuera de cacho a toda la zaga. Uche hizo la pausa y el recorte hacia fuera, puso un tiro raso que César sacó al área pequeña y Javi Guerrero encontró el gol en la puerta del agujero, ahí donde encuentran los ratones el queso.

El resto del partido fue un extenso pasaje de frustraciones. Para qué hacer inventario: al Zaragoza, un equipo preocupado siempre por el estilo, esta vez sólo le imporaba el resultado. Víctor buscó seda y cuchillo con Longás y Ewerthon, pero el Recre amenazaba con rotunda facilidad. El arranque de la segunda mitad abundó en las peores impresiones. Se pusieron a ganar el Villarreal y el Atlético. Durante más de un cuarto de hora el Zaragoza no salió de su lado y perdió a Piqué por un agarrón a Sinama, que había entrado por Uche. En esos cambios previstos, y en el aire de fiesta que tomó el estadio, respiraría el Zaragoza. El Recre se abrió por el lado izquierdo y Lafita alargó la zancada. Puso dos balones de gol que no terminó Diego. El tercero se lo regaló Longás, jugador visionario con un papel residual. Un artista de culto. Su pase liberó a Diego y Diego, roto físicamente, voleó a medias y a gol. El grito se oyó en toda Europa. Ha vuelto el Zaragoza.

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El reposo del 'centrojás'

El reposo del 'centrojás'

A estas horas, en un portal con número de cuatro cifras en alguna de esas extensas avenidas cambiantes de Buenos Aires, a estas horas velan a Néstor el Pipo Rossi: el centrojás por excelencia (centrojás es la versión argentina del término centre-half, el medio centro original). El número 5 de River guarda reposo. A él, que nunca calló en los campos, lo enmarca ya un reconcentrado silencio. En El partido del siglo, la serie de documentales sobre los once mejores de la historia en Europa contra los once mejores de la historia en América, armada por Jorge Valdano y Santiago Segurola, el episodio dedicado al Pipo Rossi fue uno de los que más me gustó. Rossi había brotado jovencito en aquel River Plate que era una reunión de caudillos a los que el imaginario popular, con mucho tiento para la posteridad, denominó La Máquina. Cualquiera que haya mirado atrás en el fútbol sabe de carrerilla la delantera millonaria de los años 40: Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau. Frente a ese cuadro de leyendas, hacia el 44 surgió Rossi, un muchacho de naturaleza imperativa, y se puso a dirigir el juego y a los demás con una profunda e inagotable voz de mando. Lo relataba así él mismo: "Yo era un nene pero mandaba por encima de todos. Me palmeaba el pecho y les decía: 'La pelota aquí, a papá". Aún contándolo se tocaba la caja torácica, como si alguien le fuera a entregar el balón. De él dijo Muñoz: "Paraba la pelota y ya tenía una idea titular y dos suplentes". Algunas frases de Rossi son antológicas, sobre todo porque fueron dichas sobre el mismo campo de fútbol y quienes las oyeron sintieron la necesidad de contarlas: "El que no pasa la pelota al pie es una mala persona", se le escuchó decir. Dejo la necrológica de Clarín. Néstor Raúl Rossi tenía 82 años. Lo enterrarán en el cementerio de La Chacarita.

Los días de El Elegido

Los días de El Elegido


Esta noche comienza la final de la NBA: LeBron James (los Cleveland Cavaliers) contra los San Antonio Spurs. Mitad verdad, mitad mentira. LeBron es un jugador embustero, que ha engañado como a chinos a los Detroit Pistons, los tipos más avisados del mundo desde los días de Billy Laimbeer. James los ha terminado sacando de sus casillas en la final de la Conferencia Este (4-2) y ahora el desafío se hace mayúsculo: embromar con su juego de despiste y el ritmo engañoso de su equipo, y los francotiradores ocultos, y los actores secundarios, al bloque de granito más impenetrable de la Liga, los San Antonio Spurs. James no es Jordan ni es Magic, pero permanece por ahora en algún punto intermedio entre ambos, lo que no es una mala acción ni una posibilidad sencilla de defender. Hace años que no veía a un jugador exterior con un baloncesto tan inteligente y variado, con una interpretación así de diversa del juego, con una elección tan precisa de las opciones. LeBron no es Jordan, ni Magic, tampoco un tirador como Bird, un atleta imparable como el Dr. J o un funambulista de lo imposible del tipo Kobe. Llevo tiempo mirándolo de cerca y aún no sé qué es LeBron James, salvo un juego de espejos de otros y de sí mismo. De aquí a las próximas horas, a los próximos días, vamos a analizarlo. A tratar de descubrir la verdad, si es que la hay.

LeBron disimula con notable habilidad su condición de súper estrella. Salvo por la liturgia de la nubecita de talco con la que inicia cada noche de partido, casi nada en él recuerda el exhibicionismo viril de los grandes jugadores de los últimos tiempos. No parece poca cosa ni escasa singularidad para alguien al que la publicidad comenzó a llamar Mesías o el Rey James mucho antes de su ingreso en la edad adulta; desde luego, mucho antes de su llegada a la NBA. Contra todo pronóstico, LeBron se comporta en la cancha con un lenguaje gestual y un modelo de juego ajeno a la ansiedad o el exceso ególatra. Un día gana el partido solo y al siguiente se oculta a medias en las entretelas de su equipo, y se deja llevar hasta los 20 puntos con un buen número de fallos y cierta sensación de inconsistencia. Sin embargo, mirado en detalle, resulta que ha terminado por ser el responsable principal del triunfo, aunque los números no lo digan. Michael Jordan alabó el otro día la presencia de James en la final y el logro que suponía. Entre otras cosas, la NBA está encantada de que todos hablemos del desafío de LeBron y no de las virtudes colectivas e individuales de un equipo de brillante sobriedad como San Antonio. Pero Jordan también apuntó: "A LeBron le falta consistencia: cuando uno es la estrella y tu equipo espera que ganes los partidos, no puedes meter 50 puntos una noche y desaparecer a la siguiente". Eso mismo pienso yo. La pregunta es ésta: ¿Su frecuencia alterna oculta un error en el sistema o se trata de una impostura deliberada?

La final con los Spurs puede revelar mucho a ese respecto. Los Spurs no permiten que el contrario juegue al escondite y raramente persiguen un cebo. Los Spurs te van a buscar en las grandes avenidas y en los callejones traseros. Son minuciosos e implacables. Hay una disensión en los ritmos que también será interesante observar. Los Spurs prefieren la velocidad, la decisión explosiva; los Cavaliers juegan al trote y prefieren ataques en medio campo. A Detroit lo confundieron tanto que los Pistons acabaron por correr, lo que no hacen nunca. En realidad, Detroit se pasó la Final de Conferencia dudando si atrapar a LeBron James en sucesivos dos contra uno o anticipar sus pases extra y las inversiones del juego al hombre libre del otro lado. En esa duda se les escapó la serie. A San Antonio le llega para atender a todo y a más. La nómina de cazadores de hombres que pueden defender a LeBron espanta a cualquiera: Bruce Bowen para empezar (quizás el defensor más conspicuo de la NBA); Michael Finley, Ginóbili, Brent Barry o el buscavidas llamado Robert Horry... Los hermanos Anglyn tenían más fácil escapar de Alcatraz que LeBron de esta encerrona. Interesante punto de partida para pasar en blanco unas cuantas noches de este junio sombrío.

Apéndice del partido 1: San Antonio, 85-LeBron Cavaliers, 76

  • Cambio con urgencia la foto, porque a James se le quedó esa cara: 14 puntos, 4 de 16 en tiros de campo, seis pérdidas de balón. El proceso de aprendizaje, que dice Daimiel, es así. Doblado o triplicado en defensa, los Spurs le cerraron todas las salidas y aun las entradas a las jugadas.
  • Para los de las comparaciones: Michael Jordan anotó 36 puntos a los Lakers en su primera final de la NBA. Después, se los merendó poco a poco.
  • Lo mejor de la noche: el bloqueo y continuación (pick and roll le dicen) de Duncan y Parker. 24 y 27 puntos respectivamente. A un mes de su boda con Eva Longoria, Tony Parker ha terminado el largo proceso de convencerme con su juego, cosa que le ha costado lo suyo. La que no me convence es Longoria.
  • Momento de la noche: el caño de Manu Ginóbili en contraataque a Gibson y posterior bandeja, activando el muellecito al final para dejarla junto al aro.
  • Dicho lo cual y una vez constatado que LeBron no podría con lo que se le viene encima a los Cavs, el partido derivó lento pero seguro hacia el coñazo. Dadas las circunstancias, activo la opción REC del dvd grabador al nivel naranja: esto es, los partidos con horario de la costa Oeste directamente los grabo. Benditas finales entre Utah y los Bulls... Aquello sí que exigía el insomnio.
  • Pd.: para el bahiense Marlo... mientras Ginóbili jugaba, el partido en la televisión lo comentaba Pancho Jasen, otro hijo Bahía Blanca. Creo que si no apareces de comentarista a lo largo de la serie es que no hay justicia ni orden.

[Foto: la cambio por motivos obvios. De la risita a esa mueca mirando el marcador o lo que fuera. Pese a lo que pueda parecer, sigo con LeBron].

Teoría alternativa

Teoría alternativa

Y yo me pregunto: ¿Para qué va a querer meterse en el costoso lío de la ACB un club que, estando en la LEB, se sostiene con una aportación mínima de sus dueños, mucho dinero del contribuyente, la cobertura inmoral de sus errores con el poder mediático y 11.000 chinos (que decía Comas) en la grada? Si el CAI verdaderamente quiere ascender, lo disimula muy bien. No hay modo más sibilino de perder un partido definitivo que poner poca intensidad en la defensa y el rebote, que son cuestiones capitales del juego; fallar un tiro libre detrás de otro y largarse triples y disparos pesimamente seleccionados: 22 de 48 de dos puntos; 6 de 25 de tres; 28 de 73 en tiros de campo; 17 de 29 en libres. Y 37 rebotes contra los 40 del León, un equipo notablemente inferior en el apartado físico. A mí el partido me pareció una broma. Los chicos del CAI fallaban hasta debajo de la canasta. Starosta, el único que los ha sostenido en el play-off, tiró ayer cuatro veces. No se la des, no sea que la meta.

Lo siento por los jugadores y el entrenador, sometidos a un papelón, aunque no me gusta mucho este CAI multinacional en el que el primer español (Corbacho) sale tres minutos al final; y que con los años se ha llevado por delante a quien lo inspiró y trabajó para reunir todas las voluntades mientras se agotaba su carrera profesional (Pepe Arcega) o al mejor valor de la cantera aragonesa en los últimos tiempos (Rodrigo Sanmiguel). Lo siento por la gente que va y llena el pabellón. Lo siento sobre todo por Joaquín Ruiz, segundo entrenador, amigo personal, a quien aprendí a admirar y querer de niños, mientras jugábamos juntos al basket en la cancha embaldosada del viejo colegio de los Maristas y en las pistas de Helios en verano. Sobre todo por él, pero sé que lo va a aceptar porque he conocido pocas personas con un sentido tan férreo de la ética del deporte. No lo siento en absoluto por el club, al que tengo por una desordenada reunión de arribistas siempre próximos al poder, a los que les gusta poner y quitar periodistas de los medios (lo han hecho e intentan seguir haciéndolo), manejar las conciencias si las hubiere y negar la evidencia de su ineptitud y su desahogo. José Luis Rubio también era duro con la Prensa crítica. Cada artículo era una llamada. Te la liaba por el teléfono o te invitaba a desayunar: cuando llegabas, tenía las fases duras del artículo subrayadas con rotulador fosforescente y te pedía argumentaciones. Con todo, esta pandilla no le llegan a la suela del zapato: el otro día me crucé con José Luis y sigue como un pincel. Éstos hacen el trabajo sucio sin invitarte a desayunar. Si acaso, invitan al de arriba, al de los despachos... el que tiene que decidir que tú escribas del CAI o no escribas. Si tu jefe es un desgraciado o bien un hijo de puta, date por muerto. Vas a la sección de Comarcas directo, a coger resultados de fútbol regional o, si hay connivencia suficiente con la Policía Local, a dirigir el tráfico en la Plaza España.

Dejo la crónica de Sergio Pérez en el Periódico, por amistad y devoción. Ahora los disparos se los lleva Chápuli como antes se los llevó Arcega. No de Sergio, de todos. Yo siempre he visto el problema más allá, pero en fin... con su pan se lo coman. A mí me gusta el baloncesto desde que nací. Este CAI no me gusta ni ver. Con la cantidad de entrenadores y jugadores que han traído y llevado, lo peor que se les puede decir no es que son una banda de fracasados. Es que son unos inútiles. Yo era del viejo CAI; me cuesta demasiado querer a este engendro de intereses embusteros.

El espanto

El espanto
Esta imagen, de expresividad manierista, resume lo que está pasando mejor que cualquier crónica. La dejo tamaño Las Meninas para que no pierda ni un ápice del vigor que le otorga la contraposición de esos dos rostros de hombres desesperados, cada uno a su manera. El espanto toma formas muy diversas. Tomás Guasch la titularía, simplemente, El cagómetro.
[Foto: Reuters].

Víctor sin victoria

Víctor sin victoria

Pasé el sábado por la tarde con un ojo en Grecia, donde el Panathinaikos que dirige Víctor Muñoz jugaba la final de la Copa frente al Larissa. El Larissa me hizo acordarme de Ángel Garisa, aquel extraordinario actor cómico. Víctor perdió (1-2), con gol artero en el minuto 83 de un tipo africano con nombre de fonética moderadamente innoble: Antchouet. Es la segunda final que pierde Muñoz en poco más de un año y, aquí, si pierde Muñoz perdemos un poco todos los que lo queremos. Aun a riesgo de ponernos sentimentales o de revelar algo obvio (que los periodistas tenemos debilidad por algunas de las personas que componen el negocio del fútbol), diré que yo soy uno de ellos. El ejercicio de este trabajo me ha enseñado que el único modo de enjuiciar debidamente a los entrenadores consiste en verlos trabajar cada día. Y aun así no es seguro que logremos ser justos. Víctor es de lo mejor, si no lo mejor, que yo he visto en el ejercicio diario de su profesión. Naturalmente que tiene defectos, muy evidentes para cualquiera, pero resulta extremadamente sencillo encontrárselos a casi todos los entrenadores, porque el oficio de dirigir una realidad tan volátil y cambiante como un partido de fútbol se antoja predestinado al desastre. El entrenador no juega el partido con la pelota, lo juega en su mente, un lugar donde todo es posible. A menudo todos queremos hacer coincidir nuestra voluntad o nuestras ideas con la realidad. Los técnicos de fútbol lo deben hacer todo el tiempo. Víctor, dada su obsesiva naturaleza perfeccionista y autoexigente, disputa cada partido un sinnúmero de veces. A veces su equipo está jugando uno y él ya está pensando en el siguiente... Ese rigorismo intelectual hacia el juego y la profesión, que son lo mismo, conforman esta paradoja: son al mismo tiempo su virtud más sobresaliente y su error más pernicioso. Con frecuencia, el fútbol trata con displicencia a este tipo de personajes.

Vale el ejemplo de la final de Copa del año pasado, que Víctor había prefigurado en su cabeza y en la pizarra con exactitud milimétrica. No se equivocó en nada de lo que podría ocurrir; el problema fue que ocurrió todo, y ocurrió enseguida. El Espanyol abrió fuego pronto, calcando una de las jugadas que Víctor había advertido en su estudio del partido. De ahí en adelante, el Zaragoza no encontró el paso adecuado. Intuyo que en la final de este sábado en Grecia debió suceder algo distinto pero con un fondo similar. Kozlej les encajó un gol en el minuto 3. Empató para el Panathinaikos Papadopoulos (creo que por ley hay un Papadopoulos en cualquier reunión de más de tres griegos) y luego dedicó la segunda parte a un dominio que no culminó, acumulando ocasiones de gol que fueron poniéndole el nudo alrededor del cuello. En el 83, el Larissa largó una contra y Antchouet decidió el partido.

La temporada acaba de esta forma algo triste, sin el único triunfo que aún le quedaba a Víctor al alcance de la mano. Cuando llegó en octubre al banquillo del Panathinaikos, los verdes habían acumulado una desventaja amplia con el Olympiakos, que es el gran rival como sabe cualquiera. Víctor reactivó a su equipo, le ganó el derbi a los rojiblancos (0-1), tuvo un periodo estupendo y llegó a ponerse a tres puntos del líder. No pudo sostener ese ritmo. Cayó en la UEFA, perdió tres partidos en casa, cedió la segunda plaza al AEK de Serra Ferrer (en Grecia van sólo los dos primeros a la Champions) y, ya ayer, se quedó sin título de Copa. El Panathinaikos no tiene un gran equipo y acabó por rendir las armas aquí y allá. Tan mal no lo debió hacer Víctor, porque el club lo ha querido renovar, al menos hasta ahora. La decisión está en el aire, sometida a una tensión muy habitual: el club quiere cerrar la continuidad del entrenador para luego armar el equipo; y Víctor desea tener una idea concreta del proyecto futuro para tomar una decisión. Se ha hablado de que el Panathinaikos podría fichar a Verón, que está de vuelta de su tercera vuelta. Así que la cosa no tiene buena pinta.

Lo más notable del año de Víctor en Grecia ha sido el descubrimiento de Sotirios Ninis, un muchacho que juega por la banda derecha y al que Víctor sacó literalmente del colegio con 16 años para que jugara con el primer equipo. A Ninis, nacido en la localidad albanesa de Himara, de etnia griega, le tuvieron que armar un curso a medida con clases por la tarde. Recuerdo que Víctor solía decir que el fútbol tiene tres puertas de entrada a la élite: una hacia el final de la adolescencia; otra cuando uno sale de juveniles y da el salto a los filiales; y la tercera a una edad ya tardía, pasados de largo los 20. Él lo definía muy bien; yo no acierto tanto. Ninis tomó la primera entrada, sin preguntar. Como Raúl, el sevillista Navas, Piqué o el mismo Zapater, que viene a ser un caso paralelo al de Ninis, salvando las distancias. El caso es que Ninis debutó en diciembre pasado, y en enero hizo un golazo al Egaleo y se convirtió en la sensación de la Liga griega, un lugar de pasiones desatadas y suspensión constante de la razón: descarado, vertical y elegante, Ninis cumplió 17 años el mes pasado. Ya para siempre será un nombre unido al de Víctor en Grecia.

Para terminar, una nota costumbrista: jamás vi a nadie aliñar las ensaladas con el sabroso y magistral esmero con que lo hace Víctor Muñoz. Las de escarola de La Bodega de Chema las dejaba para dar volteretas laterales.

Que se mueran los guapos

Que se mueran los guapos


Gennaro Gattuso juega al fútbol con los hombros cargados, pero de forma algo mitológica transporta su carga con una ligereza asombrosa. Si fuera por los demás, por muchos críticos, Gattuso apenas podría caminar por el campo o por la vida, aplanado por los prejuicios que convoca su figura de apretado gladiador, con la osamenta reconcentrada en un cuerpo nervioso, hecho de rabias divergentes. Cuantos más prejuicios recaen sobre un individuo, más me interesa el individuo. Cuanto más se empeñan los prejuiciosos en convertir al personaje en un espantapajaros, más me atrae el personaje. Los prejuicios se convocan unos a otros y se reúnen en afanosos grupos, como bolas de acero imantadas, que hacen mucho ruido y siempre se otorgan la razón sin discusión, con metálicos asentimientos. En ese sentido se parecen un poco a los elogios, que también tienden a la comunidad cacofónica y repetitiva. Cristiano Ronaldo representa la versión opuesta de Gattuso; el portugués es un tipo tan agraciado y de acabados tan finos que parece más de lo que es. A mí me lo parece. Le quedan exactas hasta las arrugas empapadas de la camiseta y los caracolillos bajo la lluvia. Uno es antónimo de otro: Gattuso acostumbra a parecer menos de lo que en realidad es. Su mueca ignora la ternura.

He oído a magníficos críticos de fútbol, a excelentes conocedores del mercado mundial del fútbol, a personas con un criterio irreprochable en el juicio analítico de los futbolistas, decir que Cristiano Ronaldo es ahora mismo el jugador más cotizado del mundo. No lo dudo. El mercado se comporta de acuerdo a muchas variables, en el fútbol y en todos los órdenes. Respecto a Cristiano Ronaldo yo siempre digo lo mismo: vamos a verlo fuera de Inglaterra. Porque lo he observado frente a los generosos defensas de la Premier y siempre me ha asaltado la tentación de pensar si haría lo mismo en España; y ya no digamos en Italia. Lo digo porque yo he visto llegar a Gullit con treintaimuchos años al Chelsea y, en su debut en Stamford Bridge, plantarse en el medio campo y jugar como si estuviera rodeado por niños de EGB, con una superioridad que iba más allá de la prestancia de un jugador que había sido extraordinario en el escenario más feroz y en todos los escenarios. Cristiano Ronaldo, un futbolista muy bonito, un muchacho muy hermoso, casi efébico con sus rizos de brillante carbón, su cara perfilada en porcelana, la depilación de las cejas, la precisa metrosexualidad de sus bicicletas y firuletes, ha pasado por el partido de esta noche en San Siro como una sombra acartonada, como un soldadito de plomo. En una de las últimas jugadas del encuentro, cuando el Manchester United no era ya más que un triste guiñapo bajo la lluvia y el Milan, me ha resultado patético ver a Ronaldo ensayando una de sus fútiles maravillas para morir emboscado por tres milanistas. Ronaldo no ha sido nadie; ni comparado consigo mismo ni comparado con Kaká, Seedorf, Pirlo o Gattuso.

No es que el ManU haya perdido por Cristiano. Ni que el Milan haya ganado por Gattuso. El United ha perdido porque le ha caído encima un equipo superlativo en Europa; y demoledor en un encuentro en el que ha sido superior en todos los órdenes: el físico, el táctico, el decisorio, en la calidad, en la experiencia, en los rendimientos individuales. Un 3-0 no precisa demasiadas explicaciones, aunque tal vez Enric González advierte algunas líneas de fuga interesantes en una primera crónica que ha dejado para El País, y que titula: "Un Milan diabólico devora al Manchester".  El United no ha encontrado respuesta, en ningún aspecto, en ningún lugar del campo, en ningún hombre. Hay varias fotos por ahí en las que aparecen sus jugadores sacando de centro bajo la lluvia y dan ganas de oír a Bob Dylan y su clásico: "A hard rain's gonna fall". Va a caer una buena... De un modo tan implacable como necesario, los grandes partidos, las ocasiones señaladas siempre exigen a los futbolistas que viven en la cúspide de la jerarquía. El juicio es sumario pero no definitivo, porque el fútbol concede reválidas: por el momento, Cristiano Ronaldo ha fracasado; mientras Seedorf y Kaka salen como triunfadores del partido. Nuestro personaje favorito, Gattuso, jugó con el entusiasmo habitual y mucho sentido del fútbol, a pesar de lo que se diga. Uno se pregunta qué tienen Albelda o Makelele que no sobrepase por diez pies Gattuso, y por qué con ellos caben los eufemismos (jugador necesario, trabajo sucio, hombre de equipo, pilar básico, columna maestra) mientras al italiano se le considera un cáncer, un atropello del juego, un asesinato del presunto canon. Yo veo en él a una víctima del pensamiento único, digámoslo con excesiva prosopopeya. Porque Gattuso es el primero que se mofa de su propio personaje, al que alimenta sin problemas. Enric González dejó una semblanza magnífica del milanista hace algunos días en sus Historias del Calcio: Gruñido. Y ahí contaba una anécdota excelente de Gattuso que define a este hombre.

Por lo demás, se repetirá en Atenas el encuentro de hace dos años: Milan-Liverpool. Dos de los grandes y con una cuenta pendiente. Una contienda de estilos y naturalezas contravenidas: por momentos el Liverpool de Rafa Benítez parece una versión edulcorada de algún equipo italiano; por momentos el Milan juega con el fragoroso entusiasmo de una escuadra británica. Nunca parecieron más ingleses que bajo la lluvia esta noche en San Siro. Buena parte de culpa la tiene Gattuso, el enemigo público. Un futbolista que concibe cada segundo del partido como un privilegio al que hay que devolverle la ofrenda del esfuerzo inteligente. Carlos Martínez ha dicho que sería un magnífico compañero de trinchera. Y es verdad, pero no sólo eso. Yo disfruto viéndolo jugar... Y que se mueran los guapos.

[Foto: la bella y la bestia, bajo la lluvia. Gattuso persigue concienzudo al grácil Ronaldo, una mariposa blanca bajo la lluvia].